Opinión
Ver día anteriorLunes 14 de diciembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Claroscuros

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ascistas, neoliberales, racismo, xenofobia, desempleo, un mar de armas y sangre, bombardeos, tiroteos, angustia, temor/terror, impunidad, fraude, corrupción, hambre y, para acabarla de joder, promesas apocalípticas de fundamentalistas y por el otro, pronósticos apocalípticos hechos por ambientalistas progresistas, y todo esto en el dizque país más rico, poderoso y avanzado del mundo. A veces uno sólo busca la salida de emergencia.

Son tiempos oscuros en Estados Unidos. No necesariamente se nota en la superficie, todos andan en su rutinas ordinarias como si nada. Está toda la escenografía de la temporada: la inaguantable cacofonía de la música navideña, los consumidores en su frenesí comercial, las iglesias preparan los ritos sagrados de estos días, se promocionan regalos poco sagrados, como videojuegos de guerra y operaciones especiales, en los cuales para ganar el jugador tiene que aniquilar a todos (no se habla de esa guerra real en que bombardean, sin mensaje navideño, a pueblos del otro lado del mundo), mientras los mensajes de paz y armonía inundan todo y los noticieros reportan lo opuesto. Todo para festejar a ese pobre inmigrante/refugiado sin techo y sin papeles de una región llamada Medio Oriente, quien seguramente hoy día estaría en la lista no fly y sería interrogado cada vez que cruzara la frontera, y quien sería atacado por políticos y fundamentalistas cristianos que, en su nombre, lo crucificarían por oponerse a sus políticas.

El temor al terrorismo ha regresado a los mismos niveles de justo después del 11 de septiembre de 2001, según las encuestas más recientes, y eso ha llevado a que el tema del terror recupere el primer lugar en el debate político nacional.

Por otro lado, un nuevo informe del Centro de Investigación Pew documenta que la clase media, el pilar de este país, la esencia del sueño americano, la definición oficial de este país (la clase media más grande del mundo, etcétera) se ha desvanecido en las últimas cuatro décadas y ya no es mayoría. Esto, junto al fenómeno clave de los últimos años en este país: la concentración de riqueza más extrema desde los años previos a la gran depresión, y sus consecuencias mortales para cualquier cosa que se pueda llamar democracia, explican mucho el fenómeno de Donald Trump o Ted Cruz, de la demagogia que está llegando a extremos considerados fascistas.

Y esos políticos –utilizando el temor y la angustia económica– alimentan la embestida contra los inmigrantes, sobre todo los indocumentados y las comunidades musulmanas. Según una de las principales organizaciones musulmanas del país (CAIR), los ataques, actos de intimidación y discriminación contra esta comunidad se han multiplicado en días recientes. Una mezquita y un restaurante fueron incendiados, una cabeza de cerdo fue aventada contra otra mezquita; son sólo algunas de las últimas noticias.

Mientras tanto, el fenómeno de la violencia armada dentro de este país, sus expresiones en los cada vez más comunes tiroteos masivos, y las repetidas instancias de la violencia policiaca y judicial contra grupos minoritarios de este país, ya son parte de la vida cotidiana aquí.

Pero entre tantas tinieblas, de repente asoman rayos de luz.

El hecho de que Bernie Sanders, proclamado político socialista, esté compitiendo por la candidatura presidencial del Partido Demócrata con un nivel de apoyo superior al que se registra para el ultraderechista Trump ofrece algo esperanzador. Sanders ya ha logrado que el tema de la desigualdad económica sea uno de los ejes del debate político nacional.

Por otro lado, el surgimiento del nuevo movimiento nacional Black lives matter (Las vidas negras importan) ya ha sacudido partes de la cúpula política tanto a nivel local como nacional, y ha colocado el asunto de la injusticia racial –sobre todo en el ámbito de seguridad pública y judicial– como tema prioritario en el país.

El despertar de estudiantes en universidades públicas y privadas en un movimiento contra la discriminación racial y de género marca un nuevo momento de la disidencia tan vital de la juventud en esta y cualquier coyuntura.

Agrupaciones cristianas, judías y musulmanas han organizado actos de solidaridad en varias ciudades y pueblos a lo largo del país, en repudio a los mensajes xenofóbicos. Agrupaciones de inmigrantes de todos los sectores también se están sumando.

En el ámbito laboral continúan las luchas por salarios y condiciones dignas, desde los campos de jitomate en Florida, y los trabajadores de comida rápida en todo el país hasta los Walmart. A la vez, en los frentes de lucha sobre medio ambiente, en el de vivienda, de educación (contra reformas muy parecidas a las impuestas en México), defensa de libertades civiles, en contra de la guerra, hay señales de vida en el enfrentamiento contra la agenda del 1 por ciento y de su ala derechista.

En el ámbito cultural –cine, televisión, música y artistas de esquinas y calles de la ciudad– también se ofrecen pruebas de que existe suficiente inteligencia y una furia moral necesaria para volver a la luz en medio de tanta oscuridad. De hecho, es tal vez por ahí donde se pueda descubrir una salida de emergencia no para huir de la realidad, sino huir hacia la realidad, como diría Graham Greene. Es ahí donde se puede sentir el pulso de algo que se atreve a enfrentar lo feo, perverso y engañoso con verdad, nobleza y belleza.

Por ahora, el momento en Estados Unidos es claroscuro.

Pero, mientras escribo esto, hay un joven que explica con deleite la filosofía de Derrida y Benjamin, y otro canta una canción de Bruce Springsteen: “donde el camino es oscuro y la semilla está sembrada/Donde la pistola está amartillada y las balas están frías/Donde las millas están marcadas en sangre y oro/Te encontrare más adelante en el camino…. Más adelante sobre el camino/Donde la ruta es oscura y la noche es fría/Una mañana soleada nos levantaremos, lo sé/Y te encontraré un poco más adelante sobre el camino”.