Opinión
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México SA

Pemex modernizada

Del chorro al chisguete

Tres años de reforma

C

omo diría la canción, de aquel chorro de voz a Pemex sólo le queda un chisguete, y los resultados de la ahora empresa productiva del Estado van de mal en peor, con una caída que se agudizó justo cuando terminaron por modernizarla con la reforma energética, que nada privatizará, según fallida promesa del actual inquilino de Los Pinos y socios que lo acompañan.

Del chorro de dinero que la ex paraestatal aportaba al erario a estas alturas sólo le queda un chipi chipi, que ahora deberá compartirse con los inversionistas privados que llegarán a succionar el oro negro otrora nacional. Y lo anterior se sustenta en las propias cifras de Pemex, las cuales revelan que en lo que va del sexenio peñanietista el ingreso por exportación petrolera se desplomó de 47 mil a 16 mil millones de dólares, mientras que la balanza comercial pasó de un ligero superávit a un profundo déficit, amén de registrar severas caídas en producción, y en volumen y valor de lo exportado.

Con la reforma energética se prometió no sólo un Pemex moderno y a la altura de las necesidades del país, sino una empresa productiva del Estado con los tamaños suficiente para competir en igualdad de condiciones con el capital privado nacional y foráneo que, gracias a los cambios constitucionales aprobados por la anterior Legislatura, llegaría a complementar la inversión en el renglón energético.

Al gobierno neoliberal, con sus seis caretas (de la renovación moral al México en movimiento) le tomó poco más de tres décadas colocar la corona a la modernización de Petróleos Mexicanos, pero menos de tres arrasar con la ex paraestatal. Treinta y pico de años empujando y buscando cualquier rendija por la cual modificar la Constitución, al tiempo de trabajar en pos de enterrar mitos y tabúes en torno al oro negro, exhibir a los hipócritas nacionalistas, dar un gran paso hacia el futuro y demás escollos, para que al final de cuentas Petróleos Mexicanos registre el peor balance financiero y productivo de su historia.

De acuerdo con el discurso gubernamental, a cambio de la modernización de la industria petrolera hasta entonces nacional, a los mexicanos les faltarían manos y tiempo para recibir y gozar los incalculables beneficios subsecuentes, entre otros: empleo formal y bien remunerado, crecimiento económico, desarrollo social nunca antes visto, generosas oportunidades para todos, progreso permanente, abatimiento de la pobreza, infraestructura por doquier, y, para no seguirle, un nivel de vida que hasta los mismos noruegos envidiarían (en la realidad, los noruegos vinieron a México a sacar petróleo mexicano).

Y en materia empresarial, la promesa fue que la transformación de Pemex sería más que paradisiaca, al liberar el gran potencial económico del país, democratizar la productividad, armar una nueva estructura organizacional, ética y corporativa, promocionar el crecimiento verde, incentivar el desarrollo de cadenas nacionales, facilitar inversiones de mayor valor agregado y rentabilidad, incrementar la capacidad de desarrollo tecnológico, y por si fuera poco maximizar la renta petrolera. Eso y mucho más en la oda a la privatización energética, que nada privatizará (EPN dixit).

Como en este espacio se ha comentado, ¿qué habría sido de este país y de sus famélicos habitantes si el gobierno neoliberal con sus seis caretas y sus empresarios –o al revés– hubieran cumplido siquiera una mínima parte de los abundantes cuan fantásticos beneficios que prometieron en cada una de las muchísimas privatizaciones que concretaron en las últimas tres décadas? México sería el paraíso, sin duda; sus nativos, envidia de los noruegos, y no existiría índice de desarrollo humano capaz de medir en su exacta dimensión el bienestar alcanzado. Y ahora, de paso, tendrían una empresa productiva del Estado que competiría en igualdad de condiciones con los inversionistas privados.

Pero la realidad es diametralmente opuesta al cúmulo de promesas modernizadoras, y resulta suficiente ver el más reciente balance financiero de Pemex para constatar de qué tamaño es el problema, tanto que hasta los sempiternamente felices proveedores de la ex paraestatal sudan y se angustian, porque hace meses que no les pagan un centavo.

En el balance modernizador, desde que Peña Nieto se instaló en Los Pinos y nombró a Emilio Lozoya en Pemex, la producción petrolera se ha reducido en aproximadamente 300 mil barriles por día; en cerca de 100 mil barriles la exportación de crudo; en casi tres tantos el valor de lo exportado y la balanza comercial pasó de un superávit de 18 millones de dólares en diciembre de 2012 a un déficit superior a 10 mil 500 millones de billetes verdes.

Por lo que toca al precio de exportación el desplome ha sido brutal. El 2 de diciembre de 2012, con apenas tres días de ejercicio del nuevo gobierno, el precio del barril mexicano se ubicaba en 97.27 dólares; justo un año después, y con la sonrisa de oreja a oreja por el avance de la reforma, se vendió a 91.55 dólares, un nivel más que atractivo para que los inversionistas privados cayeran como abejas sobre la miel. Pero ya aprobada y reglamentada la modernización, tal precio se redujo a 60.67 dólares el 3 de diciembre de 2014, para caer a 32.67 dólares al cierre de ayer, 3 de diciembre de 2015, el nivel más bajo de los últimos siete años. En el periodo de referencia el desplome ha sido cercano a 66 por ciento.

Lo anterior provocó cambios en el plan de negocios, mejoras sustanciales para los inversionistas privados, circo, maroma y teatro de las autoridades energéticas para intentar justificar la necesidad de la reforma y sus beneficios y mucho más en detrimento de la otrora paraestatal, que ya no siente lo duro sino lo tupido.

Por si fuera poco, en ese mismo periodo se duplicó el saldo de la deuda total de Petróleos Mexicanos hasta llegar a cerca de un billón 500 mil millones de pesos, y contando, mientras la Secretaría de Hacienda no deja de llevarse hasta el último centavo de los rendimientos generados por la empresa del Estado, con todo y que en la reforma energética y como parte de la modernización, se prometió la flexibilización del régimen fiscal aplicable a Pemex.

Entonces, de aquel chorro de voz hoy apenas le queda un chisguete. Y si sigue como va, de plano la empresa del Estado quedará muda.

Las rebanadas del pastel

Y para levantar el ánimo, el revaluado dólar ayer se vendió a 17.02 pesos devaluados (17 mil 20 bilimbiques, para que no se olvide).

Twitter: @cafevega