ARCÓN DE CUENTOS

Una mujer que orinó demasiado


Serie #Amor Comunal. Foto: Luna Marán

Francisco de la Cruz Jiménez

Acababa de cumplir sus veinte años, cuando la muchacha comenzó a orinar demasiado.

Ella tenía los ojos negros, el pelo rizado y largo; era alta, delgada; tenía los senos abultados y hermosos.

Cuando la gente podía mirarla caminar hacia alguna parte, admiraban su belleza. Era muy hermosa aquella muchacha.

Pero ella era muy vigilada en casa. Sus familiares no querían que anduviera sola, para no enamorarse de algún muchacho y se casara tan pronto. Ellos querían que pasaran algunos años más, para que la muchacha aprendiera algunos trabajos como bordar huipiles y enaguas, preparar la comida, criar gallinas, borregos, puercos, y así poder ahorrar un poco de dinero.

La muchacha era muy alegre y le gustaba platicar de muchas cosas bonitas; también sabía cantar muchas canciones.

Una tarde oscureció el cielo y comenzó a caer una lluvia torrencial. Se oían los truenos y se miraba el resplandor de los rayos. De pronto se oyó un fuerte ruido, al caer un rayo entre la lluvia; se hizo un gran remolino de donde brotó un reptil envuelto en llamas. Aquel reptil se dirigió a la casa de aquella muchacha hermosa. Ahí logró detenerse. La culebra se estuvo toda la noche en aquella casa. Nadie pudo ver el momento cuando el reptil abandonó la casa, tampoco supieron el rumbo que tomó.

Al amanecer se calmó la lluvia. Muy despejado se veía el cielo. Así pasó aquella lluvia. La muchacha durmió durante tres días seguidos y nadie logró despertarla.

Al transcurrir los tres meses se descubrió que la muchacha estaba preñada. Sus familiares se encontraban muy enojados; la regañaban porque querían saber quién era el culpable de su embarazo. Ella desconocía todo, qué le había sucedido, por qué estaba embarazada. Mucha gente hablaba de ella, eran muchas las intrigas por saber quién era su amante.

Al llegar los nueve meses, después de que había caído la lluvia, la muchacha sintió muchos dolores, parecía ser el momento de dar a luz.

Su mamá y varios de sus familiares le brindaron ayuda, aunque estaban muy furiosos, también querían que naciera una hermosa criatura.

La muchacha comenzó a orinar un poco, no podía retener el orín; orinaba bastante; su orín mojó la cama, mojó el suelo, la casa empezó a llenarse, toda la gente que estaba con ella huyó; ella logró caminar y salir de allí. Pero el orín no dejaba de correr.

Hasta parecía que el pueblo se había inundado. El orín brotaba por todas partes. El pueblo se cubrió con el orín de aquella muchacha, quien no podía dejar de orinar.

La muchacha caminó y buscó refugio en las montañas más altas; mientras que el orín seguía fluyendo y que por cierto estaba revuelto con muchos peces, tortugas, camarones y otras especies que viven en el agua. Varios pueblos cercanos también quedaron inundados. La gente que logró salvar la vida se fue para no correr más peligro.

La muchacha logró retener la orina...

¡Así fue el nacimiento del mar!

Francisco de la Cruz Jiménez, escritor de lengua diidxaza (zapoteca). Originario de Juchitán, Oaxaca. Autor de Historias del solterón.