ARCÓN DE CUENTOS

Pequeña arca de cuentos nuevos

El lector encontrará este mes en Ojarasca un arcón de cuentos nuevos, obra de narradores mexicanos que pertenecen a nuestros pueblos originarios y fabulan desde el presente con las armas de la literatura. Que dijeron adiós al folclor y al indigenismo, a las tareas  “menores” del informante para etnólogos y el recolector de historias para lingüistas.

La narrativa indígena contemporánea en México enfrenta varios retos que la han hecho menos proliferante que la poesía en las lenguas originarias, aunque con resultados también brillantes y trascendentales. La invención de cuentos y novelas, cuando se acomete en forma bilingüe, implica grandes trabajos y una lucha constante con los alfabetos, los sonidos y la prominencia de una lengua distinta al castellano pero que desemboca en él. Por ello la nómina de narradores modernos indígenas resulta relativamente escueta si se compara con la de poetas activos, y ocurre sólo en unas cuántas lenguas.

Un reto adicional para la narración literaria indígena se deriva de la dichosa “tradición oral” que determinó durante siglos la muy colonial atribución genérica de los cuentos indígenas como leyenda, mito, creencia, conseja, si no testimonio o pastiche sincretista. Destaquemos que la mayoría de las lenguas nacionales apenas alcanzaron expresión escrita en los pasados 30 años. Por agilidad y brevedad, el crisol iniciático ha sido la poesía. Hoy se escriben poemas en muchas de ellas; no así relatos en el sentido literario del término. Sin embargo, un puñado de autores concretó ya un corpus potente, elocuente y significativo. Algunos aparecen en la presente entrega de Ojarasca. Por razones de espacio, sólo uno de los textos se publica en lengua original además del castellano, pero los textos tseltales de Josías López Gómez y Nicolás Huet, los mayas de Jorge Echeverría Lope y Esaú Carrillo Can y el biniizá de Francisco de la Cruz Jiménez están publicados también en sus respectivas lenguas

Otra vertiente de la narrativa indígena contemporánea se desarrolla en castellano. En la presente muestra es el caso de Lamberto Roque Hernández y Ana Matías Rendón, ambos migrantes. Roque Hernández, quien reside en California, también escribe en inglés.

El cambio cultural de fondo que revelan estas historias reside en la abierta fabulación y la variedad de temas, menos anclados a las tradiciones, atentos en cambio a los dramas de la vida real presente, o bien la recreación del pasado desde una conciencia histórica. Una y otra vertiente con plena libertad ficcional. Estamos ya en el terreno de la literatura a secas.

Entre los mejores cuentistas tenemos a Armando Sánchez Gómez (tseltal), Isidoro Meza Patiño (náhuatl), Martín Rodríguez Arellano (ayuuk), Ubaldo López García y Lorenzo Hernández Ocampo (ñuu savi) y Gabriel Pacheco Salvador (wixárika). Han acometido la novela bilingüe y el relato de mayor aliento Marisol Ceh Moo (maya) con sus novelas Teya, un corazón de mujer y  El llamado de los tunk’ules, Javier Castellanos (zapoteca) con Cantares del viento primerizo, Relación de hazañas del hijo del relámpago, Gente del mismo corazón y otros títulos, así como Marceal Méndez (Los últimos dioses) y Josías López Gómez (Mujer de la montaña), ambos en legua tseltal.

Emerge hoy en México una nueva literatura, en idiomas que se abren paso dentro de la galaxia de Gutemberg y el ciberespacio, aunque la cultura dominante apenas se haya enterado.

Hermann Bellinghausen