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La música de protesta, la que yo hago, está vigente, asegura Gabino Palomares

Los nuevos cantautores están en una maraña, no tienen claridad

Los jóvenes se desarrollan en ambientes muy extraños, encerrados en la peñita, en el bar; no salen a la calle, a los escenarios donde se fraguan las letras de las canciones, expresa

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Gabino Palomares se presentó en la inauguración de El Son-Parrilla Bar, en la capital de Zacatecas. Lo acompañó el también trovador Adrián VillagómezFoto Alfredo Valadez Rodríguez
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 9 de noviembre de 2015, p. a12

Zacatecas, Zac.

Cuarenta y tres años después de su incursión en el mundo de la música de protesta, el trovador potosino Gabino Palomares reflexiona sobre una pregunta que le han hecho recientemente respecto de si esta canción que yo hago, canción de protesta, sigue vigente. Y les digo que por desgracia sí.

En entrevista con La Jornada, el cantante y músico oriundo de San Luis Potosí, hizo además un análisis de la crisis por la que atraviesan los nuevos intérpretes y compositores de la trova. Las nuevas generaciones, opinó, están en una maraña, no en comunicación entre ellos, no hay proyecto, no hay claridad, están atomizados.

Por otra parte, afirmó Palomares, “algo que pienso –con todo el respeto, el cariño, el amor que siento por él–, un problema es el efecto Silvio (Rodríguez), en el que los muchachos empezaron a imitar su poesía y a hacer poemas rebuscados.

Hay un chiste que dice que cuando los muchachos, los compositores de la trova empiezan a hacer una canción sólo Dios y ellos saben lo que están diciendo, y cuando la terminan, sólo Dios las entiende.

Esto ocurre, dijo, porque los muchachos se están desarrollando en ambientes muy extraños, encerrados en la peñita, en el bar, y no salen a la calle, “no me están diciendo qué pasa en ella, aunque no sea político, ya no digamos algo de izquierda… si los jóvenes esperan sentados a que alguien les cuente su historia, les van a mentir. Además, si no salen a las calles no van a tener nada que contar a sus nietos”.

Atahualpa Yupanqui y Violeta Parra son nuestros padres.

Gabino Palomares recuerda con nostalgia el surgimiento de la nueva canción latinoamericana, a finales de los años 70, todos los 80 y principios de los 90, y refiere que Atahualpa Yupanqui y Violeta Parra son nuestros padres.

El primero al elaborar lo que fue el nuevo cancionero argentino, en el que recoge la canción popular, pero le modifica la letra. Atahualpa Yupanqui cambia la canción paisajista para hablar de la pobreza, de la política, en contra de los dueños del dinero, de los ricos, y Violeta Parra hace lo mismo en Chile.

La gran virtud de la canción nuestra está, aseguró Palomares, en que se hizo presente en la calle, en el lugar de los hechos, en la lucha de los campesinos por sus tierras, en las huelgas de los obreros, en la toma de oficinas públicas.

Era entonces cuando la policía llegaba y nos agarraba a palos, no sólo a los cantores, sino a todos. Sin embargo, a partir de esos escenarios, de esas vivencias, se fraguaban las letras de la nueva canción latinoamericana.

Al pedirle su opinión sobre la determinación del Senado –que se concretaría este martes 10 de noviembre– de otorgar al empresario Alberto Baillères la medalla Belisario Domínguez, que da vigencia a su canción La letanía de los poderosos, Gabino Palomares señaló: “Creo que lo que está pasando es el descaro, porque tenemos muchos gobiernos ya, muchos que son elegidos y financiados por las grandes trasnacionales, para que cuiden sus intereses.

Y sí los hacen ganar, pero esos favores tienen que pagarse, y se los cobran muy caros. El país está en ese embrollo, en el cual las trasnacionales son las que gobiernan a través de los gobernantes y de los partidos, que sólo son sus títeres.

Pero hay otro tema que él escribió en la década de los 70, y que en pleno siglo XXI se torna también vigente, a propósito de las Canciones contra la guerra, pues en México estamos en una guerra sórdida, dijo, “producto de la relación entre los narcotraficantes y los políticos, además de la impunidad, que han llevado al país a un baño de sangre.

El gobierno creó un Frankenstein y ya no sabe qué hacer con él. Ahora el propio Estado es víctima de éste. El gobierno y su relación con el crimen organizado han tejido una alianza con la cual han prosperado otros delitos terribles, como el derecho de piso, el secuestro, la extorsión, la trata de blancas, el tráfico de órganos, toda una industria maléfica.

Por otra parte, señaló que es necesario apartar a los jóvenes de la televisión y de la Internet, que siguen promoviendo el american way of life, que es “un concepto de ‘bienestar’, en el que no se nos inculca comer frijoles ni tortillas ni nopales”.

Es otra vez, la vigencia de La maldición de la Malinche (otra de sus canciones), afirmó, “en la que somos felices si vamos a McDonald’s, si somos de determinado color, si vestimos de tal manera, si consumimos lo mismo que los gringos. Una forma de colonización es esta violencia virtual, en la que los indígenas en la televisión, en las telenovelas, sólo salen de criados. Nos está haciendo sentir vergüenza de lo que somos”.

El cantautor mexicano lanzará su nuevo álbum, Las canciones de la violencia, el primer trimestre de 2016. Señaló que en éste ya no hablará tanto de la política como ideología, sino de la problemática social.

A propósito de la violencia virtual y la nueva discriminación racial impuesta por la televisión, recordó una solución al problema, parte de un ejemplo que le dieron unas amigas de raza negra, que cantan para el Movimiento Negro por las Reivindicaciones Civiles en Estados Unidos. Indicó: “Ellas hacen una canción a Stephen Bantu Biko, un activista sudafricano que murió en 1977 por luchar contra el apartheid. Afirman que falleció porque dijo una verdad profundamente revolucionaria y peligrosa: ‘los negros somos bellos’.

“Ese es el punto de partida: los indios de México tenemos que aprender a decir: ‘los indios somos bellos, los mexicanos somos bellos, y chinge a su madre el concepto de belleza gringo’”, concluyó Palomares.