Opinión
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Resonancia cervantina 2015
G

uanajuato, Gto. Cosas del calendario: los tres conciertos de mi primer día cervantino en Guanajuato estuvieron habitados por la música antigua, con Schubert como lo más reciente. Los del segundo día, también, con Beethoven como lo más moderno.

Segunda jornada. Mediodía. Templo de la Valenciana. Una presentación más, tradición infaltable, del ensamble local de música antigua Los Tiempos Pasados. Como siempre, bajo la guía de su enjundioso fundador, Armando López Valdivia, acompañado de músicos en constante rotación y renovación. Después de iniciar con una divertida versión procesional de la Branle de los caballos, el grupo recorrió regiones tradicionales de su repertorio, desde la música árabe de tiempos remotos hasta composiciones coloniales de Manuel de Sumaya. En medio, una atractiva colección de cantigas, recercadas, danzas, canciones, plegarias, mascaradas y otros géneros, en interpretaciones sazonadas con el sello fundamental de Los Tiempos Pasados: su vasta y atractiva colección de instrumentos de origen diversos, de los cuales para este concierto llevaron poco más de 40 de ellos. Y a la par del diversificado color instrumental, la siempre perceptible enjundia y gozo que ha caracterizado al grupo desde su fundación. Me comentó López Valdivia que ya están en proceso de incorporar un ney turco a su instrumental, para no tener que tocar con una moderna flauta traversa.

Tarde. Templo de la Compañía. El Ensamble Barroco de la Universidad de Guanajuato, dirigido por su fundador, Fabrizio Ammetto, ofreció un programa imperdible: los seis Conciertos para órgano del Op. 4 de Händel. Primer acierto, utilizar el órgano del templo, un instrumento que a comparación con el triste estado de muchos de nuestros órganos históricos, suena decorosamente bien, aunque tiene algunas flautas del registro agudo a las que les hace falta un ajuste. Segundo acierto, acompañar el órgano con un grupo orquestal de dimensiones reducidas para ayudar al balance dinámico. Tercer acierto, que el experimentado solista, Sossio Capasso, utilizó preferentemente registros flautados y suaves, aproximando así su sonido al hipotético órgano de cámara para el que Händel pudo haber escrito estos conciertos. La orquesta hubo de ser colocada allá arriba, en el coro, para estar cerca del órgano, asunto de una lógica impecable. Ello requirió añadir un poco de amplificación que si bien no obstruyó el buen flujo de la música sí le quitó un poco de naturalidad. Quizá podría intentarse la interpretación de estos deliciosos conciertos de Händel en un templo de dimensiones menores, sin amplificación. Si bien se notó que el Ensamble Barroco de la Universidad de Guanajuato ya pisa con aplomo ciertos terrenos de ejecución propios del estilo de la época, todavía faltan algunos pasos en el camino de dejar atrás la arraigada costumbre romántica. Resultado general, un concierto muy grato y con numerosos momentos de buena música.

Noche. Teatro Juárez. Con una lógica impecable, el director Jos van Immerseel y la orquesta Anima Eterna eligieron la Novena para concluir su ciclo integral de las sinfonías de Ludwig van Beethoven. A la usanza moderna de los grupos dedicados a las ejecuciones históricamente informadas de este repertorio, la Novena fue interpretada con orquesta reducida, coro pequeño, instrumentos auténticos y solistas que no cantan a Beethoven como si fuera Puccini. Más allá de algunas imperfecciones propias de los instrumentos antiguos, la versión de Immerseel y Anima Eterna fue muy interesante y atractiva, sobre todo porque, como suele ocurrir con este tipo de ejecuciones, fue posible escuchar mucha más música que lo que permite una ejecución hipertrófica al estilo de Karajan y similares. Acompañamientos, contrapuntos, líneas melódicas antes ocultas, surgieron con claridad de la textura aligerada, permitiendo apreciar una Novena de cualidades casi camerísticas. Especialmente bien lograda en el contexto general, la sonoridad rústica aplicada al Scherzo de la Novena, así como el enfoque singular de Immerseel para ensamblar ese curioso pasticcio que es el movimiento final de la obra.