Opinión
Ver día anteriorMartes 20 de octubre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
La rectoría de la UNAM
D

espués de ocho años de vibrante actividad, en unos días el doctor José Narro habrá de pasar la estafeta a un sucesor, después de la altísima tarea de examen y reflexión que los miembros de la Junta de Gobierno harán sobre las cualidades de los postulantes que entrevistará. Para el momento de la entrevista –momento decisivo de su dictamen final–, la junta debió con anterioridad haber reunido y estudiado la información sobre el curriculum vitae y el programa de trabajo que cada aspirante entregó, y habrá oído las razones de los grupos de universitarios que quisieron llevar su mensaje a la junta.

A priori puede decirse que cualquiera de los candidatos seleccionados para la entrevista debe tener las aptitudes necesarias para tomar las riendas de las institución de educación superior mas importante del país. De modo que las referidas aptitudes son necesarias, pero no suficientes para adoptar la delicada determinación que la junta tomará próximamente. Parece claro que la junta ha de ver las cualidades de los aspirantes, de cara a la situación que guarda el país y sus ingentes necesidades, y de cara a los grandes impactos que provienen de una sociedad del conocimiento globalizada, así como los retos que plantean a México sus disímbolas relaciones con el resto del mundo.

Muchos académicos saben de las grandes oportunidades, pero también de las amenazas asociadas con diversos escenarios futuros de la educación superior en el mundo. En esto no po­demos equivocarnos de modo que la responsabilidad social de la UNAM ha de ser un componente ineludible al establecer sus políticas educativas, incluidas las referidas a las estrategias de internacionalización institucional.

El doctor Leonardo Lomelí estudió, y lo hizo brillantemente, economía e historia. Conoce bien la vida académica, como lo acreditan las asignaturas, las conferencias nacionales e internacionales que ha impartido, su muy amplia producción de libros, capítulos de libros, artículos, sus numerosas direcciones de tesis, sus tutorías en licenciatura, maestría y doctorado. Sus líneas de investigación abarcan las dos disciplinas en que fue formado: historia de la política económica en México, instituciones y desarrollo, finanzas públicas en México y política social en México.

Su experiencia en la gestión de la academia no es menor. Entre sus diversas responsabilidades es actualmente consejero universitario ex oficio, presidente de la Comisión de Presupuestos del Consejo Universitario, y está en su segundo periodo de director de la Facultad de Economía. Y en otra vertiente de su trabajo profesional, es coordinador de la Comisión Técnica Consultiva de Economía de la Secretaría de Educación Pública, vocal especialista del Comité Técnico del Fondo Sectorial de Investigación para el Desarrollo Social Sedesol-Conacyt y miembro de la Junta de Gobierno de El Colegio de Sonora.

Si el perfil del próximo rector debiera ser un académico culto, sensible a los agudos problemas de la sociedad mexicana, conocedor de la historia general y de la historia económica del país, que haya acumulado ya una buena experiencia en la gestión de la academia, ese perfil lo cubre más que adecuadamente el doctor Lomelí. Agrego que se trata además de una persona educada, apacible, equilibrada, atributos que, a mi juicio, debieran ser parte del perfil del rector de una institución compleja, en la que están presentes una gran diversidad de intereses derivados entre otras cosas del carácter y formas de organización de cada disciplina y profesión.

Hay algo más en lo que parece estar de acuerdo buen número de universitarios. A la UNAM le favorecería ampliamente un cambio generacional. Así como desde hace algunos años busca renovar su planta académica para dar cabida a buen número de estudiosos jóvenes que ya en México, ya en el extranjero, han realizado sus tesis doctorales, esa renovación debiera abarcar a sus autoridades. Lomelí tiene 45 años y los anhelos y energías necesarias para emprender grandes tareas.

La UNAM no se ha dado aún la oportunidad de estudiarse a sí misma en un ambiente de orden académico. Los conflictos que ha vivido la UNAM –como la devastadora huelga 1999-2000– han puesto a discutir a la UNAM sobre temas de gobierno, de representación, de uso del presupuesto, pero no ha creado el espacio necesario en que pueda formular un diagnóstico institucional sobre sus contenidos académicos en la docencia, la investigación y la difusión de la cultura, ni tampoco en las formas de organización de esas funciones. La UNAM requiere superar su modelo napoleónico de organización por carreras desvinculadas entre sí, y mantiene improductivamente separadas la docencia y la investigación, y las ciencias naturales de las sociales y las humanidades. Además debe dejar atrás la pedagogía de la impartición de enseñanzas y gradualmente comenzar a generar aprendizajes efectivos. Todos los estudiantes que egresan deben estar bien preparados. Debemos preguntarnos ¿sirve a la sociedad un médico con promedio de 7? ¿o un ingeniero con promedio de 6? ¿o un músico con promedio de 8?

Hoy, se sabe, si eres un joven o no tan joven profesional, que te costará más trabajo encontrar empleo que si estuvieras menos calificado. Hay varias motivos en este drama: el primero es el reptante crecimiento de la economía; el segundo es que las universidades son un conglomerado sin relaciones entre sí y, por tanto, nadie planea la oferta nacional de profesionales; tercero, estas instituciones no saben si están o no formando el tipo de profesional que el mundo de hoy requiere.

Lomelí puede ayudar a remontar esas circunstancias.