Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 18 de octubre de 2015 Num: 1076

Portada

Presentación

El cine y sus propiedades
Juan Ramón Ríos Trejo

William Lindsay Gresham
y lo grotesco

Ricardo Guzmán Wolffer

Brevísima antología
de la tuiteratura

Ricardo Bada

El vasto Orinoco
Leandro Arellano

Lucinda Urrusti, pintora:
retrato de una época

Elena Poniatowska

Hugo Gutierrez Vega:
el actor y el poeta

Vilma Fuentes

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 

Jorge Moch
[email protected]
Twitter: @JorgeMoch

¡Vaya a la Feria!

Para Marina y José Ramón, magníficos anfitriones

Hay, afortunadamente, a pesar de la estulticia que parece orbitar en casi todo lo que sucede en este país, estupendas y siempre esperadas ferias del libro en México. Pero dos son prodigios tanto de voluntad de sus organizadores, que se ponen unas friegas monumentales cada que las echan a andar, como del apetito lector de sus visitantes, muchos de ellos, felizmente, chamacos. Una es desde luego la Feria Internacional del Libro de Guadalajara el mes que entra, una de las más importantes del mundo, y la otra también ya con resonancia allende fronteras es la Feria del Libro del Zócalo de la Ciudad de México, que recién el viernes 7 alcanzó sus quince; quince años de una feria de libros, de arte, de cultura verdaderamente popular y democrática, y más en ésta que es organizada por la Brigada Para Leer en Libertad, ese grupo de aguerridos promotores de la lectura y la cultura (y la legalidad y la democracia y en general del mejoramiento de las maneras en que nos relacionamos los mexicanos unos con otros) bajo la orientación de los queridos Paloma Sáiz y Paco Ignacio Taibo ii. Este año la Feria se dedicó, además, a las letras del Reino Unido, con una copiosa participación de autores de allá y de acá.

Estos doce días de feria en el Zócalo que hoy culminan son una de las festividades librescas de la Brigada (que dichosamente han sido varias durante el año; lo mismo organizan ferias de libro en Azcapotzalco que tianguis de libros en Paseo de la Reforma, festivales, conciertos, conferencias, etcétera) y de la Secretaría de Cultura del df, que con iniciativas como ésta demuestra que la cultura sí convoca a la gente: basta asomar al Zócalo atestado, a sus foros llenos (que además este año fueron ampliados y multiplicados), a los talleres para niños y también para adultos de teatro, de cuentacuentos, de guiñol, de son jarocho, de arte huichol, de pintura, de confección de papalotes… la oferta de actividades de la Feria es inmensa y muy variada: hay algo para toda la gente, desde el párvulo hasta el chavo punketo. Y desde luego para los amantes de los libros o para los ocasionales interesados en hojear alguno. Todos los días hay presentaciones de libros, lectura de poesía en voz alta, mesas de discusión y coloquios literarios. La Feria del Libro del Zócalo es además verdaderamente popular y democrática, para todos: un carnaval de ingenios. Bueno, quizá no para todos; no faltará el yúnior imbécil que la considere “populista”…

Entre los atractivos de la Feria, además de conciertos y montajes teatrales, hay un sinfín de conferencias, tertulias, paneles de discusión y cotorreos entre los autores y el público. Y no sólo es palestra para escritores, sino para periodistas, investigadores y también luchadores sociales.

Platicar el viernes 9 con José Reveles en el foro Eduardo Galeano fue un lujo para este aporreateclas. Escuchar después la conferencia conjunta sobre el estado de la sociedad y la nación en voz de periodistas, analistas y escritores de la talla de Sanjuana Martínez, Humberto Musacchio, Epigmenio Ibarra y Virgilio Caballero con un colofón, además, de Taibo ii resultó una experiencia no sólo rica y muy nutritiva, sino sanamente incendiaria: ninguno tiene pelos en la lengua para decirle al régimen que dice gobernar México la porquería que es en realidad.

Son tan necesarias, tan esclarecedoras estas ferias de los libros, auténticas verbenas populares, que no es de extrañar que se las mire desde algunos rincones del poder (allí sus expresiones mediáticas por ejemplo en el duopolio televisivo, tan cercano a la inmundicia y tan lejano de las bellas artes) con mal disimulada desconfianza si no es que con auténtica repulsa: ya sabemos que los papanatas no son muy afectos a la lectura ni a la popularización genuina de los productos culturales, que suelen causarles urticaria.

En un país que se debate contra sí mismo, la divulgación masiva y popular de la cultura, de la belleza artística, de la fantasía variopinta de la literatura y de la información dura y sin cosmético no son accesorias, sino imprescindibles para que el futuro sea menos lesivo que este terrible presente. Sólo recuperando la cualidad de maravillarnos que nos ofrecen la literatura y las otras bellas artes, seremos capaces de apaciguar esta bestia rabiosa que nos devora por dentro. Sólo así, ecuánimes algún día, podremos encarar de veras un futuro deseable en lugar de vivir con el miedo de saber qué nuevo y escandaloso trasgo puede estar agazapado a la vuelta de la esquina.