17 de octubre de 2015     Número 97

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

FOTO: Russ Allison Loar

Un modelo sin futuro

Agronegocio

Sinónimo de destrucción

Francois Houtart
Instituto de Altos Estudios Nacionales, Ecuador

Existen en el mundo dos modelos de agricultura, el de tipo familiar campesino e indígena, y el del agronegocio, en gran parte de agro exportación. Mi opción evidentemente es la agricultura campesina, por principios y por aspectos prácticos y concretos. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Banco Mundial (BM) dicen que a largo y mediano plazos ésta es más productiva que la industrial, y fue en función de esta convicción y de la necesidad de defender a los campesinos en el mundo que se organizó en 2010 un seminario internacional en la Universidad de Pekín, y que produjo un libro en inglés, La agricultura campesina en Asia. En ese libro aparece la situación de los campesinos de 11 países de ese continente.

Años después organizamos en La Paz, Bolivia, otro seminario sobre las agriculturas campesinas en América Latina, y se generó también un libro con ese tópico. Este es un tema mundial. Lo vemos porque cuando reflexionamos sobre las funciones de la agricultura, vemos la ventaja de la producción de tipo familiar, campesino, ventaja que se reconoce a escala mundial y a pesar de eso las fuerzas económicas globales van en sentido contrario.

Son tres las funciones fundamentales de la agricultura en el mundo. La primera es nutrir a la población. El problema actual y de los años próximos no es de escasez sino de organización de la producción alimentaria, que hace que aun los que producen los alimentos sufran de hambre. Esta es la contradicción fundamental del mundo capitalista actual. Pues bien, la función primera es nutrir, pero no de cualquier forma, nutrir a la población de manera sana, porque vemos las consecuencias de la agricultura de negocio, como las enfermedades producidas por los agroquímicos a los trabajadores que están en contacto con ellos.

Y vemos este fenómeno de la obesidad en el mundo entero por la mala alimentación producida industrialmente. Así, de manera cuantitativa y cualitativa, la agricultura campesina familiar es más ventajosa que la industrial. Es verdad que a corto plazo la industrial produce cien, 500 o mil veces más que la campesina en su estado actual, pero a mediano y largo plazos resulta una ilusión porque estamos produciendo los desiertos del mañana y estamos produciendo de manera negativa para los suelos, el agua, el aire y finalmente también para los seres humanos.

La segunda función es contribuir a la regeneración de la madre tierra. La agricultura tiene un papel central en esto, porque precisamente se trabaja en la tierra y los campesinos tradicionales, los que tienen la experiencia de cientos, miles de años, saben cómo regenerarla, cómo darle la posibilidad de recuperar su vida ante la función permanente de los seres humanos; de reestablecer, como se dice en palabras científicas, el metabolismo, es decir el intercambio de materia entre los seres humanos –que son parte de la naturaleza- y la naturaleza fuera del ser humano.

El capitalismo ha destruido ese equilibrio. Carlos Marx lo dijo: sólo el socialismo puede reestablecer este tipo de equilibrio, de la naturaleza fuera de los seres humanos y los seres humanos. El único problema es que los países socialistas han olvidado totalmente estos escritos de Marx y, a veces más que el propio capitalismo, han destruido la madre tierra.

La visión de la modernidad como un progreso sin fin en una tierra inagotable, en un planeta inagotable, es la visión que no se cambió y hoy tenemos la conciencia de que debemos cambiar fundamentalmente. Así, la agricultura familiar campesina, vista como un dinamismo, no como retorno al pasado, es una solución.

La tercera función de la agricultura es contribuir de manera fundamental al bienestar de los campesinos, de todos los que trabajan la tierra. Vemos que el modelo del agronegocio está proletarizando al campesino. Lo coloca en total dependencia de los contratos con las grandes empresas. Por el contrario, la agricultura campesina familiar puede justamente dar la base necesaria de la autonomía, de pensar la manera de valorizar su trabajo, permitir que la agricultura sea también valiosa para las nuevas generaciones, para los jóvenes. En ese sentido, hay este contraste entre la agricultura industrial y la campesina.

Daré datos para mostrar cómo se desarrolla la agricultura industrial en el mundo actual.

La deforestación provoca graves daños, especialmente en el Sur. Lo vemos en América Latina, especialmente en la selva del Amazonas. Lo vemos en África, en Asia del sureste... Tan sólo en la selva amazónica de Brasil, en 2013 se destruyó un territorio equivalente a 21 veces Bélgica. Por otra parte en China, que en el pasado reciente tuvo una política terrible de destrucción de todo su ambiente, ahora tiene ya una cierta conciencia y es hoy el país que más está reforestando en el mundo.

La riqueza extraordinaria de la selva del Amazonas controla todo el sistema climático de los países suramericanos. Pero vemos que en todos los lugares hay agresión a esta selva. Todos los países tienen sus razones entre comillas para destruir la selva. En el occidente, en Venezuela, Colombia, Ecuador, es la extracción de petróleo y gas. En el este son más las minas que penetran toda la selva. En el sur son los monocultivos de soya y palma. En el centro están la madera y los trabajaos hidroeléctricos.

Con esta destrucción permanente, dice la FAO, en 40 años no habrá más selva Amazónica. Será una sabana con algunos bosques, lo cual afectará el clima de toda América del Sur.

Estas agresiones a la madre tierra un día se pagan, pero todos los países tienen sus buenas razones. En Ecuador, donde estoy viviendo, dicen “tenemos que tener más minas, más petróleo, más agro combustibles, porque eso permite al país financiar sus políticas sociales”. Pero ¡a qué precio para la naturaleza! Evidentemente eso significa que estamos enviando siempre más CO2 a la atmósfera y destruimos lo que se llaman los pozos de carbono, es decir los lugares de la naturaleza que absorben el carbono, que son los océanos y las selvas. Ese es el problema fundamental del cambio climático.

Estamos en un planeta que no es inagotable. Estamos llegando a las fechas de agotamiento de los principales recursos del mundo: petróleo, gas, oro, zinc, plata, etcétera, y debemos ser conscientes de eso. Y lo mismo aplica para la energía. Su consumo en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y hasta hoy día ha sido absolutamente irracional, en los años futuros habrá un déficit de casi 50 por ciento de energía. Por eso se piensa que el sistema capitalista mundial ha comenzado a fomentar la producción de agro combustibles (que no biocombustibles porque bio significa vida y para los campesinos los agro combustibles significan la muerte).

Indonesia se ve como un país principal para la producción de agro combustibles. Ya la isla de Java ha sufrido entre 1960 y 2010 una destrucción total de su selva, y gran parte de la culpa está en la promoción y el cultivo de palma africana para combustible y eucalipto para madera, celulosa y papel. Yo estuve allí y he vivido con los campesinos. Ellos ya no pueden producir sus medios de alimentación porque no hay más tierra. Lo que tienen es un desierto verde de palma africana, y por supuesto que hay resistencia de los pueblos originarios.

La lógica del capitalismo mundial, de la liberalización de los intercambios, es totalmente artificial porque los intercambios son en función de las ventajas comparativas, es decir de la posibilidad de vender más barato porque en un lugar del mundo se explota más la mano de obra o no se respetan las reglas ecológicas. Y así es una irracionalidad total este tipo de economía.

Vemos entonces que aun en los países progresistas de América Latina se usa este tipo de métodos de explotación para financiar los sistemas sociales. Esto es construir el socialismo del siglo XXI con los métodos del capitalismo del siglo XIX.

Debemos protestar de manera fuerte contra este tipo de sistema y tal vez tener un día internacional de protesta contra la agricultura industrial en el mundo entero, Norte y Sur, con los métodos que tenemos, pues la ética vale más que las leyes. También debemos utilizar los organismos de integración americana, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), para promover la agricultura campesina en países donde no hay interés para realizar eso.


Desafío: alimentar al mundo
con equidad y sustentabilidad

Fernando Agustín Soto Baquero
Representante en México de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)


FOTO: Michael Fleshman

El sistema alimentario en el siglo XXI enfrenta una enorme contradicción o una paradoja: no falta comida en el mundo, en los 70 años recientes la población mundial se ha multiplicado por tres y la oferta per cápita de comida aumentó 40 por ciento, es decir hay alimentos suficientes; al mismo tiempo y en contraste, persiste el hambre y la desnutrición. Hay 800 millones de personas con hambre en el mundo, 45 millones de ellas en nuestra región de América Latina y el Caribe. Siete millones en el caso de México, que es la población objetivo de la Cruzada Nacional Contra el Hambre.

La causa entonces de que el hambre persista es más bien la falta de acceso a los alimentos, ya sea que las personas la produzcan o ya sea que tengan ingresos para comprarla. El desafío que viene es que el mundo tiene que aumentar 60 por ciento la producción de alimentos, para alimentar una población de nueve mil 200 millones de personas que habitarán esta Tierra el año 2050. Y que ese 60 por ciento adicional tiene que hacerlo con menos recursos, con menos suelos, con menos agua, con menos biodiversidad y en un contexto de cambio climático al cual la agricultura contribuye de alguna manera, pero por otro lado es el sector más vulnerable y eso se está viendo principalmente en la región mesoamericana.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y en general un consenso internacional cada vez mayor indica que el modelo actual de agricultura, que está basado en el uso intensivo de recursos, está encontrando límites que va a tener que superar para poder aumentar la producción de alimentos hoy y mañana. Este paradigma de producción alimentaria –que ha sido muy exitoso desde el punto de vista de la cantidad de alimentos con que el mundo cuenta- también ha estado en la base de las últimas revoluciones agrícolas en el mundo, las revoluciones en la India, por medio de la revolución verde que inició en México y que después tuvo su desarrollo en la India; la revolución blanca de la India, país que se ha convertido en el principal exportador de leche en el mundo; la revolución agrícola en Vietnam, un país que sufría de hambre y que hoy es el tercer exportador de arroz en el planeta; la revolución de exportación de hortalizas en Egipto... Todas estas revoluciones agrícolas recientes han sido sobre una base agraria de pequeña producción, de agricultura familiar, y también está viviendo las dificultades de contar cada vez con menos suelo, con menos agua y menos biodiversidad.

El ajuste de cambio en el modelo de producción de alimentos es global y es para todas las formas de producción. Estos cambios, que indican que no es suficiente producir alimentos, aunque es indispensable, implica aumentar la productividad, sólo que con un agregado muy importante, con sostenibilidad, o con sustentabilidad. Cabe entonces a los gobiernos, a los movimientos sociales, a las organizaciones de la sociedad civil, a los científicos, a la academia y a la FAO trabajar hacia ese nuevo modelo que sin lugar a dudas permita, valorice e impulse la economía familiar campesina.

Y la agroecología debe ser una referencia. La agroecología permite el desarrollo sustentable de la agricultura. El avance hacia sistemas alimentarios inclusivos y eficientes promueve el círculo virtuoso entre la producción de alimentos y la protección de los recursos naturales; el mejoramiento de la salud pública, por medio de una alimentación sana, con productos frescos; la protección de la biodiversidad; el rescate y valoración de los productos locales, de los mercados locales, y nuevas oportunidades para el desarrollo de los territorios rurales. Promueve el mejoramiento de la calidad de vida de agricultores, agricultoras y consumidores. Es por eso que la agroecología está considerada en el mundo como una referencia importante en los cambios que deben hacerse, porque ya los límites de vivir en nuestro planeta están siendo alcanzados.


FOTO: Rainforest Action Network

Hay dos elementos adicionales que quiero subrayar. Uno, que la agroecología es una disciplina científica que toma en cuenta la ecología en los agrosistemas y en los sistemas alimentarios, y además de ser eso es una corriente ambientalista, de desarrollo rural, de agricultura sustentable, y por otro lado es una técnica en la finca, en el predio, en la parcela.

Estos principios de la agroecología en busca de una agricultura más sustentable están incorporados en la Agenda del Desarrollo Sostenible, que todos los países del mundo van a suscribir en los próximos meses en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York. Hay al menos dos objetivos de desarrollo sostenible que tienen que ver directamente con la agricultura sostenible. Éstos, que son el siguiente paso hacia los Objetivos de Desarrollo del Milenio, ya son objetivos para todos los países del mundo, no sólo para los países en desarrollo, también para los desarrollados, y pretende enfrentar, entre otros grandes desafíos, el hambre y la pobreza, fundamentalmente en el medio rural, y el cambio climático.

En América Latina, la agroecología viene siendo construida en la práctica, por ustedes. Desde hace décadas, son los movimientos sociales, de agricultores, campesinos, comunidades tradicionales, pueblos originario y pescadores tradicionales, los que vienen construyendo la agroecología. La FAO ha impulsado a nivel global y de las regiones del mundo foros, diálogos y seminarios entre académicos, funcionarios públicos y movimientos sociales, con el objetivo de poner esta referencia de la agroecología en un lugar importante en todo este movimiento de ajuste y de transición en los sistemas alimentarios.

Quiero concluir citando a José Graciano da Silva, director general de la FAO, que en el Simposium Internacional para la Agroecología, la Seguridad Alimentaria y Nutricional, que se celebró en Roma, en septiembre de 2014, planteaba: “La agroecología continúa creciendo, tanto en la ciencia como en las políticas públicas; es un enfoque que ayudará al desafío de terminar con el hambre y la malnutrición en el marco de la necesaria adaptación al cambio climático”. La FAO en México está a disposición del secretario de Agricultura y de las organizaciones campesinas para, en diálogo y en alianzas, utilizar lo mejor de todas las fuerzas, de todas las voluntades, de todos los compromisos y pasiones, para terminar con el hambre y la pobreza extrema en México.

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