17 de octubre de 2015     Número 97

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Filantropía y movimientos sociales

Sarah Hobson Directora ejecutiva de New Field Foundation, San Francisco


FOTO: Ranyuz

Hacer coincidir el dinero con la construcción de movimientos es tarea difícil. Si bien el financiamiento tradicional requiere una organización receptora única, contabilidad precisa, sistemas formales y mecanismos de control, la creación de movimiento implica un gran número de personas y organizaciones que necesitan flexibilidad, inspiración, una buena dosis de riesgo y el valor para lograr un cambio.

De todo el dinero otorgado por el sector filantrópico de Estados Unidos, sólo una muy pequeña proporción se orienta a apoyar a los movimientos sociales, incluidos los dirigidos por organizaciones de pequeños productores, de pueblos indígenas y de mujeres rurales. De la cantidad limitada de financiación que está disponible para los movimientos, un porcentaje muy pequeño se dedica a la agroecología y a la creación de sistemas alimentarios equitativos. Sin embargo, el interés en los temas de alimentación está creciendo entre los fondeadores, pues observan los impactos del cambio climático y el crecimiento de la población mundial. Los donantes se están dando cuenta de los vínculos entre el sistema mundial de alimentos poco saludables, un planeta cada vez más envenenado, y la prevalencia de cáncer, diabetes, enfermedades del corazón y las diversas formas de desnutrición que afectan a las poblaciones de todo el mundo.

Un sector atado a los mercados. El término “filantropía” en Estados Unidos incluye a todas aquellas personas e instituciones que intervienen para proporcionar dinero a objetivos sin ánimo de lucro, con el acompañamiento de ventajas fiscales. Más de 85 mil fundaciones tienen activos por más de 700 billones de dólares y adjudican alrededor de 50 mil millones de dólares al año. Dos tercios de este dinero provienen de individuos y familias, y están estrechamente relacionados con los intereses, personalidades y deseos de los donantes. En términos generales, la mayoría de la financiación va a organizaciones estadounidenses de las áreas de educación, salud, instituciones religiosas y bienestar ambiental y animal. Los fondos que van al ámbito internacional siguen siendo proporcionalmente pequeños, y de hecho descendieron en siete por ciento en 2013.

Como sector, la filantropía está estrechamente relacionada con el sector financiero, y refleja los flujos actuales de capital de todo el mundo. Dado que los activos de las fundaciones son en su mayor parte invertidos para obtener retornos financieros máximos y un fuerte crecimiento, esto puede conducir a dilemas incómodos y contradicciones en cuanto a la misión y los principios de la institución. A modo de ejemplo, una fundación comprometida con financiar la mitigación del cambio climático podría encontrarse en un dilema si tiene grandes inversiones rentables en empresas petroleras. En Estados está cobrando fuerza una campaña que pide a las fundaciones “cancelar sus inversiones en combustibles fósiles”, pero la siguiente dificultad será dónde realizar entonces la inversión. Aunque que las fundaciones busquen invertir en compañías que tienen prácticas socialmente equitativas y ambientalmente sostenibles, las opciones no están siempre disponibles en la escala necesaria o con rendimientos comparables, dando lugar a la continua inversión en un sistema que alimenta la riqueza y el poder de las corporaciones y del sector privado.

Otra tendencia creciente en el sector filantrópico es la “inversión de impacto” que implica usar dólares de la fundación para iniciativas que intentan mejorar la vida de la gente y tener un impacto positivo en la sociedad. No son subvenciones, sino inversiones que tienen que ser reembolsadas, tal vez con un poco de intereses, durante un número de años. Esto significa que la inversión va hacia una empresa de negocios que tiene suficientes ingresos para poder pagar una inversión. Esto puede ser muy valioso para dar apoyo a negocios emergentes que benefician a las comunidades, pero puede reducir los fondos disponibles para actividades esenciales sin fines de lucro de las comunidades, lo que conduce a una mayor austeridad para las personas con menos recursos.

A la sombra de la crisis financiera mundial de 2007-08, en la que muchas fundaciones perdieron hasta 40 por ciento de sus activos y tuvieron que recortar programas de donaciones, persiste la preocupación en las fundaciones ante los choques que enfrentarán en el futuro y cómo éstos afectarán su trabajo. Una respuesta es colaborar con otras fundaciones afines para compartir ideas, desarrollar estrategias conjuntas y combinar recursos para tener más impacto, sobre todo al conseguir fondos para organizaciones de base que están haciendo una diferencia en el propio campo de acción.

Rompiendo el molde: iniciativas de colaboración de los fondos. Varias iniciativas de financiación que empezaron en fechas recientes, apoyan a las organizaciones de campesions, movimientos sociales de agroecología y sistemas alimentarios saludables.


FOTO: International Rivers

La Acción Conjunta para Organizaciones de Agricultores en África occidental se basa en el Año Internacional de la Agricultura Familiar 2014. Está dirigida por una fundación francesa en colaboración con dos italianas, una de Estados Unidos y una africana que tiene su sede en Senegal. La iniciativa tiene como objetivo vincular a las organizaciones de agricultores a escala local, nacional y de África Occidental. Promueve las prioridades e intereses de los pequeños productores en particular. La iniciativa contempla y apoya un movimiento dinámico y equitativo de los campesinos en el África occidental, y propicia que las organizaciones de campesinos y comunidades pesqueras creen y administren sistemas locales de alimentos de calidad en beneficio de las familias y las comunidades en su región de manera ecológicamente sostenible. El movimiento campesino promueve políticas locales y regionales de soluciones ecológicas, de induce el liderazgo de las mujeres, los indígenas y los jóvenes.

Las cinco fundaciones asociadas en esta iniciativa celebraron recientemente una reunión consultiva en Senegal con representantes de 18 organizaciones campesinas de cuatro países (Burkina Faso, Ghana, Malí y Senegal), para identificar las prioridades de financiación. Éstas son: la construcción de capacidades de las organizaciones, apoyo al desarrollo de los sistemas alimentarios locales y ampliación de mecanismos para influir en políticas y prácticas locales, nacionales y regionales.

Otra iniciativa de colaboración es el Fondo de Agroecología (www.agroecologyfund.org) que inició en 2012 y tiene nueve donantes, de los cuales siete son de Estados Unidos y dos de Europa. Hasta la fecha, el Fondo de Agroecología ha proporcionado más de dos millones de dólares en subvenciones para 14 colaboraciones compuestas por un total de 85 organizaciones en 16 países, incluidos México, Ecuador y Brasil. El fondo define la agroecología como una forma de vida basada en principios y prácticas que integran la cultura, el conocimiento, la salud, los medios de vida y el género.

El Fondo de Agroecología busca aumentar el volumen, la colaboración y la efectividad a largo plazo de la investigación, la promoción y la construcción de movimientos de soluciones agroecológicas, sistemas alimentarios sostenibles y políticas que mitiguen los efectos negativos del cambio climático. Sus prioridades actuales incluyen profundizar los conocimientos y las prácticas de los campesinos, ampliar el movimiento agroecológico; aumentar la investigación, y documentar la innovación, sobre todo cuando se es realizada por la gente; y promover las políticas y los programas públicos a favor de la agroecología a escalas local, nacional e internacional.

Otro ejemplo, la Alianza Mundial para el Futuro de la Alimentación (www.futureoffood), es una coalición de América del Norte y fundaciones europeas comprometidas con el aprovechamiento de sus recursos para conducir los sistemas alimentarios y agrícolas hacia una mayor sostenibilidad, la seguridad y la equidad. Su labor está dirigida por tres grupos de trabajo, uno de los cuales es el Grupo de Trabajo Transiciones Agroecología, que busca fortalecer la práctica y la voz de la agroecología, para defender la integridad de los sistemas naturales y el derecho humano a la alimentación, y abogar por el comercio y la políticas de inversión que respeten los sistemas de alimentos diversos y locales.

Los proyectos actuales del Grupo de Trabajo Transiciones Agroecología incluyen el apoyo a los líderes de los movimientos sociales para asistir a las reuniones regionales de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre Agroecología, que tendrán lugar en el Senegal y Tailandia en noviembre. Otro proyecto identificará y ampliar fuentes de financiación para apoyar las iniciativas dirigidas por la comunidad para fortalecer los sistemas de semillas locales y aumentar la agro biodiversidad.

Más fondos estadounidenses para movimientos sociales. Los movimientos sociales y las organizaciones locales que deseen un mayor acceso a fundaciones de Estados Unidos y a su financiación deben tomar en cuenta una serie de factores. Para hacer donaciones, las fundaciones estadounidenses necesitan una organización que sea financieramente estable, que tenga sistemas financieros bien definidos y pueda proporcionar informes financieros precisos y oportunos. Las fundaciones tienen que reportar a sus propios consejeros y cumplir con los estrictos requisitos de las autoridades gubernamentales y fiscales para la información financiera y legal. Además, estas fundaciones buscan organizaciones que puedan demostrar la gobernanza responsable y confiable, liderazgo efectivo y programas con visión y un historial de logros.

Los consejeros y el personal de las fundaciones también se preocupan de hacer el mejor uso de su dinero, con resultados bien documentados que pueden demostrar lo que ha cambiado y lo que se ha beneficiado. Idealmente, los resultados se documentan y se comunican con los datos cuantitativos, así como con historias e imágenes. A las fundaciones les gusta saber que las organizaciones a las que apoyan tienen relaciones y redes que amplifican el trabajo financiado. Cuando una ONG puede demostrar que una proporción significativa de los recursos que recibe se está dando a organizaciones comunitarias y que éstas mismas la gestionan, con resultados documentados, las fundaciones entonces pueden asegurar que están teniendo un impacto en campo.

Muchas organizaciones no gubernamentales, nacionales e internacionales, así como instituciones de investigación y educativas, reciben grandes subvenciones de fundaciones estadounidenses, pero es raro que esas organizaciones destinen parte de esa financiación a las iniciativas impulsadas por la comunidad. Sus cuentas y estados financieros rara vez muestran cuánto de su donación llega y se gestiona de manera autónoma por las personas y las organizaciones a las que se busca beneficiar. Destacar este tema y pedir instituciones más grandes para auditar cuentas es una manera de llamar la atención sobre la escasez de fondos que llegan directamente a los movimientos sociales, las redes campesinas y organizaciones de la comunidad. Solicitar a las instituciones más grandes asignar una parte de sus fondos a las organizaciones que realizan el trabajo en campo como una cuestión de política y principios es otra manera. Cuando las organizaciones de base más involucradas en los movimientos sociales tienen la autoridad para tomar decisiones sobre el dinero, se cambia la naturaleza de las relaciones y se permite un balance más equitativo del poder.

Proyectos de vida vs
proyectos de muerte

Víctor Manuel Toledo Investigador del Instituto de Ecología de la UNAM


FOTO: Marte Merlos

Vivimos hoy una crisis de civilización. Esta es una idea que ha surgido por lo menos desde hace 20 años, y hoy está aceptada en buena parte del pensamiento crítico. La agroecología y los campesinos forman parte de esa crisis, que es múltiple. No es sólo una crisis económica, o social, o ecológica, o financiera. Es profunda, es nueva, es una combinación de diversas crisis y por tanto estamos viviendo un fin de época, una fase terminal del modelo de civilización y de conjunto de paradigmas. Esto significa que aun desde la ciencia estamos obligados a ser precavidos porque buena parte de nuestra forma de ver el mundo,  nuestros modelos, muestras metodologías, nuestros procedimientos teóricos,  son inservibles. Han sido rebasados por la complejidad de los fenómenos. Esto significa que la civilización industrial es la que está en crisis.

Desde la ecología política, podemos visualizar que en lo profundo el motor de esa crisis de civilización es la existencia de una doble explotación. Menos de uno por ciento, una elite del mundo, explota al resto de la humanidad; está confirmado por muchos trabajos. Ese uno por ciento explota el trabajo de la naturaleza y el trabajo humano. La agroecología aparece como modelo alternativo frente a la agricultura y la ganadería. Un modelo alternativo para la producción de alimentos. Surge junto con el modelo inspirador, que es el modelo campesino, frente al modelo industrial.

En este caso la crisis de civilización se hace cada vez más clara. Es un conflicto entre proyectos de muerte y proyectos de vida. En la producción de alimentos el modelo industrial es de una u otra orma un proyecto de muerte y la agroecología, inspirada en modelos campesinos e indígenas, propone un proyecto de vida.

¿Cómo en los próximos años el modelo agroecológico de inspiración campesina va a ir derrotando al industrial? Esto tiene que ver con los territorios, son batallas que se dan ya en territorios concretos. Y tiene que ver con una idea de poder social, poder ciudadano, civil, que debe irse imponiendo en los territorios e ir estableciendo proyectos alternativos, donde la agroecología constituya un elemento muy importante.

¿Es posible una red multi escalable de agroecologia, como resistencia  frente a proyectos de muerte? Si nos damos cuenta, los seres humanos nos organizamos en aparatos, estructuras centralizadoras, verticales o jerárquicas, que son parte de la normalidad del mundo moderno, un mundo que tiene ya cinco mil años de antigüedad. Los aparatos son estructuras que se establecen en los gobiernos, ejércitos, empresas, Iglesias, partidos políticos; son formas no orgánicas, son jerárquicas, que dan lugar a caudillismos y todo tipo de abusos entre unos y otros.

En la naturaleza, en cambio, las redes de organismos son el ejemplo, y las redes son la expresión orgánica de la organización de la vida. A diferencia de los aparatos, las redes son equitativas, allí están los movimiento sociales, las cooperativas, que son estructura descentralizadas y verticales.


FOTO: Tierra y Territorio

Para salir de la crisis de civilización, ¿no deberíamos organizar el mundo a partir de redes, y no de aparatos? Innovar con formas novedosas de organización y resistencia.

Otra distinción es entre resistencias y alternativas. Las resistencias surgen de grupos de ciudadanos, de organizaciones o cooperativas que resisten los embates de los proyectos de muerte, que son los de corporaciones apoyadas por políticas neoliberales. Hoy no vivimos una dictadura del proletariado, sino de empresariado, donde una elite de corporaciones domina toda la economía y sigue ganando. Por ejemplo, la semillera Monsanto tiene ganancias anuales de15 mil millones de dólares (en 2014) y un ejército de científicos que suma lo mismo que el total de científicos mexicanos.

En México suman entre 280 y 300 conflictos socio ambientales; resistencia frente a proyectos de minería, mega turismo, parques eólicos, hidroeléctricas, transgénicos… Con tres años de trabajo en México, el Tribunal Permanente de los Pueblos afirma que México no vive una crisis ambiental, sino un colapso ambiental.

Se calcula que hay dos eventualidades críticas por día en México. Si vemos el periódico, vamos a ver que dos nuevos conflictos cada día y el número de pobres en el país va en aumento. Observamos que en el país se han generado redes de resistencia. Por ejemplo, el Congreso de Pueblos de Morelos, que ya logró una organización de 30 comunidades y están en contra de acueductos, autopistas e hidroeléctricas.

En Puebla, en la más reciente asamblea sumaron 102 comunidades matriculadas contra las mineras e hidroeléctricas que amenazan sus territorios. En el Istmo de Tehuantepec hay diez comunidades organizadas en contra de parques eólicos, con batallas permanentes. Son conflictos que propician incluso pérdida de vidas. En los diez años pasados en México han sido asesinados 50 ambientalistas. En Atenco hay siete comunidades que rechazan el nuevo aeropuerto internacional de México. La gente se organiza y pasa a la ofensiva.

Y aquí es donde la agroecología entra como un proyecto fundamental para la construcción de proyectos  alternativos, desde  abajo, de los territorios. En el libro México: regiones que caminan hacia la sustentabilidad, hicimos un análisis de proyectos alternativos, de experiencias exitosas en el país. Encontramos más de dos mil experiencias, proyectos de comunidades, de cooperativas, de ejidatarios. Son proyectos indígenas, y entre ellos encontramos unos 500 de carácter ecológico.

Y si miramos proyectos de sustentabilidad en cinco estados, Oaxaca, Michoacán, Puebla, Chiapas y Quintana Roo, sumamos más de mil. En Chiapas, por ejemplo proyectos de café orgánico en manos de cooperativas indígenas.

No debemos  dejar pasar lo que ha ocurrido en países como Brasil, donde hay una coordinadora de movimientos ligados a la agroecología. Van adelante de México.

En México hay una enorme fuerza y energía, que necesitamos hacer converger, unir, para resentar un gran frente. Debemos ir escalando  para tener organizaciones más poderosas y que abarquen más. No es cierto que los mexicanos estamos pasivos y con la cabeza baja. La gente está organizándose en cada punto del país para resistir los embates de los proyectos de muerte. Batallas que no son sólo del orden alimentario o agrícola. La agroecología es un elemento fundamental y necesario. El Encuentro Internacional organizado por ANEC viene a ser un parteaguas y puede contribuir de manera decisiva a enfrentar los proyectos de muerte.

 
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