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A tres meses de su apertura, la exposición ha recibido más de 120 mil visitantes

Último fin de semana de la muestra Yo, el rey, en el Munal

Integrada por 200 piezas de colecciones nacionales e internacionales que dan una idea de la fastuosidad de las monarquías hispánicas

La exhibición concluye el próximo domingo

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Obra monumental tejida, según investigadores, por un mercader llamado Joris VezeleerFoto Mónica Mateos-Vega
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Los asistentes quedan deslumbrados ante las obras de pintores como Velázquez, Goya o Miguel CabreraFoto Mónica Mateos-Vega
 
Periódico La Jornada
Viernes 16 de octubre de 2015, p. 3

A tres meses de su apertura y ya en la recta final de su estancia en la ciudad de México, la exposición Yo, el rey, que se exhibe en el Museo Nacional de Arte (Munal), ha sido visitada por poco más de 121 mil personas.

Niños y jóvenes abarrotan las salas los fines de semana, la mayoría con la misión de conseguir información para realizar una tarea escolar. Pero la visita se transforma para ellos en un grato descubrimiento.

Pronto dejan de lado los cuadernos donde anotan los datos de las cédulas que acompañan las piezas y se detienen a mirar, deslumbrados, los detalles de cada obra.

Ahí están, por ejemplo, Rodrigo y Jafet, jóvenes preparatorianos que vienen a la ciudad de México desde Querétaro, sentados hace varios minutos frente a un enorme tapiz, tejido con oro, plata, seda y lana, donde se aprecia a Hércules sosteniendo la esfera celeste.

Constelaciones, la Vía Láctea, Perseo, Orión, una liebre, la Osa Mayor y un dragón son las figuras que intrigan a los muchachos: Me hace imaginar muchas cosas, comenta uno de ellos frente a esa obra monumental tejida, según algunos investigadores, por un mercader de Amberes llamado Joris Vezeleer, con base en dibujos preliminares de Bernaert Van Orley, pintor del Renacimiento nórdico.

Con el pago de 5 pesos, a los visitantes se les da un permiso para que puedan tomar fotos sin flash, y los chicos se dan vuelo con las cámaras de sus teléfonos celulares. Todos se quieren llevar la selfie ya sea con Carlos V (el de los chocolates, bromean algunos), o con Felipe El Hermoso (que estaba muy feo, ríen otros).

Un delicado biombo del siglo XVIII, donde se aprecian varias escenas de la entrada de un rey español a una ciudad, recibe al público, que también encuentra esculturas, joyería, platería, armería, monedas y documentos históricos que, aunado a las pinturas y dibujos, completan las 200 piezas provenientes de colecciones nacionales e internacionales que plasman la fastuosidad de las monarquías hispánicas.

No todos los muchachos acuden porque les dejaron la encomienda en la escuela. También se puede ver en las salas a parejas, grupos de amigos, personas de la tercera edad, familias a las que alguna amistad les recomendó visitar esta exposición, que está maravillosa; me siento como reina caminando entre obras que algunas vez estuvieron en auténticos palacios, dice la señora Andrea, vecina de la estación San Cosme del Metro y asidua visitante del Munal y del Museo de San Carlos, espacios que la han convertido ya en gran aficionada de la época barroca.

Un grupo de universitarios arma un debate frente al retrato de Moctezuma, de autor anónimo, realizado en el siglo XVII y junto al que se explica que, luego de haberle realizado una radiografía a la obra, se descubrió que el pintor cambió la postura del gobernante azteca, quien primero fue retratado con la cabeza erguida y luego se le dejó con actitud de sumisión, agachado.

Pues sí, la historia la escribieron los conquistadores, por eso este Moctezuma tan españolizado, dice Rodrigo, estudiante de letras inglesas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Más adelante, un grupo de niñas de secundaria se ríe de los largos cabellos de Carlos II y de su vestimenta: Nunca confiaría en alguien con esas botas, dicen, y quienes están alrededor y miran esos largos zapatos que cubren casi toda la pierna del monarca les dan la razón.

En Yo, el rey destaca la presencia del cuadro Fernando VII en un campamento (1815), del gran Francisco de Goya (Fuendetodos, provincia de Zaragoza, 30 de marzo de 1746-Burdeos, Francia, 16 de abril de 1828), y los espléndidos retratos de Felipe IV y Mariana de Austria (1655), del enorme Diego de Velázquez (Sevilla, bautizado el 6 de junio de 15991-Madrid, 6 de agosto de 1660), piezas traídas del Museo Nacional del Prado, de España.

La curaduría estuvo a cargo de Abraham Villavicencio, quien propone cuatro núcleos temáticos. El primero es La herencia iconográfica del pasado antiguo, donde hay obras que hacen referencia al pasado romano, indígena y germano de la monarquía hispánica.

El segundo apartado es La efigie real: recursos plásticos y retóricos; le sigue La monarquía mesiánica y el imaginario religioso, donde se aprecia una virgen de Guadalupe (1760), pintada por Miguel Cabrera (Tlalixtac, Oaxaca, 1695-1768), uno de lo máximos exponentes del barroco novohispano y a quien algunos especialistas atribuyen la realización del lienzo del Tepeyac.

Frente a esa imagen, narra uno de los guardias de la sala, no son pocas las personas que se persignan y se quedan, incluso, algunos momentos en silencio, como orando.

Cierra la visita Ecos de la monarquía en México independiente, en el que se exhiben cuadros y objetos que pertenecieron a Agustín de Itubide, Maximiliano de Habsburgo y la infaltable reina Carlota, emperatriz de México.

Para una mejor comprensión de la muestra, se ofrece a los pequeños una guía infantil (pueden solicitarla en el mostrador de informes, a la entrada del Munal), y hay material descargable en la página.

La exposición cierra el domingo 18 de octubre. Estos últimos días habrá horario extendido. El recinto se encuentra en Tacuba 8, Centro Histórico.