Opinión
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Maravilla barroca
U

no de los edificios más bellos del Centro Histórico es el Antiguo Colegio de San Ildefonso, imponente construcción barroca que edificaron los jesuitas a principios del siglo XVIII. Sustituyó al edificio que habían levantado en el siglo XVI, como internado para alojar a los estudiantes de los cercanos colegios que establecieron en los alrededores, entre otros, el Máximo de San Pedro y San Pablo.

La magna construcción (que contaba con cuatro grandes patios), tras la exclaustración de los bienes religiosos a mediados del siglo XIX, fue siendo paulatinamente destruida, conservándose dos patios y la portada de la capilla doméstica.

Poco antes del fallecimiento de Benito Juárez, en 1872, Gabino Barreda le propuso la creación de la Escuela Nacional Preparatoria, idea que el presidente aceptó gustoso. Se escogió como sede el edificio del viejo colegio de San Ildefonso. En 1910 la institución se integró a la recién refundada Universidad. En la década de los años 20 y 30, los mejores pintores decoraron los muros, expresando la mentalidad nacionalista que surgió de la Revolución mexicana.

En 1978 el inmueble dejó de ser sede del plantel número uno de la Escuela Nacional Preparatoria. El edificio permaneció cerrado al público hasta 1992, en que fue restaurado para convertirse en un centro de arte, sede para exposiciones temporales de relevancia.

En otras ocasiones hemos hablado de los tesoros que guarda; hoy vamos a platicar del Anfiteatro Bolívar, sitio que es poco visitado y es interesante en muchos sentidos.

Cuando se tomó la decisión de ampliar las instalaciones de la Escuela Nacional Preparatoria, con la construcción de un edificio anexo destinado para oficinas y un anfiteatro, el arquitecto Samuel Chávez sólo alcanzó a concluir el segundo; llamado entonces únicamente de la Preparatoria.

Se inauguró en 1910 al crearse la Universidad Nacional de México, en el marco de la celebración del primer Centenario de la Independencia. La edificación del anexo se suspendió temporalmente por el comienzo de la Revolución y se concluyó hasta 1931.

En 1922 se invitó a Diego Rivera a pintar el que fue su primer mural. Es en un estilo con marcada influencia bizantina, muy distinto al que habría de utilizar posteriormente. Lleva por título La creación, en referencia a la ciencia y el arte.

Ocho años más tarde al conmemorarse el centenario del fallecimiento de Simón Bolívar, el Anfiteatro se bautizó con su nombre. En el amplio vestíbulo Fernando Leal pintó entre 1930 y 1942 la Epopeya bolivariana.

Rivera realizó el mural con la técnica llamada a la encáustica, que es a base de resina de copal emulsionada con cera de abeja y una mezcla de pigmentos, fundidos con fuego directo.

Además de su belleza estética, el mural guarda una rica simbología que parte de la célula original, de donde surge la figura del hombre, rodeado de la fauna y la flora. A los lados se muestran figuras de hombres y mujeres, algunos desnudos. Prácticamente todos ellos son retratos de personajes de la época, entre otros su ayudante Amado de la Cueva, la que fuera su esposa Lupe Marín, Carmen Mondragón con enormes ojos verdes, a quien el Dr. Atl, que vivió un romance con ella, nombró Nahui Ollin.

Luz Jiménez, una indígena que fue modelo del pintor en muchas ocasiones. La actriz conocida como Dolores del Río, la escritora Palma Guillén y la actriz de tandas Guadalupe Rivas Cacho. Todas ellas representan musas y virtudes cardinales, entre otras danza, fábula, poesía, erótica, tragedia, justicia, música, caridad y fe.

En este lugar fascinante voy a tener el privilegio de dar una charla sobre la historia y presente de la ciudad de México, con el fondo de las imágenes de los programas de Crónicas y relatos de México, que tengo el gusto de conducir en Canal 11. Es el jueves 15, a las 19 horas y la entrada es gratuita.

Que les parece si de ahí nos vamos al Morro, en San Juan de Letrán 42, hoy Eje Central, a sopear unos churros crujientes en un chocolate espumoso.