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Ver día anteriorDomingo 11 de octubre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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A la Mitad del Foro

La locura del método

C

uando dejamos de engañarnos con el mito del cuerno de la abundancia empezó la fantasía del acceso inmediato al primer mundo, de la modernidad como clave y la condena de los nostálgicos del pasado. Llegaría el día en que, lejos del progreso prometido, el vuelco aperturista distorsionado invirtió el flujo del dinero: las remesas, los dólares enviados por los mexicanos que se fueron al norte, superaron el monto de la venta de crudo, al ingreso del que dependía nuestro patético sistema fiscal.

Los operadores del capitalismo financiero, criaturas del neoliberalismo en las aguas mansas del sistema de partido hegemónico, del cesarismo sexenal que se quedó sin César, aplaudieron la ruptura de las cadenas. Nuestras exportaciones de bienes industriales y la maquila generaban más ingresos al fisco que los veneros de petróleo que nos escrituró el diablo. Exportamos lo que importamos. Y maquilamos, casi sin añadir insumos a la mano de obra barata, al punto de haber llegado a ser menor que la de China. Reforma energética que trastrocaba el nacionalismo revolucionario mismo.

¿Quién iba a extrañar a los nostálgicos que en masa se incorporaron a la transición que nos pondría a dar vueltas a la noria? El sistema no era inmortal. Las revoluciones ceden a la permanencia de todo antiguo régimen. Cada día producimos menos petróleo y las remesas superan el monto de la exportación de crudo y de cualquier producto del Tratado de Libre Comercio de lento progreso y beneficios concentrados en grupos privilegiados. Y ahora, entre cuentas alegres de empleos formales creados y de recortes sucesivos a la expectativa de crecimiento, Luis Videgaray informa, confiesa, que el TLC benefició únicamente al norte del país.

Vamos a acabar dando la razón a los modernizadores finiseculares que insistían en los dos Méxicos, el norte rico y criollo, y el sur indio y pobre. Por lo pronto, el Poder Legislativo renuncia a parlamentar y monta el circo callejero de protestas y pancartas empuñadas por quienes debían hablar desde la tribuna. El sistema plural de partidos es viva imagen de la serpiente que muerde su propia cola. De vez en cuando hay retórica opositora en voces que fueron eficaces ejecutores del poder en el sistema ido: Manuel Bartlett, por ejemplo. O se dan casos con que reivindican, hasta cierto punto, la instituciones puestas en la picota por la incredulidad ciudadana: la comparecencia de la procuradora general de la República en el Senado, por ejemplo.

Pero una o dos golondrinas viajeras no hacen verano. Ni alcanzan a contener el desbordamiento avasallador de las redes, por las que corre toda la basura, entre inteligentes voces que apenas se oyen en el sonido y la furia de la estulticia que encontró tribuna y el griterío de los enviados mensajeros pagados por los del poder político, sean los del partido en el gobierno o los que han suplido con creces al priato tardío que se diversificó después de la caída. Después del parto de los montes que nos obsequió a Fox, los exabruptos guerreros de Calderón y el portento de la corrupción y la impunidad que florecieron con la poda de priístas y los injertos de inciertos tránsfugas de la derecha ultramontana.

Y ahora, el retorno del PRI de la adaptación que daría la razón a los tecnócratas que se incorporaron al darwinismo social. El Pacto por México y el pasmo de ver el triunfalismo de la eficacia operación política a la defensiva; lento en la respuesta al reto de la complicidad del narco ultra capitalista y la izquierda deformada por sus pugnas tribales y la disputa por el botín de los cargos políticos. Ayotzinapa fue el punto de no retorno. Ahora hay que morderse la lengua y dar buena acogida a los enviados de la OEA y de la ONU que vienen a decirnos lo que somos sin saber por qué ni cómo nos convertimos al barbarismo moderno que suplió a los usos y costumbres. Hay que aceptar su presencia y reconocer los fallos visibles, sin ceder un ápice del dominio soberano de nuestro propio sistema de justicia.

En todo caso, pasó la hora de dejar en manos de otros la mal afamada responsabilidad que les corresponde. Como en el pavoroso caso de Ángel Aguirre y el alcalde de Iguala ante quienes Peña Nieto cedió tiempo y una suave versión de rechazo al centralismo. A un precio enorme para él, para su gobierno y para el incierto avance de la transición a la democracia que por un momento pareció en vías de cambio de régimen y no tan sólo de sistema. Hoy Enrique Peña Nieto retoma la iniciativa en la repetición constante de logros por pequeños que sean o parezcan ser; en el recurso optimista de las cifras de empleos formales creados en número superior a los de anteriores gobiernos. A querer o no, se pone al frente de la ya incontenible campaña de la sucesión presidencial.

No hace falta buscar el historial médico al que atribuyen el regreso de Emilio Chuayffet al estado de México, donde el gobernador Eruviel Ávila festeja la declaratoria de nueve pueblos mágicos y presume el privilegio de ser potencia turística, menor únicamente al Distrito Federal y Jalisco. El relevo de Chuayffet en el despacho que fuera de Vasconcelos, de Torres Bodet, está en plena campaña; es no sólo secretario a cargo de la reforma educativa, sino ejecutor del imperio de la ley; ajeno a cualquier visión punitiva, salta a la palestra para insistir en que se cumplirá lo que la ley impone y a todo maestro que no acuda al salón se le descontará el salario del día; al que falte tres días se le despide. No ha dicho dura lex sed lex, porque los latinajos no están de moda entre quienes usan el anglicismo al final del día, en lugar de a fin de cuentas.

No todo el monte es orégano. Y en lugar del sistema muerto hemos enseñoreado la versión mexicana y contemporánea de la locura del método. Una declaración de pueblos mágicos basta para imponer el peso del centro que nunca dejó de serlo, a la fantasía del flujo de dólares de un turismo al que le basta la oferta de playas y paisaje, como si el resto del mundo fuera ya un páramo en el que se navega el desierto y no hubiera ruinas arqueológicas, ni fanatismos religiosos que las destruyeran. Eruviel Ávila quiere y lo dice conforme al método que imponía la espera de línea en el sistema ido. Roberto Borge ya se va de Quintana Roo. Y Cancún es, en el lenguaje publicitario adoptado por los políticos, marca universalmente reconocida y anhelada.

Hace falta algo más que vestir de blanco a la orilla de un palmar. Ya no hay orfandad en el PRI, pero con la segunda alternancia vino lo acumulado en la travesía de la oposición en la que los gobernadores se vieron dueños de poder real en espacio real, sujetos únicamente por la dependencia de recursos del fisco federal. La Conago los liberó de acudir sombrero en mano ante el secretario de Hacienda. Pero no de pedir, negociar y cabildear. Con Manlio Fabio Beltrones habrá firme cercanía del PRI con el inquilino de Los Pinos, pero también activismo para no ceder a la locura del método que desató la búsqueda desaforada de un candidato independiente.

Así sea el de El Bronco que enseñó el fierro del hacendado en cuanto le aflojaron el cabestro. O el paradigma independiente del Peje que pregona la victoria en la tercera vuelta.

O la tan personal independencia de Rafael Moreno Valle, puesto a cargo de lo político en el PAN del joven maravilla; de un poblano dispuesto a apoyar a la Volkswagen con la compra de patrullas mientras España teme por las inversiones pospuestas en pleno escándalo global por el nuevo dirigente de la empresa alemana.