La pelota de la diáspora mixteca
Pasajuego

Daniel Oliveras de Ita

Dejé mi guante en Tijuana, se lo encargué al coyote, porque para correr en el cerro pesa, hasta los seis meses le pagué para que me lo trajera y me puse a jugar.

 Sombra

La pelota mixteca ha acompañado a los pueblos oaxaqueños en su diáspora. Antes del siglo XX, los arrieros y sus recuas de animales la llevaron a las distintas regiones de Oaxaca, después la gente salió en el tren buscando un mejor destino y se llevó su juego y su cultura.

El juego de pelota mixteca es una ventana a través de la cual se puede ver la migración, cómo la gente dejó el campo para asentarse en los centros urbanos y más tarde cruzó la frontera. Es un juego de ida y vuelta que se fundamenta en las relaciones de reciprocidad y forma una red comunitaria extensa, dispersa, multiétnica, oaxaqueña y trasnacional.

Al inicio de la década de los 70, siguiendo los pasos de la generación que trabajó en California en el Programa Bracero, un puñado de hombres salieron del Pueblo de Magdalena Jaltepec en la Mixteca Alta, cargando los primeros guantes de pelota mixteca que llegaron a Estados Unidos.

Algunos consiguieron legalizar su situación migratoria a través de la amnistía y se hicieron residentes; ellos han mantenido los vínculos con las comunidades de origen y exportan sus raíces como remesas culturales. Dentro de este paquete que cruza la frontera vienen también guantes, pelotas y un juego que borra la distancia y hace sentir a los oaxaqueños en su tierra. Después de cuatro décadas la pelota mixteca sigue arraigada a la vida de los oaxaqueños que viven en California. Es un deporte que se hereda de generación en generación, se trae en la sangre, une familias y teje comunidades. La pelota mixteca marca un profundo sentido de pertenencia y muestra cómo los rasgos culturales son motivo de orgullo, superan la distancia y se reconfiguran con fuerza en nuevas geografías.

Los patrones migratorios de los pueblos oaxaqueños han cambiado, de una migración temporal que comenzó con el Programa Bracero, a una migración permanente que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XX. En un principio se migraba con la idea de ahorrar dólares para construir una casa y comprar una camioneta, los meses se hicieron años y los migrantes tuvieron hijos que nacieron en Estados Unidos, hablan inglés y para ellos Oaxaca es el lugar de sus abuelos, al que van de visita pero en el que no quieren vivir. Los paisanos sueñan con volver, pero sólo regresarán a México “el día que se les termine la fuerza para trabajar”.


Fotos: Daniel Oliveras de Ita

A través del juego de pelota mixteca se puede acceder a la vida e historia de los pueblos oaxaqueños; observar los lazos que existen entre las familias que permanecen en su territorio ancestral y aquellas que al haber emigrado buscando mejores condiciones de vida, establecen nuevas comunidades.

Entre los peloteros hay una preocupación por la desaparición del juego, pues cada vez son menos los que sostienen esta tradición. Sin embargo, en Estados Unidos la pelota se esta extendiendo y el número de jugadores se ha incrementado con los años. Muchos de los oaxaqueños salieron de México sin jugar pelota mixteca, pero al ser un vínculo con los paisanos y un generador del sentido de comunidad en los contextos migratorios, comenzaron a asistir a los pasajuegos a practicar este deporte. Jugar pelota es revivir su historia, regresar aunque sea por unas horas a la tierra de origen, a Oaxaca.

Para jugar rentan espacios, los transforman a partir del trabajo colectivo y jornadas de tequio, se apropian de ellos física y simbólicamente. Los pasajuegos son lugares de encuentro con los paisanos, escenarios en donde se llevan a cabo un sinnúmero de relaciones e intercambios, son embajadas oaxaqueñas. A un pasajuego no sólo se acude para ver el juego de pelota mixteca, es un lugar en donde se puede encontrar trabajo y apoyos cuando las situaciones son adversas. Son los espacios en los que se realizan cooperaciones para las fiestas patronales y mayordomías, ahí se mantiene el vínculo con la comunidad de origen.

Sin importar la procedencia u ocupación, en el pasajuego todos son iguales, es un espacio de identificación en el que existen piques deportivos pero una vez que termina el juego hay comunidad.

Las garitas de inspección migratoria, no son obstáculos para los oaxaqueños establecidos en California, que manejan cuatro o cinco horas para encontrarse con sus paisanos en los torneos internacionales que se realizan desde el año 1998 en Fresno.

Los oaxaqueños son reconocidos como un pueblo trabajador, con mano de obra especializada a cargo de los files, las yardas y la construcción, sus labores alimentan y mueven a Estados Unidos. Después de las largas jornadas, la alegría llega el domingo, cuando bota la pelota, “la mente viaja a otra dimensión es como regresar a la tierra de uno”. En California y en Texas, los domingos también son días de pelota mixteca. A pesar de las adversidades que surcan, los oaxaqueños reconfiguran sus comunidades en nuevos contextos. Hay un enorme contraste entre los fuertes lazos comunitarios de los oaxaqueños y una sociedad estadounidense en la anomia, en la que abundan homeless, junkies y en la que los significados comunitarios y el entramado social se encuentran completamente fracturados.

El proyecto documental, Pasajuego: etnografía, migración e identidad de los pueblos oaxaqueños a través de la Pelota Mixteca (www.pasajuego.com) es el resultado de cuatro años de investigación etnográfica y filmación del juego en diversas regiones de Oaxaca, la Ciudad de México y los estados de California y Texas en Estados Unidos. Esta historia sigue a los pueblos oaxaqueños en su diáspora y la red de relaciones sociales que se establece a partir del juego de pelota dentro de un circuito de pasajuegos, estructurados como un nuevo territorio que traspasa fronteras. Una compilación de experiencias y relatos que se entrecruzan formando la línea argumental, en la que la cultura, el deporte y el trabajo botan junto con la pelota mixteca y muestran cómo la migración se incorpora en la configuración cultural e identitaria de los oaxaqueños. En este documental también se muestra las fiestas, la música, la devoción a los santos, vírgenes y los sistemas de cooperación que generan una comunidad dispersa, trasnacional, que tiene sus bases en un complejo sistema de redes de intercambio y circulación de personas, tradiciones y cultura que ha transformado a las comunidades de ambos lados de la frontera, en una sola gran comunidad dispersa. “En donde bote una pelota es Oaxaca”.

La historia sucede en ambos lados de la frontera como la vida misma de los oaxaqueños. Es un relato compuesto por las voces de los peloteros que han llevado consigo el juego y su cultura fuera de sus comunidades. Sin importar los destinos de migración, estar dentro del pasajuego es estar en Oaxaca. Domingo a domingo, los peloteros reviven con sus anécdotas, los buenos tiempos, las grandes jugadas, los antiguos pasajuegos y a los grandes jugadores. Los pasajuegos son campos sembrados de memoria y tradiciones, son lugares en donde rebotan los sueños.

Daniel Oliveras de Ita es antropólogo y fotógrafo. Su documental, Pasajuego (pasajuego.com), fue posible por el apoyo del  Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales del Fonca (2014)