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El segundo nivel de la Escuelita Zapatista
E

l 3 de octubre terminó el plazo para el envío de las seis preguntas que cada estudiante del segundo nivel de la Escuelita Zapatista debía mandar para ser evaluado en su desempeño y, en caso de ser aprobado, pasar al siguiente grado hasta eventualmente completar seis. Para ello, los educandos debían estudiar el capítulo 1 del libro El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista, así como ver un video de poco más de tres horas de duración, en el que se muestra la genealogía y las características actuales de la resistencia y rebeldía del EZLN, en voz de alrededor de 30 de sus responsables locales, hombres y mujeres, procedentes de distintos municipios autónomos de los cinco caracoles donde están ubicadas las Juntas de Buen Gobierno: La Realidad, Oventic, La Garrucha, Morelia y Roberto Barrios.

Del estudio del capítulo señalado destacan las participaciones del actual vocero del EZLN, el subcomandante insurgente Moisés, quien en el tema de Economía Política va recapitulando en torno a cómo vivían las comunidades hace 30 años, cómo viven los que no están organizados como zapatistas y cómo viven ahora los propios zapatistas. Antes de la llegada del EZLN en 1983, los indígenas de Chiapas no existían para el sistema capitalista; eran los olvidados de los gobiernos que sobrevivieron con la madre tierra, que resistieron la dominación de los terratenientes que detentaban los mejores terrenos protegidos por su fuerza armada, las llamadas guardias blancas. No había entonces carreteras, clínicas u hospitales, ni programas ni becas. Con el tiempo, no les bastó con tener las mejores tierras, y ahora querían las montañas, la riqueza de la naturaleza y, en consecuencia, se organiza el despojo, el desalojo, para lo cual reforman el artículo 27 constitucional, cuya intención es privatizar los ejidos, vender o rentar la madre tierra. Cuando se da el levantamiento de 1994 se inicia una política de contrainsurgencia para evitar la extensión del zapatismo. Esas comunidades que dejaron que se privatizara su ejido, al vender la tierra, quedan en la calle, pues ya no tienen dónde sembrar su maíz y su frijol, quedando también a merced de esta política. La utilización del término partidistas caracteriza a este sector social que ha caído en la trampa gubernamental, distinguiendo claramente la contradicción no antagónica del zapatismo con quienes incluso son considerados hermanos y hermanas, de los paramilitares: ésos son unos hijos de la chingada, pues.

Los zapatistas recuperaron a la madre tierra a partir de organizarse colectivamente, combinando diversas formas del trabajo agrario a escala de pueblo, regiones y municipios, y reconociendo intentos fallidos y errores. Se advierte que no debemos idealizar a los zapatistas, pensando que cuando dicen limpio, todo es limpio. El chiste es estar organizado y distinguir que una cosa es decir y otra es hacer. Descubrieron la resistencia en las varias formas de hacer trabajo colectivo y reaccionando ante quienes habían sido enviados por el gobierno para vigilarlos, como los maestros, que resultaron expulsados de la zona, o llegando a la conclusión de que no había que recibir nada del mal gobierno, lo que, a su vez, condicionó el inicio de una gran cantidad de tareas en diversos ámbitos de la explotación de la tierra, la producción, el comercio, la salud, la educación que fueron dando sustentabilidad al proceso autonómico zapatista versus la dependencia, pérdida de identidad, drogadicción y sumisión de los partidistas. El sub Moisés sintetiza de esta manera la resistencia que debe alimentarse de generación en generación, si se pretende que no regresen los explotadores: “Una de las bases de lo que es nuestra resistencia económica, nosotros, nosotras las zapatistas, es la madre tierra. No tenemos esas casas que da el mal gobierno, bloques y todo eso, pero sí tenemos educación, estamos en eso que son los pueblos los que mandan y los gobiernos obedecen… nosotros no pagamos luz, agua, tenencia de la tierra, nada. Pero nada recibimos también del sistema… Y esa es nuestra forma de ser y así vamos a seguir trabajando, luchando, y moriremos así si es necesario, por defender en lo que estamos ahora”.

La economía zapatista responde a las necesidades de la resistencia y a la estrategia de contrainsurgencia. Pocas veces manejan dinero, como cuando hay que pagar la gasolina. Todo se hace a partir de trabajo político, ideológico, mucha explicación. El sub Moisés pone el ejemplo de la educación, donde al maestro con el trabajo colectivo se le trabaja su milpa, su frijolar, su potrero y así puede tener su paguita. El chiste es que no quede nadie sin trabajar colectivamente por la lucha, por la autonomía, y para ello los pueblos, las regiones, los municipios autónomos y las zonas se ponen de acuerdo cómo quieren trabajar. La economía zapatista tiene sus bancos, cuyas ganancias se van también al movimiento de la autonomía. Se hacen préstamos para urgencias y los fondos se integran de aportaciones de las bases de apoyo. Se aclara cómo había organizaciones no gubernamentales (ONG) que se colgaban de la lucha zapatista y obtenían fondos para pagar su burocracia, en palabras del s ub Moisés: Entonces del hombro de los que están luchando por la injusticia y la desigualdad, y la miseria y todo lo demás, todavía se cuelgan otros ahí. Qué tan inteligentes somos, ¿no?

De la economía rebelde se pagan operaciones en las clínicas rebeldes, incluso para los partidarios, a costos muy inferiores a los del mercado hospitalario. Todo esto se vigila con acuciosidad, dado que es trabajo, sudor del pueblo; por ello, se exige a sus autoridades rendir cuentas. No se idealiza el trabajo colectivo y con gran sentido del humor el vocero del EZLN comenta sobre quienes están fumando su cigarro o limando mucho su machete, para pasar el tiempo, o sea, para ser mañosos. Pero a estos problemas, el chiste es que: No nos dejamos. Somos muy tercos, somos muy necios. No lo abandonamos. Buscamos la salida, aconsejando, dando aclaraciones, explicaciones, pues, y así vamos a seguir.