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Los retos de la visita del papa Francisco a México
E

l anuncio esbozado por Federico Lombardi, jefe de la sala de prensa del Vaticano, manifestó que el papa Francisco tiene planeado visitar México en 2016. Aunque en noviembre se precisarán las fechas, la gira de Francisco se espera para el primer semestre del año. Su visita era cuestión de tiempo. Eugenio Lira Rugarcía, secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, confirmó en entrevista a La Jornada que desde la semana pasada el Vaticano informó a los obispos mexicanos que el papa Francisco visitará territorio nacional el próximo año. Sin duda México, como la misma Argentina, son dos visitas obligadas que se han postergado por diferentes circunstancias, en gran parte por razones políticas.

Los medios han justificado el atraso porque el Papa quería venir a visitar a la Virgen de Guadalupe; de lo contrario, sería una bofetada al pueblo mexicano. Un buen recurso diplomático de justificación, pero que incluso deja mal parado a su antecesor, Joseph Ratzinger, quien en 2012 visitó sólo Guanajuato. La realidad es mucho más densa y hay muchas aristas.

No será una visita fácil, tersa ni de color rosa. Seguramente el papa Francisco abordará en México cuestiones como los derechos humanos, la violencia, el narcotráfico, las migraciones y la corrupción. Temas lacerantes que incomodarán a muchos actores políticos. Ya no habrá el pretexto de una visita en medio de un proceso electoral presidencial, con el se acotó la interveción social de Benedicto XVI en 2012. Habrá procesos electorales locales que difícilmente se podrán utilizar como argumento, para que Francisco tenga la sufciente libertad para abordar a profundidad aquellos temas que considere necesarios. En contraparte, Francisco va a encontrar un episcopado pasivo y adormecido, en su mayor parte, frente a sus reformas y la nueva actitud pastoral que demanda con insistencia a la Iglesia. En diferentes oportunidades hemos señalado que los obispos mexicanos no han sabido salir de sus inercias mediocres y de una zona de confort, sobre todo ante el poder. Incluso hay algunos prelados que no sólo no comulgan con la orientación del actual pontífice, sino que están jugando la contra y se alían en Roma con muchos integrantes de la curia a declarar la resistencia. En cambio, Francisco encontrará una generosa y jubilosa recepción de la población mexicana, que sin duda abarrotará las calles, explanadas y espacios en los que hará acto de presencia. A diferencia de los viajes de Juan Pablo II y Benedicto XVI, el papa Francisco contará con el interés y simpatía de amplios sectores católicos que se habían alejado de la Iglesia y de cierta cordialidad de aquellos sectores seculares e intelectuales laicos que ven atractivas las posturas y actitudes de Bergoglio. En cambio, la derecha católica, especialmente la recalcitrante, se mostrará expectante y cautelosa ante un pontífice del que recela. Los grandes medios, especialmente los televisivos, ya se frotan las manos, pues se augura un éxito comercial y estarán preparándose para recetarnos las patéticas coberturas que acostumbran. Coberturas que dan trato de menor de edad a la audiencia, en las que los conductores se transfiguran en telepredicadores.

La administración del presidente Enrique Peña Nieto tampoco la tendrá sencilla. Si bien negociará mensajes y contenidos expresados por el Papa, tampoco puede restringir demasiado, porque la credibilidad de la visita se juega no sólo en los gestos del pontífice, sino en la calidad y contenidos que formulará Bergoglio. Si bien el gobierno ha reiterado en diferentes oportunides su invitación formal para que el pontífice argentino visite nuestro país, hay que reconocer que las relaciones entre la administración de Peña Nieto y el Papa han atravesado por algunas vicisitudes que conviene recordar. Primero, el presidente Peña quiso tender puentes sin éxito entre su administración y el Papa con su proyecto y programas para combatir la pobreza. Ni el Vaticano ni el Papa se entusiasmaron, porque es una copia y adaptación del proyecto contra el hambre brasileño, impulsado por el dominico Frei Betto, quien a su vez se inspiró en el también dominico Joseph Lebret, director de economía y humanismo que tuvo gran auge en los años 60 del siglo pasado.

El segundo polo de tensión gira en torno a los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos hace un año. De manera inusual, el Papa se ha referido dos veces en audiencias públicas al trágico evento. En una de sus alocuciones insinúa la responsabilidad corrupta de las autoridades. Envió a atender directamente a los padres y oficiar misa. Incluso Newsweek en español, a fines de septiembre y siguiendo a Raymundo Riva Palacio, señaló que una de la razones por las que se atoró la visita a México, como antesala a la gira por Estados Unidos, fue que el gobierno mexicano no vio con agrado su intención de realizar una misa en la normal rural de Ayotzinapa. Un tercer percance fue la mexicanización de Argentina: en efecto, se presentó la publicación de un e-mail personal de Francisco, en el que expresó su preocupación y pidió evitar la mexicanización de su país natal. La expresión del Papa caló hondo no sólo en las autoridades, sino en diversos sectores de la sociedad y de la clase política. Bergoglio revela a su amigo la fuente de su afirmación: los obispos mexicanos. Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror, dijo. La cancillería mexicana reaccionó con mesura, expresando tristeza y preocupación.

Los organizadores de la actual visita deberán retomar los gravísimos errores que cometieron en la anterior, en la que Benedicto XVI no recibió a las víctimas de Marcial Maciel, cuando el pontífice alemán se reunía en cada uno de sus viajes con decenas de víctimas de abuso por el clero. Y también el caso de Javier Sicilia, quien quería presentar al Papa la situación de violencia del país y finalmente le dieron atole con el dedo, pues lo hicieron viajar a Roma, mientras Ratzinger se trasladaba a México, para ofrecerle una entrevista en la curia con un funcionario menor. Hay mucho en juego en la visita de Francisco.