Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 4 de octubre de 2015 Num: 1074

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

“No tengo por qué
callarme ahora”

Elena Poniatowska

El pulso corporal
de la poesía

Xabier F. Coronado

Dos Bazares
de asombros

Carmen Villoro

Brevísima
antología poética

Hugo Gutiérrez Vega

Hugo Gutiérrez Vega
y la persona del poeta

Evodio Escalante

Los viajes de un poeta
José Cedeño

El mundo raro
de un poeta

Gustavo Ogarrio

Las dualidades
fructuosas

Marco Antonio Campos

ARTE y PENSAMIENTO:
Cabezalcubo
Jorge Moch
Bemol Sostenido
Alonso Arreola


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La Jornada Semanal

 
 

Foto: Archivo La Jornada

José Cedeño

Generoso, amable, bondadoso –antes como ser humano que como poeta– Hugo Gutiérrez Vega ciñe su poesía a estas virtudes que guiaron su vida. Gutiérrez Vega fue un viajero, por esta razón su poesía no es poesía de una sola ciudad sino de muchas: “A las puertas de la ciudad de Bujara hay cuatro palmeras/ que Al-Mabar plantó en el tiempo.”

Un viaje por su poesía significa un viaje por los lugares que conoció, un viaje hecho a través de sus ojos que saben decir con sencillez lo que miran y en donde las descripciones son realizadas con todos los sentidos:

Hoy la ciudad estaba sola;
los hombres recorrían el largo puente,
compraban guajes amarillentos,
chiles de todos los colores, peines absurdos,
tristes y polvorientas granadas.

Sin embargo, como podemos ver en estos versos, sus descripciones no son simples y llanas, sino que da atributos humanos de absurdos y tristes a los peines y a las granadas, dando así una vuelta de tuerca a las descripciones de los versos anteriores que se limitan a adjetivos cotidianos como puede ser lo “largo del puente” o lo amarillento de los guajes. Estos adjetivos desdoblan la sensibilidad del lector que intuye una realidad que no sólo se mira y se huele, sino que parte de la esencia del ser humano. Y sigue: “En el aire daba vueltas un grito solitario”. En la soledad, el poeta juega y descubre. Hay así en la imagen un grito que sólo será escuchado por la luna a su vez solitaria y que no es sino él mismo: “Esta noche la luna llena sobre Cuernavaca/ escuchará de nuevo el grito solitario.”

Es pues Gutiérrez Vega un viajero, pero un viajero que le gusta ir también descubriendo el pasar del día, por eso constantemente define en qué estancia del día se encuentra: A las cinco de la mañana/ caminé por el corredor del templo Scha-sinda./ La luna estaba en Dushambé.”

A Hugo Gutiérrez Vega le gusta definir tiempo y espacio, por esta razón nunca es ambiguo y prefiere decir en dónde se encuentra:

Igual que en México, en China
y el Perú,
aquí las voces humanas son huecas
como los caracoles donde el mar se
    finge mar
en las playas de Cozumel.

Y si en el trabajo de todo poeta encontramos símbolos o presencias que se repiten a lo largo de toda su obra, sin duda los seres del cielo y el mar ocupan un lugar importante en los versos de Gutiérrez Vega: “Era el cielo de Italia un caracol marino,/ la voz del mar de Grecia un canto de sirenas.”

Un poeta que aprovecha los momentos de soledad para reflexionar sobre la soledad misma:

Debo decirles que esta manera de soledad
es algo tan nuevo que resulta,
palabra más palabra menos,
un acontecimiento divertido.

Es Gutiérrez Vega un poeta que ve fácil y asimismo, sin complicaciones, vierte fácil sus imágenes. Un poeta sin duda único dentro del mundo poético de México y el mundo. Un poeta viajero. Todas las ciudades por donde pasó su mirada sin duda han quedado teñidas de la generosidad que siempre lo acompañó en su propio viaje.