Opinión
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Aprender a morir

Amiga, no sentencia

L

a muerte siempre ha sido, es y será tema de angustia, de polémica y de inspiración poética o, si se prefiere, de reflexión más o menos afinada en torno al hecho ordinario de estirar la pata, chupar Faros, colgar los tenis, entregar el equipo, petatearse. Dolores Fernández comparte su poema-reflexión en torno a la muerte o, mejor, en torno a ese proceso consciente y sereno de descubrirla y aceptarla antes de que ella nos sorprenda y atemorice.

“La muerte, mi enemiga y mi
tortura,
la oculta sombra desde el
primer día,
mi salvación, mi alivio, mi
condena.
Vendrás sin que te llame,
silenciosa,
o al llamado vendrás pronta
y serena.
Quiero que seas amiga, no
sentencia,
quiero que seas consuelo, no
tormento.
La que realice a tiempo su
tarea,
sin demorar lo justo del
momento.
Quizás venga la muerte a
consolarme,
por lo que no he logrado en
esta vida,
o venga y me libere de las
culpas,
que con causa o sin ella me han
dolido.
También será mi amiga si la
llamo,
mi cómplice liberadora o mi
pecado.
Quizás es que la muerte no sea
nada,
quizás será el principio o será
el fin.
Morir será cruzar a la otra
orilla,
o dejarte llevar por la corriente.
Travesía sin retorno hacia el
secreto.
Lo breve de la vida que te
ahoga
en el océano de las senectudes,
con la muerte gozando día tras
día,
la batalla perdida sin remedio.
La gran develadora del
misterio,
compañera del tiempo
inseparable.
La que nunca se olvida de una
cita.
La que sólo una vez te da la
mano.
La que siempre te encuentra
aunque te escondas.
La implacable.
La cruel.
La bondadosa.
La piadosa.
La odiada y bendecida.”