Espectáculos
Ver día anteriorLunes 28 de septiembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Cantó a Cuco Sánchez, Martín Urieta y Pablo Milanés, entre otros

Tania Libertad regaló una noche de valses, boleros y rancheras
Foto
Tania Libertad cerró su actuación en el Metropólitan con Alfonsina y el mar a capella. En la imagen, durante una entrevista en la que afirmó que el disdo Por ti y por mí ha sido el más relajado en sus más de 50 años de trayectoria, pero también en el que más ha lloradoFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 28 de septiembre de 2015, p. a14

Duerme, duerme, negrito, que tu mama está en el campo, negrito. Duerme... o viene Donald Trump, negrito..., cantó Tania Libertad como parodia de la melodía de cuna que podría convertirse en pesadilla si el político republicano estadunidense llegara a presidente. La respuesta fueron risas, carcajadas, burla hacia el empresario.

La cantante de origen peruano radicada en México ofreció un concierto para una sola voz en el teatro Metropólitan, la noche del pasado viernes, en el que hizo gala de su exploración vocal, a la que ahora ha añadido graves, una forma de expresión que enriquece sus agudos y vibratos.

En la primera parte de su recital, Tania fue acompañada por el dúo de guitarristas Los Macorinos, quienes singularizaron y aportaron el sonido que requería Chavela Vargas. Cuando se les pregunta por alguna anécdota sobre La Macorina señalan que la discreción es una virtud que defienden.

Tania ha dicho que en su casa surgió la idea de hacer un disco como Por ti y por mí, íntimo y tan sólo con el sonido de una guitarra llorona, a lo Antonio Bribiesca. Los Macorinos optan por llamar a su sonido nostálgico. El otro maestro de la lira fue Ángel Chacón, denominado hombre-orquesta por su versatiidad y destreza en su instrumento.

Acompañada de Los Macorinos

Tania recordó que la primera canción que interpretó fue un bolero, a los 5 años de edad. Abrió a la mexicana con Y nos dieron las diez, de Joaquín Sabina, rola del no lugar. Juan Carlos Allende, uno de Los Macorinos, produce un sonido que huele a tierra mojada por la lluvia. Fallaste, corazón, de Cuco Sánchez, aceleró los latidos. De Facundo Cabral, No soy de aquí ni soy de allá, descripción de un modo de ser vago, trotacalles.

La escenografía fue adusta. Aparecieron tres puertas, por alguna se debía salir, huir de la asfixia del encierro. La vida está afuera, en los caminos y veredas, en las vías del tren, al cobijo de la noche.

Una bohemia lo es siempre y ni las enfermedades o accidentes alejan de los tequilas. Para muestra El tiempo que te quede libre, de Ferrusquilla, tema tan popular en Perú que, dijo Tania Libertad, lo creían peruano. Paloma viajera, el bolero que más gustaba a Gabriel García Máquez, recordó Tania. Se conocieron en 1987.

Saludó con tequila, pero la vigilancia estaba de a peso y los lobos no dejan pasar ni un refresco. Son las normas del negocio, no de la seguridad.

Llegó Urge, de Martín Urieta, en una versión que renovó el tema. De Joan Sebastian, Diséñame, tema en el que el enamorado quiere ser un traje hecho a la medida de ella.

Así trancurrió la noche, entre valses, boleros, rancheras, tonadas enraizadas y que se cantan en borracheras de buró.

Miguel Peña, el otro macorino, sabe de esas canciones y ritmos. Salieron del escenario él, Allende y Chacón, y entró otro trío, que suele acompañar a Tania Libertad para que no se sienta sola. Es otro sonido, la misma voz. La intérprete dejó los graves y se escuchó como en sus discos anteriores. La fiesta, de Joan Manuel Serrat, dejó en claro el brillo de su voz. Para vivir, de Pablo Milanés, que nadie canta como ella. Es de esas versiones que superan a la original. De Armando Manzanero, Por debajo de la mesa, poética y de gran abstracción.

El público le pidió esta o la otra y ella solicitó paciencia. Dio gusto al respetable con Ojalá y sus contemporáneos corearon esa suma de la trova. El casi final con El pastor, en la que alargó el falsete y rindió homenaje a los Záizar y a Miguel Aceves Mejía.

Concierto para una sola voz y Alfonsina y el mar, esta última a capella. El público escuchó en silencio, absorto. Podía imaginarse el sonido del mar