Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 20 de septiembre de 2015 Num: 1072

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Papeles Privados
José María Espinasa

Habitar la noche
Renzo D’Alessandro

Un día en Ciudad
de México

Héctor Ceballos Garibay

La imagen contra
el olvido: a treinta
años del terremoto

El terremoto de 1985:
“absurda es la materia
que se desploma”

Gustavo Ogarrio

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Naief Yehya
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La aventura presidencial del ciudadano Trump

El líder de la manada

La presidencia de Donald Trump se antoja para una apetitosa secuela distópica con tintes apocalípticos, reiterativa en todos sentidos y cargada de lugares comunes, como The Hunger Games/Los juegos del hambre (Gary Ross, 2012) o Maze Runner: Correr o morir (Wes Ball, 2014), pero decorada con mucha clase, como un palacete Luis XV aterciopelado, con numerosos candelabros dorados así como estridentes provocaciones xenófobas y misóginas. La propuesta de un empresario vociferante, narcisista e ignorante para ser presidente es a la vez ridícula y natural, además de que no tiene nada de original. Esta jocosa farsa ha logrado desviar la discusión política planetaria, especialmente en México, y ha hecho creer a muchos que semejante disparate es una amenaza real. Desde que Trump obtuvo su registro como candidato presidencial, ha encabezado las encuestas de opinión entre los (por ahora) diesiete candidatos republicanos que van, desde los favoritos del establishment que esperaban obtener la nominación sin muchos problemas, como Jeb Bush e incluso Chris Christie, hasta los que no tienen ni la más remota oportunidad, como Georges Pataki o Piyush Bobby Jindal. Cuando esto se escribe, Trump se encuentra a la cabeza de las encuestas generales, por encima incluso de Hillary Clinton, conduciendo como un adolescente una campaña financiada por él mismo y que avanza precipitadamente, arrasando con todo a su paso para estrellarse contra el primer poste disponible.

El verdadero espíritu de la derecha

Para Trump, la presidencia de un país, y no de cualquier país, sino de la principal potencia del mundo, con acceso a un arsenal atómico y vastos recursos bélicos, es en esencia lo mismo que un Reality Show u operar casinos o especular con bienes raíces. Probablemente tenga razón y de hecho su atroz desconocimiento de los mecanismos de la política internacional no lo pone en gran desventaja frente a los demás republicanos que son en su mayoría igualmente ignorantes y menos carismáticos. Trump canaliza la esencia del conservadurismo resentido estadunidense, ése que rechaza la inmigración de tez oscura, que quiere “rescatar a la presidencia” (con las obvias implicaciones racistas que esto tiene), que se siente traicionado por instituciones que se han abierto a la diversidad sexual, que está confundido y no sabe a quién culpar en materia de escándalos multimillonarios bancarios y de Wall Street (pues están furiosos y decepcionados pero no logran aceptar que la oligarquía financiera a la que pertenecen o sueñan pertenecer los ha estafado).

Contradicciones de clase

El silencio entre los otros dieciséis candidatos republicanos se debe principalmente a que están en shock y tienen envidia de las bravuconadas que Trump se atreve a lanzar. No obstante, Trump es un personaje camaleónico (incoherente, dirían algunos) que en el pasado ha tomado posiciones progresistas que darían pesadillas a sus seguidores, como apoyar un seguro de salud universal en 2000, oponerse a la guerra de Irak en 2003, defender a la organización Planned Parenthood (aunque recientemente se ha vuelto antiaborto) y declarar que Bill Clinton ha sido el mejor presidente de los años recientes. El problema republicano es que si Trump no es elegido y considera lanzarse como candidato independiente, puede desgarrar al partido (y con muchísimo optimismo podríamos decir causarle daño real y permanente), o bien simplemente ayudar a una victoria demócrata al robarse un promedio de cinco por ciento del voto republicano.

La caída inminente

Al analizar el vertiginoso ascenso de Trump, debemos recordar que aún falta más de un año para las elecciones y que históricamente las tendencias cambian cuando los electores informados y preocupados comienzan a involucrarse en el proceso. Hasta ahora, Trump apenas ha podido rascar por encima del treinta por ciento, lo cual parece mucho entre tantos candidatos, pero en realidad no es suficientemente alto para ganar unas elecciones primarias. La tendencia difícilmente cambiará mucho, pues debido a su sobreexposición la mayoría de la gente ya se expresó definitivamente a favor o en contra suya (algo semejante a lo que le pasó a López Obrador en la elección de 2006). Trump es un aguafiestas, un intruso que el Partido Republicano tolerará con una sonrisa, pero que eventualmente se verá feliz de eliminar para canalizar apoyo, recursos y la maquinaria completa al candidato oficial, que en este caso es Jeb. El fenómeno Trump se volverá un caso de estudio mediático, el tema de algún telefilme dramático-político y una lección para los otros “ciudadanos Kane” que sueñan con el poder político. De cualquier manera, muy difícilmente pasará a unas elecciones generales, aunque por supuesto, puedo estar trágicamente equivocado.