Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 13 de septiembre de 2015 Num: 1071

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El Haití preelectoral y
los derechos humanos

Fabrizio Lorusso y Romina Vinci
entrevista con Evel Fanfan

Dos Poetas

La colección Barnes
Anitzel Díaz

Animalia
Gustavo Ogarrio

Tres instantes
Adolfo Castañón

Adolfo Sánchez
Vázquez a cien años
de su nacimiento

Gabriel Vargas Lozano

El puma y su
presa celeste

Norma Ávila Jiménez

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Resurrección
Kriton Athanasoúlis
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 
 

El Puma y su presa celeste

Norma Ávila Jiménez

En su poema “La tabla periódica”, el físico español David Jou compara los gases nobles con los domingos y días de descanso, porque rehúsan combinarse y son tranquilos. Al hidrógeno y al helio, dice, más que dos torres solitarias colocadas a los extremos, debería situárseles en la parte baja, ya que son raíces celestes, origen y fundamento. Al referirse a todos los elementos de la tabla, subraya: “Miradlos: aquí, los ladrillos del mundo, alineados en pisos [...] Ya no materia eterna e inmutable, sino historias de estrellas.” He aquí dos ejemplos de esas últimas palabras: la composición química del Sol relata que a esta estrella aún le quedan aproximadamente 5 mil millones de años para seguir generando auroras boreales, y el helio, carbono e hidrógeno, entre otros elementos que conforman a Betelgeuse, le dan el característico color rojo de una súper gigante, cuyo último aliento indudablemente será una explosión de supernova.

Los elementos de la tabla periódica radioactivos –que recuerdan “su ensordecedor y tumultuoso origen–, como la arena de las playas o la sal de los mares”, apunta Jou, tienen su huella digital: la radiación electromagnética que emiten (denominada espectro de emisión) y la que absorben (espectro de absorción). Esta energía en forma de ondas puede detectarse con ayuda de los espectroscopios, instrumentos que, colocados en los telescopios, se inmiscuyen entre las historias estelares que tanto interesan a los astrónomos. Tal como un prisma descompone la luz blanca en los colores del arcoíris cuando ésta lo atraviesa, los espectroscopios descomponen la luz emitida por las estrellas en las coloridas líneas de los elementos que la integran. De esta forma, los especialistas detectan los movimientos, edades y distancias de los astros, entre otros secretos.

En ese lugar de remanso espiritual –por la oscuridad del cielo, las huellas de los coyotes y borregos cimarrones o el olor a coníferas– que es el Observatorio Astronómico Nacional ubicado en la Sierra de San Pedro Mártir, Baja California, un grupo de especialistas del Instituto de Astronomía de la UNAM (IAUNAM) descifran algunas anécdotas celestes apoyados en El Puma (no son siglas, simplemente se llama así por ser universitario), espectroscopio diseñado y construido por Margarita Rosado, Abel Bernal y un equipo de ingenieros de ese instituto.

“Entre las teorías a comprobar con ayuda de este instrumento, está la que señala que los brazos de las galaxias espirales se han formado como consecuencia de su interacción con otras vecinas, y no por violentas perturbaciones ocurridas dentro de las mismas, capaces de comprimir y deformar el material que las conforma. Otra, es la relativa a la actividad de las estrellas muy jóvenes: algunas en su proceso de formación hacen erupción varias veces, dando lugar a pequeñas nebulosas”, asegura la doctora Rosado.

Actualmente los especialistas del IAUNAM trabajan para remotizar –como dicen coloquialmente– a El Puma para poder observar desde su cubículo, en Ciudad Universitaria, sin necesidad de viajar a San Pedro Mártir. Se perderán de escuchar el silencio de la sierra, o de observar el destello verde que aparece al meterse el Sol, pero no de la rapidez del ojo felino: “Si con otros equipos me he tardado cinco horas en obtener el espectro de cuerpos celestes ubicados en una región de tres años luz, con El Puma haré lo mismo ocupando sólo tres horas y en una área mucho más amplia: 3 mil años luz”, enfatiza la investigadora. Los hijos de las estrellas ahondan en su origen a través del estudio de los ladrillos del cosmos y en esa búsqueda el instrumento universitario es fundamental.

El arte y el espectro electromagnético

Después de leer el poema “La tabla periódica”, de Jou –colocado al inicio de la exposición Años luz, de la cineasta e instalacionista catalana Eugenia Balcells–, lo que admiraba el público eran las fotografías de los espectros de los elementos. Se quedaban parados un buen rato –estorbando a los que querían tomarse la selfie–, frente a esas imágenes semejantes a persianas verticales con hojas de diferentes grosores y colores. Los legos no imaginarían que ese metal rojizo conductor de la electricidad –el cobre– tuviera un llamativo espectro de líneas color púrpura, azul, café, negro, naranja y rojo, o que el rubidio, capaz de arder espontáneamente en el aire, tuviera en el centro de su radiación un amarillo tan intenso. Más adelante, el espectador podía mezclarse, bailar, entre la proyección continua de los espectros. Esta exposición, que recientemente estuvo en el Centro Nacional de las Artes como una más de las actividades para celebrar el Año Internacional de la Luz, dio la oportunidad de fundirse en la representación de la esencia del Cosmos y de conocer las tonalidades características de los componentes de la Tabla Periódica.

Margarita Rosado explica que los elementos proyectan esas líneas de color como consecuencia del comportamiento de los electrones, partículas que orbitan el núcleo de los átomos a determinada distancia, sin “apelmazarse en el mismo lugar” (distribución conocida como Fermi-Dirac, por sus descubridores), mientras que los bosones, que están dentro del núcleo, “sí pueden apelmazarse y formar condensaciones (denominadas Bose-Einstein). Si se excita a un átomo, los electrones pueden subir a otros niveles, esto es, se alejan más del núcleo, y ya que se desexcita al átomo, los electrones decaen o sea, regresan a su lugar. A ese comportamiento se le llama estado cuántico y es particular en cada uno de los elementos”. Eso genera su espectro, su luz única, que se convierte en la presa celeste de El Puma.