Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 13 de septiembre de 2015 Num: 1071

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El Haití preelectoral y
los derechos humanos

Fabrizio Lorusso y Romina Vinci
entrevista con Evel Fanfan

Dos Poetas

La colección Barnes
Anitzel Díaz

Animalia
Gustavo Ogarrio

Tres instantes
Adolfo Castañón

Adolfo Sánchez
Vázquez a cien años
de su nacimiento

Gabriel Vargas Lozano

El puma y su
presa celeste

Norma Ávila Jiménez

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Resurrección
Kriton Athanasoúlis
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


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Foto de la página web de la Fundación Barnes, ejemplo de cómo se colocan las obras en las galerías
está valorada actualmente en más de 80 mil millones de dólares.
cuenta con obras de Rubens, El Greco, Tiziano, y Goya, entre muchos otros.

Anitzel Díaz

Vivir y estudiar entre grandes pinturas ofrece mayor interés, variedad
y satisfacción que ningún otro placer conocido por el hombre.

Albert C. Barnes

Entrar a las salas del nuevo edificio donde está hospedada la colección Barnes trae a la memoria las exposiciones victorianas de La Real Academia de Artes de Londres, donde se exhibían pinturas de piso a techo, ni un centímetro libre. Pintura y arte decorativo adornan cada sala: muebles, vasijas, monedas, herrería, aldabas; la cantidad de piezas de Renoir es abrumadora. No hay descanso para la vista. Llama la atención sobretodo la museografía, o la inexistencia de tal, las obras están colgadas como Barnes las dejó. Se puede creer que es un capricho, el mismo Barnes nunca explicó su orden; las pinturas generalmente están intercaladas con diversas piezas de metal, que de alguna manera dan aire a las paredes.

La colección está valorada actualmente en más de 80 mil millones de dólares. Es una de las más amplias colecciones de pintura moderna francesa, además de contar con piezas de maestros tales como Rubens, El Greco, Tiziano, y Goya, entre muchos otros. El coleccionista dejó por escrito que cada pieza debía permanecer en la posición que él las dejó; así el espectador se encuentra a un Modigliani junto a un Renoir que su vez está junto a un Rousseau. Una posible explicación del orden es que al mismo Barnes le gustaba cómo la composición y el color de cada pieza dialogaba con la otra. También fue su deseo expreso que no hubiera ningún tipo de rótulos.

Albert Coombs Barnes, doctor en farmacia, forjó su fortuna con la creación de un medicamento: el Argyrol, utilizado inicialmente en el tratamiento de la gonorrea y la prevención de ceguera infantil causada por la gonorrea. Vendió su compañía unos meses antes de la depresión económica de 1929. El doctor Barnes fue una figura controversial y excéntrica, le gustaba decir lo que pensaba, en especial detestaba a la clase alta y snob estadunidense. Aunque el concepto que se tiene de él depende de qué periódico se leyera en la época. Muchos lo ponderaban como una especie de Robin Hood, otros como un egomaníaco insoportable. La realidad es que procedía de una familia pobre, logró realizar sus estudios en farmacéutica gracias a una beca, pagando sus gastos de manutención como jugador de beisbol semiprofesional.

William Glackens, pintor y amigo de Barnes, lo introduce en el mundo del arte y es él quien adquiere las primeras piezas de la colección: treinta y tres óleos y obras sobre papel, entre ellas: El cartero (Joseph-Etienne Roulin) (1889), de Vincent van Gogh, y Joven mujer portando un cigarro (1901), de Pablo Picasso. Glackens y Barnes eran amigos de la infancia, se conocieron en 1885 mientras cursaban bachillerato. En 1912 Barnes le pidió a Glackens que vaya a París con 20 mil dólares para que comparara “algunas pinturas buenas de arte moderno”. Glackens regresa con las treinta y tres piezas.

Glackens estaba fascinado con la vida moderna, en particular el vaudeville, las mujeres y la moda. Fue uno de los mejores periodistas culturales de su época, muy buscado por los periódicos de Filadelfia y Nueva York, además de un intenso observador urbano. Quizá de estas características deriva el sello tan particular de la colección que ayudó a conformar a su amigo; además de sus propias obras, donde encontramos afinidades con artistas franceses como Matisse y Bonnard.

A pesar de que Barnes, en un principio, no entendió la obra que su amigo adquirió para él, pronto supo apreciar su valor tanto estético como comercial. Comenzó a viajar a París y a codearse con importantes coleccionistas como la misma Gertrude Stein, y artistas como Modigliani o Soutine. Incluso fue Barnes quien descubrió a Soutine y lo ayudó cuando el artista no tenía suficiente para comer. Cuando vio una pintura de Soutine en un café, la compró y buscó al artista. Lo encontró en una buhardilla donde tenía cincuenta y dos de sus obras. Barnes se las compró todas en aproximadamente 30 dólares cada una. Dos años después las mejores obras de Soutine se vendían por un precio entre 2 y 3 mil dólares.

Muchas de las obras de la colección fueron adquiridas de manera parecida. El primer Picasso de Barnes lo adquirió por 20 dólares; su primer Matisse por 50. Ambas pinturas estaban valuadas en más de 20 mil en 1951. Encontró un Rousseau abandonado en una joyería y pagó sólo 10 dólares por él. Así, durante años el farmacéutico y coleccionista logró adquirir 4 mil 323 objetos, de los cuales mil 55 son pinturas y obras sobre papel.

En 1922 creó la Fundación Barnes dentro de su propia mansión en Lower Merion, un suburbio de Filadelfia “para fomentar el avance en la educación y el amor a las Bellas Artes”. A Barnes no le gustaba prestar piezas de su colección para otros museos, lo que hizo que fuera calificado de intransigente. Después de su muerte, la Fundación ha continuado con su objetivo pedagógico. (Desarrolló cursos de aprendizaje, vigentes hoy en día, que conducen a que los estudiantes “vean” las pinturas, como luz, línea, color y espacio) hasta la década de los noventa cuando la fundación estuvo a punto de declararse en quiebra.

Actualmente y después de más de diez años de querellas legales –la historia completa se puede ver en el documental de 2009, The Art of Steal (El arte de robar)– la Fundación se mudó al centro de Filadelfia, a un edificio diseñado por los arquitectos Tod Williams y Billie Tsien.