“Aquí es laguna suyul,
y yo soy xapax a sus órdenes”

Xun Betan

Aquí es laguna Suyul

Suyul se llama la laguna,
tsotsiles los cuidadores
Serpiente la guardiana,
nahual de los pobladores.

Tsotsiles chamulas los musiqueros,
que danzan al son del copal
Olorosas juncias cubren el piso,
resguardando los sueños del jaguar.

Velas blancas para agradecer el corazón
a la serpiente que danza al sol.
Velas verdes para la Madre Tierra
La que maíz de su vientre le brota.

Aquí es laguna Suyul
Nosotros la flor del agua que pronto volará.

Aquí es laguna Suyul, y yo soy Xapax a sus órdenes. Palabras más, palabras menos fue lo que don Xapax dijo al momento de recibirnos en la Laguna Suyul, ubicado en el municipio de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, durante la Caminata Espiritual por la Paz y la Unión de los Pueblos. Dicha caminata inició el 21 de marzo en la Alcaldía del Común de Izalco en El Salvador y concluyó el 3 de mayo en la Isla de los Alacranes en el Lago de Chapala, en el estado de Jalisco. Fueron 43 días de caminar y compartir entre varias comunidades, naciones, y pueblos. Durante la caminata, el agua fue el símbolo central que nos fue uniendo entre toda la diversidad y también la que nos llevó a realizar ceremonias y oraciones en manantiales, ríos, lagos, lagunas y en el mar.

Aunque el objetivo inicial de la caminata fue la de recorrer la ruta de los migrantes, la necesidad que hay para resguardar los lugares sagrados que están en peligro por los mega-proyectos neoliberales (antes conocidos como Plan Puebla Panamá, y ahora llamados Proyecto Mesoamérica) nos llevó a realizar el recorrido por esos lugares que están en riesgo, en conflicto y en resistencia. Eso para compartir la lucha y solidarizarnos con los pueblos por ser una necesidad en común. Así, la caminata fue elemental para estar más de cerca de cómo el agua está siendo contaminada y acaparada por pequeños grupos de poder, lo cual nos hace reflexionar sobre la ley del agua en México, que más bien es un proceso para la privatización, y además de la constante contaminación por los proyectos mineros, represas, industrias y por las tantas basuras que cada día desechamos.

En nuestro caminar estuvo presente el agua, agua de Izalco, del Atecozol, el lugar del señor del agua, que está resguardada por la Cuyancuat, la serpiente con cabeza de cerdo. Estos símbolos nos recuerdan claramente que entre las culturas mesoamericanas la serpiente es la protectora del agua y de los manantiales: es Quetzalcóatl entre los mexicas y Kukulkán de los mayas peninsulares; es Chaac y se invoca en el ritual del Cha Chaac, para pedir lluvia para las milpas. Lo mismo sucede entre los pueblos mayas tseltales y tsotsiles y otros pueblos en México cuando subimos a los cerros o hacemos la ceremonia de la Santa Cruz para pedir la lluvia. Tata Chonito nos cuenta que los xinkas en Guatemala suben al cerro y allá arriba bañan al weren, o sea el sapito de piedra, para que llueva. Los totonacas también realizan sus propios rituales del agua, que se representan con los voladores.

Durante una ceremonia del ayahuasca, unos taitas de la Amazonía colombiana nos comentaban que para ellos el río Amazonas tienen dos niveles, y que es como un gran árbol con su grandes ramas, por eso le llaman en algunas lenguas como el árbol de la vida. Los niveles del río son, por una parte las aguas que vemos correr sobre la superficie de la tierra, y por otra son los ríos profundos (como el título de un libro de José María Arguedas) en referencia a las aguas que están escondidas. Eso significa que hay agua subterránea en toda la Amazonía, y ellos hacen ceremonias para cuidarlas y protegerlas de las grandes transnacionales que las quieren quitar y contaminar con los yacimientos petroleros o para el cultivo de soya o palma africana.

Algunos pueblos mayas que vivieron en la época antigua, construyeron ciudades en las islas de los lagos, como en Yaxha’, Guatemala, que nos hace ver el conocimiento hidráulico de entonces. Ahí encausaron las corrientes de agua para no inundarse y depositarla en espacios adecuados para los momentos de sequía, y en esos pozos artificiales es donde se realizaban las ceremonias, como lo hacen en muchos cenotes de Yucatán. La gran Tenochtitlan, con sus canales y la construcción de las chinampas, nos refleja la importancia del agua y además la forma de convivencia con ella. Ahora vemos reflejados los conocimientos hidráulicos en las construcciones de las islas artificiales de Dubai simulando a las chinampas mesoamericanas.

El control del agua es cada vez más complicado y se vuelve cada vez más difícil para los pueblos marginados tener esperanzas y posibilidades para obtener el vital líquido debido a la situación actual a la que se ven sometidos. Pensemos, por ejemplo, en el proyecto del canal de Nicaragua, en donde se pretende utilizar las aguas del mar para el transporte marítimo comercial y termina generando conflictos en las comunidades, o lo que sucede en nuestros país donde cada vez más llegan a los ríos, lagos o lagunas los desechos de las industrias. Hace unos meses se dieron a conocer el ecocidio en Jalisco en la Presa Hurtado, la contaminación del río Sonora; también los derrames petroleros en el Golfo de México, o la reciente contaminación del río la Pasión en el Petén guatemalteco, entre otros tantos.

Esas y otras historias más que se conocen y que se callan sobre la relación humana con el agua, me hacen recordar a mis abuelos que nos enseñaron a pedir la lluvia en el mes de mayo, cuando subíamos a las montañas e íbamos a los manantiales. También me recuerda que en nuestra lengua, el tsotsil, decimos que el agua es sagrada: decimos ch’ul jo’. Es tan sagrada que no la podíamos tirar ni la podíamos regar, porque tiene alma. Eso se aleja de las nuevas leyes sobre el manejo del vital líquido. Antes, en las comunidades se decía que a nadie se le puede negar un vaso con agua, pero ahora si tienes los 10 pesos puedes tomar medio litro agua y, más aun, elegir de qué marca o de qué sabor puedes tomar, y elegir hasta algunas que te ofrecen bajar de peso.

También mis abuelos me contaron que cuando nacían los niños se les prendía una velita en algún manantial cercano a la casa. La vela se debería cuidar hasta que se apagara por sí sola. En ella se podía ver el futuro del recién nacido, eso para que los padres le dieran la atención adecuada y evitar enfermedades, pero más que eso era para pedirle permiso a la tierra y al agua porque habrá una persona más en su lecho. El agua es tan importante que muchos pueblos se fundaron sobre o al borde de los ríos, arroyos, lagos, lagunas o manantiales, y los nombres de los lugares hacen referencia a su ubicación respecto del agua, por ejemplo entre los tsotsiles y tseltales tenemos Chenalho’, Yaxha’, Paxilha’, Jetha’, entre otras muchas.

En el calendario maya kiche’, el imox representa el nahual del río, de los lagos, del mar: es agua. Esta nos hace una conexión entre la Madre Tierra y el cielo mediante la lluvia. El cielo también nos habla sobre las lluvias mediante las nubes donde nos señalan las lluvias de norte y lluvias del sur y lo que significa cada una. Así, la Caminata nos hizo ver la importancia que tiene para los pueblos preservar los espacios sagrados como el lago de Chapala donde se encuentra el Xapawiyemeta de los wixaritari o la laguna Suyul de los tsotsiles, está ultima amenazada con el proyecto de autopista San Cristóbal-Palenque, y que es ahí donde viven los protectores, los cuidadores, donde vive la sagrada serpiente.