Músico (plata sobre gelatina). Foto: Javier Tello

En el mes Uch

Xun Betan

Deja de llover y el cielo se llena de bruma, como si se quemaran las plantas, la tierra y todo lo que había enverdecido durante las primeras lluvias del año. Los cultivos se marchitan: algunos son atacados por las corrientes de viento y por el vapor caliente que sale del suelo, algunas hojas de las plantas de maíz se queman. No llueve. Las plantas hacen su esfuerzo por sobrevivir, pero la bruma las atrapa y las llena de enfermedad. Los animales también se debilitan y sienten pesadez en su cuerpo. Las crías recién nacidas son las más sensibles a la muerte. Las personas en esos días se cuidan, porque si se lastiman será difícil cicatrizarse, o se infectan. Es el mes uch, el mes que trae enfermedad, tristeza, sequedad en la vida y en el campo.

El mes uch, del calendario maya tseltal y tsotsil, nos señala que hay momentos difíciles en la vida, y nos invita a hacer una reflexión de lo que hacemos: de nuestras actitudes y nuestra forma de vivir en la vida. Éste es el momento de recordar las cosas que hemos olvidado. El recordar, para mis abuelos, era hacer los rituales, oraciones e invocaciones para el Ajaw, los dueños del monte y del campo, para que llueva y despeje el cielo invadido por el uch. Así, el símbolo del aprendizaje para los abuelos se encuentra en la conexión espiritual de la vida con el cosmos. Por ejemplo, en la lengua tsotsil, nos referimos a la naturaleza como algo sagrado, con respeto: ch’ul jo’ es sagrada lluvia, ch’ul te’ es sagrado árbol, igual cuando nos referimos al viento, y otros elementos naturales que son sagrados. Eso es muy contrario a lo que se aprende en las escuelas.

A los indígenas nos han vendido la idea de una educación laica y una propuesta de la fe desde la visión occidental. Pero para nosotros, nuestra espiritualidad está vinculada con la naturaleza, con el universo, con las personas, y con todos los seres que nos rodean. Nuestra espiritualidad está vinculada con el conocimiento y el aprendizaje. Cuando hablamos de educación laica, se habla de una especie de neutralidad en la enseñanza académica, pero nuestra realidad es totalmente diferente. Eso expresa que el sistema educativo del país tiene un gran desconocimiento de nuestra cosmovisión, y por eso en los planes y programas de estudio se nos ha discriminado y minimizado.

Por ejemplo, aprender es nopel en lengua tseltal, que es acercarse a algo, y jnopteswanej es la persona que guía o acerca a alguien hacia algo. De esta forma, el aprendizaje no se da únicamente con las letras, ni la escritura, se da mediante la práctica, en la oralidad, en la actitud y en la forma de ver las cosas. La educación se expresaba trabajando el campo, en los telares, en los rituales, entre otras que han sido los principales espacios de aprendizaje y que son útiles para la vida. En la actualidad, hablar de educación, es hablar de la necesidad de un modelo educativo que está al servicio de las grandes empresas, esas que han iniciado el despojo de nuestros territorios y recursos naturales. Empresas que ganaron su libre saqueo mediante la reforma energética, y para eso aprobaron la reforma educativa, para dar lineamientos a un modelo educativo que genere mano de obra de acuerdo con sus necesidades, y la creación de carreras técnicas vinculadas a los proyectos petroleros, minas, eólicos, y otras.

En nuestra lengua no existen las palabras competencia o evaluación. Tampoco se habla de calidad de las cosas. Se habla de experiencias, de vivencias, de madurez, de sucesos y de cosas que ejemplifican la vida para mejorarla. El ciclo del calendario o el caracol son los símbolos que señalan que la vida está llena de aprendizajes y enseñanzas, y es cíclica. Por eso, extraña el afán del INEE y la SEP en evaluar a los maestros y estudiantes, como si eso fuera a transformar la calidad de la educación. Instituciones que exigen autoritariamente una evaluación, pero callan sobre la corrupción desde la estructura política del país, callan sobre los estudiantes desaparecidos de la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, de esos jóvenes que se están formando para ser maestros, que son hijos de campesinos, de ésos que no importan.

Las instituciones y personas que exigen el mejoramiento de la educación deberían de proponer una verdadera reforma educativa que replantee el sentido de laeducación, desde la diversidad social, cultural y lingüística. Esta verdadera reforma es algo urgente en este México, en el que para ser presidente no se necesita de leer libros, para ser gobernador basta con ser amigo o simpatizante del presidente del país, llegar a diputado se logra mediante la amistad con algún gobernador, algunos presidentes municipales ganan el puesto manipulando a las personas, y sin ética uno puede ser director del INE, de la SEP, del INM, de Sedesol o de cualquier otro puesto burocrático que representa la mentira, la corrupción, y otras prácticas. Es lo que nos muestran los servidores públicos de su, así llamada, «formación profesional» cuando se burlan de las personas o teniendo Casas Blancas o como sucede en los pueblos indígenas donde los mismos partidos políticos, como el Verde o el PRI han formado grandes cacicazgos que mangonean a sus propios hermanos.

El mes uch es el reflejo de un país que en crisis, que está en decadencia, donde existe un autoritarismo y una criminalización de las luchas y movimientos sociales. El mes uch, llena de bruma el cielo, marchita y enferma las plantas, como lo hacen las empresas mineras contaminando el agua, como en el caso del río Sonora y otros tantos lugares. También está sin resolverse el caso Aristegui y, al contrario, siguen callando a otras radios libres y medios de comunicación independientes. Han transcurrido 9 meses de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa y no hay justicia. Tlatlaya, Apatzingan, Acteal, la muerte de niños en Simojovel, las muertes por homofobia, los feminicidios, las muertes de periodistas, de lideres sociales, no se aclaran y quedan impunes. Es más, al Estado le sirven para generar miedo en la población y con eso callarnos.

Lamentablemente, en el sistema que vivimos, todo se puede poseer y vender. Muy lejos de la percepción de los pueblos indígenas cuando hablamos, desde nuestra lengua, del agua, del aire, de la tierra, de las plantas y todas las cosas que nos dan vida, ya que para nosotros no se podían poseer, se compartían e intercambiaban. Por lo menos eso hicieron mis abuelos. Pero cuando entré a la escuela me enseñaron lo contrario. Aprendí que era un estudiante competente, que usar mi traje era sinónimo de pobreza y de atraso, hablar mi lengua era ser tonto e ignorante. Así el modelo de vida nos cambia las ideas. Otro ejemplo: la reforma del articulo 27 y los programas, Procede y Fanar, que su intención era la de privatizar el campo, y aquí basta con mirar lo que ha pasado en muchos ejidos.

De todo lo que pasa en el país, recuerdo las enseñanzas de los abuelos, que se enfocaban al conocimiento del calendario, de la vida, del cielo, de las plantas, a cantar, danzar y rezarle a los formadores y creadores. La espiritualidad ha sido la base central de nuestro conocimiento, un conocimiento que ha sido negado, lastimado, minimizado y mutilado por el modelo capitalista neoliberal. Pero, entonces, ¿qué será una educación de calidad?.

Salmo II

El padre sol, guía de nuestro caminar

El que sabe su destino, siembra sus alimentos.
El que cuida sus retoños, florecerá sus sueños
Cantarle al padre sol, es cuidar nuestras milpas,
es conocer nuestro tiempo, sentir sus abrazos.

La que escucha su corazón, sabrá cantarle a la luna.
La que cuida las montañas, aprenderá a danzar con la lluvia.
Conocer nuestra historia, fortalecerá nuestra palabra
Engrandecerá nuestro corazón e iluminará nuestro caminar.

El señor: formador y creador, será nuestro maíz en la vida
Justicia, paz y dignidad a su gente colmará.
Los cantos de la milpa, los aullidos de la Madre Tierra,
Himnos de sabidurías que el corazón tendrá que aprender.