Niño chapero (revelado al cromógeno, original en color).
Foto: Saúl Ramírez

Radio Huayacocotla

Cincuenta

En 1965 Radio Huayacocotla comenzó como una escuela radiofónica. En el mundo había la preocupación de mantener comunicaciones horizontales y arrebatarle el monopolio de la difusión a los grandes medios impresos, radiales, televisivos. Todavía no eran emporios de las dimensiones que son ahora.

Desde entonces fue una constante la incomprensión, la sinrazón, la represión y la censura por parte de las secretarías de Gobernación y Comunicaciones y Transportes que durante años pusieron trabas para que fluyera una radio horizontal en la Alta Huasteca veracruzana —ese nudo de sierras, cañadas y valles escondidos entre los bosques— que la gente conoce como la Sierra Norte de Veracruz.

Trabas contra la libertad de transmitir sin la intervención de los grandes consorcios ni de las dependencias gubernamentales. ¿Una radio indígena no controlada por el Instituto Nacional Indigenista? Vaya broma. Que a los jesuitas se les hubiera ocurrido transmitir en nahua, masapigní (tepehua) y ñuhú (otomí de la Sierra Norte), más el castellano como puente, era ridículo para los funcionarios y algo digno de pavor: el motor principal de la cerrazón ante las radios comunitarias (oficiales y no oficiales) y las radios libres.

“Los indios deben estar controlados”, es la consigna desde la Conquista hasta nuestros días. Ya ni siquiera alcanza a ser “colonialismo”. Es sólo que las clases pudientes e ignorantes se atemorizan ante la vehemencia de los modos de vida que las generaciones siguen cuidando y que, al contar con amplificación para su voz, hace patente su vigencia.

Hubo épocas posteriores al levantamiento zapatista en que se acusó directo a Radio Huayacocotla de transmitir en “lenguajes cifrados”. Que los pueblos quieran comunicarse en su lengua les parece a los policías algo aberrante; más si hablan de libertad, dignidad y entereza, por no decir de resistencia abierta ante tanta iniquidad. Claro, tenía que haber conjura, conspiración, espionaje: “ya los navajos sirvieron como codificadores de mensajes en la Segunda Guerra Mundial para el ejército estadunidense” y blablablá.

Y sin embargo, se mueve: el uso público de las lenguas indígenas es una libertad civil fundamental, irrenunciable. La censura no podía sostenerse y tarde o temprano —sobre todo después de tantos años de que Radio Huaya hiciera presencia machacona y popular, pertinente y divertida—, las autoridades tuvieron que abrir. Y durante años tal apertura no los dejó sino transmitir en onda corta, por lo que los aparatos de radio, caseros, de transistores y hasta de bulbos, tuvieron que adaptarse para poder captar la señal.

Sólo años más tarde pudieron transmitir en frecuencia modulada, lo que de inmediato les amplió la cobertura por sierras y barrancas, por los valles extensos hasta Tulancingo en Hidalgo y a toda la Huasteca veracruzana, potosina, hidalguense, tamaulipeca y poblana, de Tampico hasta las cercanías del Distrito Federal.

Y por todas partes llegó su programación musical, sus tradiciones, sus contenidos educativos, de salud, de servicio, de mensajería, los cuidados. Llegó la reivindicación de ser pueblos que buscan comprender juntos lo que ocurre en el país y en el mundo y al mismo tiempo expresar sus puntos de vista, su propia historia, sus necesidades urgentes y sus claras exigencias de justicia.

Radio Huayacocotla es una pionera en muchos sentidos. No sólo por ser junto Radio Teocelo las más antiguas radiodifusoras comunitarias independientes del país. Además de ofrecer alternativas ante los horribles contenidos comerciales tan plagados de ruido mental, ante programas en cadena que tan eran “lazos de unión entre todos los mexicanos” que todo mundo apagaba la radio cuando comenzaban, Radio Huaya se propuso que el trabajo de la radio no sólo está en transmitir contenidos propios y alternativos, sino que éstos se construyen en una gestión permanente, conjunta, con las poblaciones a las que sirven.

Las comunidades que reciben la señal no sólo son receptoras de los programas que les difunden por la FM: son protagonistas directas manteniendo un proceso de entendimiento permanente y mutuo del mundo con la gente de la radio. Hay una reciprocidad. La responsabilidad es compartida.

El equipo de la Radio, junto el Comité de Derechos Humanos de la Sierra Norte de Veracruz (CDHSNV), ambos parte de Fomento Cultural y Educativo, han sabido acompañar a las comunidades y a sus organizaciones históricas (el Comité de Defensa Campesina y la Unión Campesina Zapatista, hoy una sola organización coaligada CDC-UCZ) y han sabido dejarse acompañar por ellas para que en esa responsabilidad compartida haya una identidad mutua: son compañeras y compañeros.

Así ha sido en las buenas y en las malas, y para quien recuerda, hubo años de enorme zozobra para las comunidades, en particular en el municipio de Texcatepec, para las comunidades ñuhú cercanas a Amaxac, pero también para las comunidades masapigní de Tlachichilco y Tierra Colorada y las nahuas de Ilamatlán, donde por años los caciques invadieron, saquearon y acapararon tierras, quemaron casas, violaron muchachas, emboscaron y asesinaron a muchas personas, siempre en la necedad de hacer su maldita voluntad contra todas las comunidades de la región.

En todos esos años, jesuitas como Alfredo Zepeda y Sergio Cobo, como la abogada Conchita Hernández, junto con el CDHSNV, Radio Huayacocotla y Fomento Cultural y Educativo, trabajaron con las comunidades para denunciar a los caciques y sus pistoleros (el término sicario no estaba de moda) y para poder meter a la cárcel al principal de ellos, pagando algunos años por tanta muerte, por tanta vida cegada inútilmente. Esa detención, de algún modo, calmó la situación.

Un logro muy importante fue recuperar la tierra para las comunidades de Texcatepec y desde entonces, se impulsaron  sus formas tradicionales de reproducir la vida, la comunidad y su propia producción de alimentos en milpa.

Durante varios periodos casi continuos la CDC-UCZ ha mantenido la presidencia municipal de Texcatepec, abriendo breves espacios de autonomía y fortaleciendo las relaciones de las comunidades, no sólo en lo municipal sino regionalmente, lo que empata con el impulso de la Radio y el CDHSNV. Tal proceso autogestionario los mantiene críticos y alejados de las dependencias gubernamentales y les brinda una visión integral para el trabajo comunitario y una vinculación “en defensa de la vida contra los proyectos de muerte”. Esto abre el horizonte de la gran región huasteca. Vincula el trabajo de partería y la reivindicación de lo sagrado con el agrarismo histórico y la defensa del agua, los bosques y los territorios contra el extractivismo petrolero, gasero y minero mientras las comunidades se defienden contra la “bala de azúcar” de los programas gubernamentales fragmentadores y clientelistas.

En el camino de los cincuenta años que cumplirá con gran fiesta el 15 de agosto de 2015, Radio Huayacocotla, la Voz Campesina, ya se internacionalizó. El acompañamiento paciente a la población migrante nahua, masapigní y ñuhú en Nueva York y Estados Unidos en general, pone a los comuneros y comuneras, a ambos lados de la frontera, en una vinculación casi permanente puesto que la transmisión por internet los conecta “ol dey long”, pudiendo presumir que en Queens, Bronx, Brooklyn y Manhattan hay gente que escucha Radio Huaya, envía y recibe mensajes de los recónditos rincones de la Sierra y promueve los mismos tipos de banda y tríos que en las profundidades de Pericón, Papatlar, Zontecomatlán o Ayotuxtla, y al promoverlos, el hermanamiento geopolítico se hace profundo y esperanzador.

Ramón Vera-Herrera