Opinión
Ver día anteriorSábado 1º de agosto de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
España hoy, ¿y mañana?
¡E

spaña ha vivido uno de sus peores gobiernos! Si bien es cierto que en este país los sexenios duran solamente cuatro años, lo malo es que la relección se vale. Pero hay algo peor: cuando un gobierno dispone de una mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, puede actuar, como en este caso, con poderes dictatoriales de facto.

Ello resulta especialmente nocivo cuando se trata de una sociedad como la española, con muy grandes contingentes de una clara vocación fascista. No perdamos de vista que, si el dictador Franco lo fue durante casi 40 años, un buen sustento social debe haber tenido y la llamada España de las cavernas haberlo visto con agrado.

En efecto, grandes contingentes fanatizados y mentalmente sometidos a cacicazgos y obispados, así como una nobleza y una oligarquía que conservan fuertes raíces medievales, constituyeron el sustento tanto del absolutismo salvaje del tiempo de Franco como de los muchos resabios que sobreviven hoy, a pesar de las grandes presunciones de la Europa democrática.

De esta manera, en los últimos cuatro años, para beneficiar a los grandes, el gobierno del Partido Popular ha cometido desfiguros en verdad escandalosos, imponiendo varias leyes sumamente retrógradas y dando manga ancha e impunidad a la corrupción de los suyos.

De algunos casos de voracidad, a veces incluso legalizada, ha dado cuenta la prensa de una buena parte del mundo, pues en esta globalización, muchos de tales actos han trascendido las fronteras del Estado español. Conviene recordar al señor Camps y a la señora Barberá de Valencia, al señor Bauzá de las islas Baleares y a diversos funcionarios de alto nivel del gobierno de Madrid, lo mismo que a asiduos asistentes al palco de honor del estadio del Real Madrid.

Por otro lado, vale tener presentes las leyes aprobadas por el más vulgar mayoriteo en contra de las protestas legítimas, la libertad de educación y la propia educación pública en beneficio de la privada, así como la misma agresión legal al sistema de salud generalizado –que resultaba ser bastante bueno– para favorecer a clínicas y hospitales de amiguetes o socios de quienes gobiernan. Finalmente, a todo ello vale agregar el reparto arbitrario del presupuesto, especialmente contra las comunidades autónomas poco afectas al partido político hegemónico. Esta desventajosísima relación entre lo que algunos aportan y reciben a cambio es lo que ahora los inconformes denominan expolio.

La cereza del pastel lo constituye la retórica oficial y de numerosas organizaciones –gubernamentales o no– en contra de las comunidades que pretenden defender lo suyo, así como una continua agresión de ciertos medios de comunicación filofascistas que continuamente envenenan el ánimo de los acarreados en contra de quienes no resultan ser serviles. Asimismo se imponen multas estratosféricas a quienes manifiestan su disidencia.

En algunas partes, tales actitudes pletóricas de soberbia y prepotencia han generado un desarrollo importante del nacionalismo y hasta la posibilidad de lograr independizarse; en otras han dado vida a nuevas organizaciones contestatarias –como es el caso de Podemos– que están quitando el sueño a los señorones de siempre.

No se trata aquí de abogar por nadie, pero sí de recordar que, cuando las cosas suceden es porque hay condiciones para que así sea. ¿Qué pasará mañana, después de las elecciones que se avecinan?