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Tumbando Caña

Chico Andrade, para quitarse el sombrero

A

hí viene el viejo Chico Andrade con su lento caminar y su amplia sonrisa. Llega puntual a la cita y con ánimo de platicar. Luce contento y emocionado por el homenaje que recientemente le hizo el Instituto Veracruzano de la Cultura en el Teatro de la Reforma, por una larga y fructífera trayectoria.

Siempre es bueno que lo celebren a uno cuando aún se está en condiciones de vivir conscientemente esos momentos, nos dice de entrada el buen sonero, quien acaba de cumplir 86 años de edad. Ahora solo me falta grabar un disco.

Es curioso, le digo, que tras una larga carrera musical no tenga una grabación como solista. Están los cinco álbumes en los que participó con la Orquesta de Arturo Núñez, luego aquel que hizo con Son como Son, uno en homenaje a su amigo Memo Salamanca, otro en colectivo llamado La mata del son y muchas colaboraciones como cantante de apoyo, pero ninguno completo de él.

Yo tampoco me lo explico, dice sonriendo. Pero ya vendrá el bueno.

La historia musical de Chico Andrade arranca en su natal Boca del Río, donde de muy joven se inició como cantante aficionado imitando las voces que escuchaba en la radio cubana sintonizada en onda corta.

“Lo mío se dio de manera espontánea. De repente descubrí que tenía condiciones para el canto y por ahí me fui. En el inicio imitaba la voz de Benny Moré, Orlando Guerra Cascarita, Alejandro Barroso… y así seguí hasta lograr un estilo propio.”

Su debut profesional lo hizo a los 15 años con la Orquesta de Manuel Blanco Cansino y de ahí pasó a la Orquesta Villa del Mar, supliendo al cantante titular, Manolo Ramos. Con esta agrupación es que lo escucha Arturo Núñez, El caballero antillano, quien de inmediato lo invita a ser parte de su orquesta. Es así que viaja a la ciudad de México para integrarse a una de las agrupaciones estelares de la época.

Ese fue el gran momento de mi vida, confiesa Chico. “Arturo Núñez era un director de orquesta muy serio y riguroso. Había llegado de Cuba formando parte de una compañía teatral y decidió quedarse para armar una orquesta a su gusto, misma con la que muy pronto empezó a trabajar en elegantes cabarets, como El Patio y el Río Rosa. Yo ingresé en 1951 y permanecí en ella 40 años exactos.

“Muchos se asombran de mi larga estadía en la Orquesta Antillana, como también se le conocía, pero era la que más trabajaba y sí a eso le sumamos el buen trato que teníamos sus músicos pues… Arturo era un auténtico caballero, muy correcto, bastante educado, muy gentil para tratar a la gente. Era una persona estupenda en el ambiente musical y en el social, en su manera de ser, en su forma.”

La Orquesta Antillana estaba integrada por grandes músicos cubanos y mexicanos, entre ellos destacaban el sonero mayor Benny Moré, el gran cantante veracruzano Lalo Mon-tané y el maestro Memo Salamanca al piano.

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A sus recién cumplidos 86 años, Chico Andrade sigue cantando, bailando y rumbeando en su natal VeracruzFoto Ernesto Márquez

“De Benny aprendí todo lo que se puede saber del canto sonero. Él tenía un don natural, era un mago de la voz. Y yo, ahí, recibiendo todo tipo de consejos. Benny y Lalo habían formado una mancuerna extraordinaria y juntos hicieron época, primero como El Dueto Antillano, luego como El Dueto Fantasma.”

De sus recuerdos con El bárbaro del ritmo destaca los lunes en el salón El Fénix, donde Benny tocaba la guitarra y él lo acompañaba con el güiro y las maracas.

“Cuando llegué a la ciudad de México me encontré con un ambiente musical muy desarrollado y bohemio. Me imbuí en sus noches (y en sus madrugadas). En los descansos o al finalizar nuestras presentaciones nos íbamos a escuchar a otros músicos y cantantes. Habían grandes y buenas orquestas de música bailable y jazz band; la competencia era dura, no había medianías y se tenía que ser un bravo si se pensaba en destacar. Yo participaba en todo tipo de saraos y bohemiadas, poco a poco me fui dando a conocer y muy pronto se supo que había una ‘nueva’ voz veracruzana que estaba dando guerra.”

Chico Andrade empezó a llamar la atención por ese estilo al cantar, suave, romántico y alegre a la vez. Una voz que bien podía funcionar como solista o como apoyo a la de otros cantantes.

“Lo que más me gusta cantar son los boleros. De hecho me siento más bolerista que sonero, aunque también le meto mano a sones y guarachas, por eso muchos me llaman El sonero romántico. Yo pienso que mi forma de cantar se fue moldeando al interpretar esas canciones tan reveladoras de lo sentimental. A mí el bolero me pega fuerte y siempre trato de interpretarlo apegado a ese sentimiento.”

Sin embargo, sus primeros éxitos no son boleros, sino el tango La pastora, de José Rotulo y Alfredo de Angelis, arreglado en onda tropical por el genial Arturo Núñez; Cascarita de limón, de José Delgado Pérez, y Lindo Veracruz, de Memo Salamanca, su gran amigo.

A la muerte de Arturo Núñez y por diferencias con el nuevo director, Chico Andrade decide abandonar la Orquesta Antillana y marcharse con Los Riviere. Un piquete tipo charanga en el que se acomoda muy bien a lado del cantante Eduardo Lara.

En 1997 forma su propia agrupación a la que llama Chico Andrade y su tremendo Sabor, con la que ameniza las noches del hotel Maitel. Una trombosis lo retira del ambiente musical y por prescripción médica regresa a Veracruz. Tras algunos meses de recuperación y con el apoyo de sus amigos de Son como Son regresa a la rumba y desde entonces no ha dejado de cantar y encampanar a los soneros jarochos.

No tengo pensión ni ningún tipo de ayuda, sólo la que me brindan mis amigos y mis hijos, esboza el buen Chico a manera de conclusión. Y aunque tengo los achaques de todo viejo, ¡quiero morir cantando, rumbeando!

Y se va el buen Chico bailando con su pasito cansao.