Opinión
Ver día anteriorMartes 14 de julio de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Modismos

L

a cocina y la comida están ligadas a relaciones afectivas, por eso muchas expresiones se vinculan con los alimentos. Además, los mexicanos tenemos un manejo particular del lenguaje que implica, en muchas ocasiones, un uso sutil de la lengua; en otras hay alusiones de índole sexual, como con los albures. Lo que para nosotros es familiar, llama la atención de hablantes del español venidos de fuera. En 1892 José Sánchez Somoano editó en Madrid su libro Modismos, locuciones y términos mexicanos.

Escribe que el español tiene fama de sobrio, pero que en esto el indio mexicano le da tres y raya. Por ejemplo, la tortilla se usa como plato y de cuchara le sirve otra tortilla doblada; siempre acaba por comerse el plato con tó y cuchara. Esto se debe a que nuestras tortillas son muy delgadas y se doblan sin romperse, adaptándose á todas las formas, con lo que enfatiza la especial elasticidad lograda con una masa de buen nixtamal elaborado con maíz nativo.

Una palabra ya en desuso es convivialidad, que es como la gente principal solía referirse a un convite, ya fuera almuerzo o comida. “Así como en España se invita a tomar un refrigerio… en México se invita a una tamalada”. Patentiza que desde hace por lo menos más de un siglo, los elotes tiernos se comían asados y con queso.

Atribuye que al sombrero de copa le llamáramos sorbete, por nuestra afición a la nieve, y señala: para que en México todo parezca suave, muy suave, hasta el baile nacional lleva el nombre de jarabe.

En cuanto al doble sentido, advierte que aquí no se puede llamar á los huevos, huevos; hay que llamarlos blanquillos, y recomienda ampliamente a quienes deseen comer cosa buena, pedir en los hoteles blanquillos a la ranchera. En otra alusión a los albures, menciona que en México se dice que el amor es igual a la enchilada, que si al principio pica, después agrada. Y es tan sabrosa que hasta las niñas dicen: Enchíleme otra.

Desde entonces no había sazón en la comida mexicana “…si no va condimentada con chile rojo o mulato”. En la “Gran Tenochtitlan –afirma– no hay hombre a quien no le guste con los tamales, atole, y con los frijoles, pulque”. Y si en España se trabaja para ganar los garbanzos, en México el trabajo sirve para ganar los frijoles, escribe Sánchez Somoano.

Es interesante su observación de que a los soldados, en lugar del triste rancho que le dan en otras tierras, aquí les es permitido que los cuiden soldaderas; ellas les preparaban sus alimentos con los dos reales fuertes que era su paga, y como el alimento del indio era barato, se trataban a cuerpo de rey.