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Ver día anteriorMartes 7 de julio de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Escalada conservadora contra la edición genética
E

l pasado 18 de abril, un grupo científico chino dio a conocer los primeros resultados a escala mundial sobre el empleo de las novedosas técnicas de edición genética en embriones humanos. Los investigadores de la Universidad Sun Yat-sen, en Guangzhou, emplearon embriones no viables (que no pueden dar lugar a un nacimiento) obtenidos de las clínicas de fertilización, para ensayar la modificación del gen causante de una enfermedad llamada beta talasemia, en la cual se reduce la producción de hemoglobina (proteína presente en los glóbulos rojos que transporta el oxígeno a todas las células del organismo) y puede provocar la muerte. Para los autores del trabajo, publicado en la revista Protein & Cell, sus resultados ilustran que aún hay grandes problemas por resolver y una enorme distancia para pensar en las aplicaciones clínicas de la técnica; sin embargo, el reporte ha levantado una ola de preocupaciones éticas en el mundo, entre las que se revela sin ambigüedades la añeja guerra que libra la Iglesia contra el avance del conocimiento científico.

El dilema ético consiste en que, por una parte, la técnica denominada CRISPR/Cas9, que emula un mecanismo de defensa bacteriana y permite eliminar o reparar genes defectuosos, aparece como una de las mayores promesas hacia el futuro para corregir defectos genéticos devastadores antes del nacimiento. Pero, por otra parte, la modificación genética implica la introducción de cambios en el genoma humano que podrían propagarse en generaciones sucesivas, sin que aún se conozcan a cabalidad todos sus efectos en el organismo. Como puede entenderse, en los dos casos se trata de escenarios inexistentes, aunque potencialmente factibles. No obstante, para algunos estas dudas son suficientes para detener la investigación en este campo.

Pese a ser ahora tan criticado en occidente, el trabajo liderado por Junjiu Huang, al que hago referencia, ilustra claramente estas dos posibilidades, pues, por un lado, muestra cierto porcentaje de éxito al lograr en su modelo la edición del gen HBB, que codifica la proteína beta-globulina humana (cuya mutación es la causa de la beta talasemia). No obstante, está más que presente la otra cara de la moneda, pues la eficiencia es muy baja: de un total de 86 embriones sólo fueron empalmados con éxito 28 y, lo más importante, se encontraron mutaciones genéticas no deseadas en otras regiones del genoma, lo que desde luego habla de un problema enorme de seguridad. De acuerdo con Sara Reardon, quien ha seguido de cerca este debate en la sección de noticias de la revista inglesa Nature, el propio Huang ha reconocido que si se quiere explorar lo anterior en embriones normales se requeriría antes estar cerca del ciento por ciento de eficiencia.

El tsunami provocado por el estudio citado ha obligado a las principales organizaciones científicas en Estados Unidos, como las academias Nacionales de Ciencias y de Medicina, a programar reuniones para este mismo año, de las que surgirán recomendaciones para normar estas investigaciones, entre las que se puede anticipar la limitación de llevar estos proyectos a un nivel de estudios clínicos, sobre lo cual existe consenso entre las comunidades científicas del mundo, incluso, como hemos visto, el grupo chino. Pero lo anterior no implica una prohibición (aunque las leyes de los diferentes estados del país del norte no la prohíben, existe desde los antiguos debates sobre la clonación la prohibición de emplear financiamiento público para la investigación en embriones humanos).

Pero ahora se han incorporado en este debate las agrupaciones religiosas utilizando a la Cámara de Representantes de Estados Unidos, en la que los sectores republicanos más conservadores han realizado una modificación en el proyecto de presupuesto para la Administración de Alimentos y Fármacos (FDA, por sus siglas en inglés) para 2016. El proyecto de esa cámara pretende hacer más difícil la edición genética en embriones para los ensayos clínicos. Se trata de una disposición que impediría a la FDA el uso de fondos federales para evaluar o permitir la investigación que involucre tanto a embriones viables o células sexuales (espermatozoides u óvulos) que pudieran ser utilizados para crear un embrión.

La Cámara de Representantes pretende que la FDA incorpore en estos casos a un panel de expertos que incluya representantes de las organizaciones religiosas con conocimientos en bioética y de asociaciones médicas basadas en la fe. Se trata de algo completamente inusual, pues la FDA se encarga de evaluar la seguridad y eficacia e los medicamentos y otros productos médicos, no de las implicaciones éticas y sociales de la investigación. Este proyecto aún no es aprobado, pero muestra cómo, al igual que en nuestro país, la Iglesia trata de ocupar todos los resquicios posibles de manera abierta o disfrazada para oponerse al avance del conocimiento.