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Foro de la Cineteca

El botón de nácar

L

a memoria obstinada. Cinco años después de haber realizado Nostalgia de la luz, esplendido documental prácticamente desconocido en México, el chileno Patricio Guzmán (La batalla de Chile, 1975-79; El caso Pinochet, 2001) propone en El botón de nácar (2015) una nueva exploración del pasado político de su país en la única forma que parece hoy aceptable para el gobierno chileno y buena parte de su pueblo: a través de la alegoría y la alusión metafórica.

Evocar la inmensidad de la naturaleza y el cosmos, y señalar que los desiertos y los mares pueden convertirse en depósitos silenciosos de la barbarie humana, parece ser la forma más cautelosa, políticamente correcta, de no reabrir heridas aún no cicatrizadas en una dolorosa memoria colectiva. También la opción muy válida de un artista irrebatiblemente comprometido con la denuncia de la dictadura pinochetista y sus saldos desastrosos.

En El botón de nácar, su documental más reciente, el realizador elige un enfoque antropológico para señalar la persistencia histórica del odio a la diferencia en Chile, desde la masacre de las tribus originarias por parte de los colonos europeos hasta la desaparición forzada de disidentes políticos durante la dictadura fascista de Augusto Pinochet. La mayor parte de la cinta evoca el genocidio brutal de los indígenas, rescatando las voces de un puñado de herederos sobrevivientes y explorando algunas de sus creencias místicas sobre el poder regenerador del agua.

La figura legendaria del nativo llamado Jimmy Button, trasladado a Inglaterra para ser educado como un buen salvaje, y quien luego regresa a Chile para ya no reconocerse entre los suyos, es la metáfora de la experiencia del exilio que siguió al horror del exterminio, y que aún tiene eco en una memoria lastimada que difícilmente se sobrepone a los agravios de su historia. El lenguaje alusivo, metafórico, empecinadamente poético de Patricio Guzmán en sus dos cintas recientes, es síntoma de esa renuencia a nombrar de lleno la infamia fascista (a la manera de sus documentales más emblemáticos), como si el solo hecho de nombrarla plenamente, tuviera hoy el poder de resucitar a viejos demonios agazapados detrás de la amnesia colectiva.

Los mejores momentos de El botón de nácar no son sus extravíos esotéricos (el agua que resguarda mágicamente las voces de indígenas y desaparecidos), sino el recuento detallado de la ingeniería criminal de un poder castrense cuyos émulos siguen activos en nuestro continente. Un horror terrenal, nada intemporal, obstinadamente cotidiano.

Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional. 12:30 y 18:30 horas.

Twitter: @CarlosBonfil1