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El Potrillo ofreció dolor y goce a los seguidores que abarrotaron el recinto de Reforma

Con su gira Confidencias, Alejandro Fernández transformó al Auditorio en un gran palenque
 
Periódico La Jornada
Domingo 28 de junio de 2015, p. a10

El prototipo del charro mexicano 2015 es Alejandro Fernández, a pesar de que la familia en su apellido carece de la tradición charra; es decir, Vicente y sus hijos se unieron a la tradición del deporte nacional por medio del canto. No obstante, ese dato no le importa al público que abarrotó el Auditorio Nacional la noche del pasado viernes, en el concierto de la gira Confidencias.

¡Gracias a ustedes, mis confidentes!, expresó el popular Potrillo, quien al cantar Como quien pierde una estrella, vernácula aflamencada, hizo unos pases de torero, como si estuviera en la Monumental, lo cual convirtió al foro de Reforma en una gran fiesta brava.

El recital estuvo dividido en dos partes, una con su grupo en el que destacan los metales y otra en la que lo acompaña un mariachi.

Afuera, a las ocho y treinta de la noche, los revendedores ofrecían los últimos boletos a precio de oro. Algunos desesperados que llevaban a su dama no tuvieron más remedio que sacar los billetes. Adentro, los seguidores de Álex, en su mayoría mujeres bellas y fieles al charro metrosexual, gritaban su nombre y lo chuleaban con los típicos ¡pa pacito! y ¡apachurro!, que contagiaba a otras, pero que a algunas ruborizaba.

Del pop al mariachi

Comenzó el rosario de éxitos, con arreglos poperos de Cóncavo y convexo, la exitosa melodía de amor geométrico de Roberto Carlos. Se me va la voz, una rola lejana de ser realidad. Olviden los problemas por un momento, pidió al público y continuó con Cuando digo tu nombre, que las asistentes aprovecharon para, mentalmente poner su nombre en los labios del galán jalisciense. La selección de temas no da pausa: Estuve, Qué voy a hacer sin tu amor, que convirtió a las casi 10 mil almas en una manifestación de dolor y goce colectivo.

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En el encore, Alejandro Fernández rindió tributo a Vicente, su padre, e interpretó temas como Las llaves de mi alma, Mujeres divinas, Hermoso cariño, Acá entre nos y De que manera te olvido Foto Notimex

¡Ay, mujeres, no podríamos estar sin ellas, que remató, Desahogo, otro clásico de Roberto Carlos.

Dueño de sí, proyectando seguridad, en plenitud de facultades, soltó su vozarrón. Hoy tengo ganas de ti, su versión mimética de la famosa melodía de Miguel Gallardo, se abrió camino en el pasado de cada quien.

Ahora voy a cantar el tema con el que por primera vez me enamore, y dejó escuchar Te amare, de Miguel Bosé.

Así corrió la noche con Te amo en silencio y otras consabidas. Acabó la parte popera. Se fundieron el sonido de su grupo y el del mariachi que entró rompiendo plaza. Álex reapareció vestido de charro y se soltó el culto a la personalidad. Un magnetismo irresistible hizo que las miradas se centraran en el cuerpo embarnecido con canas en las sienes. De ahí en adelante todo fue un chuntata bailable, gritable. Se oyeron Mátalas, Qué lástima, Cascos ligeros, que fue acompañada en las pantallas con imágenes de yeguas al galope. Cerro con Como quién pierde una estrella.

En el encore rindió homenaje al legado de Vicente, su padre, a quien definió como su maestro y amigo. Como en un palenque se escucharon las inmortales del Jilguero de Huentitán, Las llaves de mi alma, Por tu maldito amor, Mujeres divinas, Me voy a quitar de en medio, Para siempre, Hermoso cariño (que desgañitó), Estos celos, Acá entre nos, y De que manera te olvido.

Se despidió lanzando besos.