Rigoberta Menchú, la sin vergúenza


Toro listo para el rodeo, Amatepec. Foto: Jorge Santiago

PUEBLOS EN CAMINO

Nadie podrá olvidar esta escena: Rigoberta Menchú rodeada de funcionarios grises de traje y corbata, todos iguales, escoltas y vigilantes de su palabra y presencia, esperando y garantizando que se cumpla un compromiso y un acuerdo previo, una maquinación repugnante cuyo mecanismo nos ocultan pero no pueden esconder. Rigoberta Menchú ha sido adquirida por el régimen mexicano. Ha sido comprada por el Instituto Nacional Electoral, cuyo vocero, Lorenzo Córdova, Consejero Presidente del mismo, ha sido grabado in fraganti, haciendo comentarios racistas y despectivos contra los indígenas. Una instancia que además de racista es fraudulenta y apoya la maquinaria partidista más corrupta que se pueda imaginar. No hay nadie en México que no sepa que todos los partidos, toda la maquinaria electoral y por ende toda la institucionalidad que de estos mecanismos resulta, no es únicamente ilegítima y no representa los intereses y necesidades de la población, sino que actúa en su contra para alimentar intereses particulares y servirse de recursos públicos para despojar a la ciudadanía y engañarla. Es esta podredumbre, este racismo, esta ilegitimidad la que contrata a Rigoberta Menchú, a la que ella tiene el mandato de legitimar y lo hace con gusto y convencida. 

Hay que ver el video de la rueda de prensa y descubrir hasta dónde puede entregarse la dignidad por un precio. No es necesario hacer un análisis de lo dicho, porque no hay nada que analizar y porque esto invitaría a un debate y a que se presentaran argumentos sobre puntos específicos, cuando acá todo es perverso: una farsa cuya protagonista debería estar en las calles poniendo su palabra y su cuerpo para denunciar y resistir lo que ahora representa y defiende.

Algunas cosas que dijo o no dijo

> Se negó a responder las preguntas sobre los comentarios racistas de Córdova alegando que no había escuchado el audio. Le informan por todos los medios que su patrón es un racista y ella acepta el cargo sin confirmar lo que todo México y el mundo han escuchado.

> Le pide a la ciudadanía mexicana tener confianza en la institucionalidad que entrega las riquezas, territorios, recursos del país a intereses privados y transnacionales, que destruye activamente comunidades, culturas y ecosistemas, que expulsa al exilio en busca de algún trabajo esclavo a la mayoría de sus campesinas y campesinos empobrecidos y a pobladores urbanos, que legisla a favor de ricos y poderosos y en contra de derechos y libertades ganadas en luchas ejemplares y que es un aparato de terror y mentira al servicio de la acumulación privada, entre muchos más crímenes. Un régimen cuya institucionalidad no sólo desaparece y asesina sino que se burla y maltrata a quienes exigen la verdad sobre sus familiares y víctimas. La institucionalidad mexicana es enemiga de México, pero Rigoberta Menchú  les pide que la apoyen.

> Cuando exhorta a los familiares de las víctimas de Ayotzinapa a decir la verdad y a confesar en lo que andaban las víctimas, implica que las víctimas del delito atroz, los normalistas de Ayotzinapa y sus familiares, son los criminales y deben confesarlo. Deben decir la verdad. Son criminales. ¿Sería capaz de decir lo mismo a las víctimas del genocidio que dejó 300 mil muertos en Guatemala? En cambio, en ningún momento señala a los culpables ni le exige al Estado y al Ejército decir la verdad, con lo que su complicidad queda a la vista.

> La “justicia” mexicana tiene la responsabilidad y hay que confiar en ella, propone Menchú. ¿Cómo puede aseverar que este proceso y lo que sigue debe de estar en manos de la justicia mexicana, cuando la PGR ha mentido dando por concluido el caso, fabricado asesinos y cadáveres y obstaculizado cualquier posibilidad de establecer la verdad y hacer justicia. Esto lo sabe el mundo y Rigoberta Menchú lo ignora para defender a su nuevo patrón.

> Rechaza la exigencia de la CIDH al gobierno mexicano de cumplir con el acuerdo por medio del cual este último se comprometió a permitirle realizar una investigación sobre los hechos de Ayotzinapa, y que este proceso no se diera por concluido antes de que la CIDH hubiera cerrado a satisfacción la investigación. Para Rigoberta Menchú basta con que internamente y en las comunidades, se digan las verdades, cuando Guerrero es un Estado ocupado militarmente y controlado por mafias articuladas con los tres niveles de gobierno. Menchú contribuye a que el gobierno mexicano encubra una masacre entre muchas, y a los responsables del régimen que rechazan a la CIDH, sin cuyo concurso y apoyo la verdad en Guatemala, la poca verdad que se conoce, seguiría oculta.

> Una vez que dictamina que las víctimas de Ayotzinapa y sus familiares deben decir la verdad sobre sus delitos, es generosa y amplia. Si dicen la verdad y son culpables (lo que ella insinúa) no deben matarlos, deben ir a la cárcel. Juzga y condena, pero a los desaparecidos sin que aparezcan, a los muertos sin que resuciten, y a sus familias las sentencia a cárcel si al decir la verdad lo merecen.

> Señala como culpables y responsables a los mafiosos, con una contundencia tan admirable que parece un acto de valor y un desafío a las mafias del mal. Lo que también hace al señalarlos desde la mesa del régimen al que representa, es reiterar la versión falsa que insiste, contra toda evidencia, en diferenciar entre el régimen y los mafiosos. Menchú quiere reiterar la fantasía mentirosa que ha sido negada a gritos tras los ríos de sangre de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto: “No fue el narco. Fue el Estado”.

> En medio de toda esta farsa, se atreve a invocar su autoridad moral aconsejando a la población no sólo para que vote, sino para que “no vendan su voto”, para que no “hagan lo que está en contra de su integridad”. Se refiere a que no vendan sus votos (ella sabe sin duda que el mayor comprador, pero no el único, es el partido de gobierno, PRI, pero solamente porque tiene más recursos públicos que los demás, que lo hacen en proporción a sus capacidades para acceder a ellos). El mecanismo que propone abiertamente es que acepten los regalos y la compra pero que, a la hora de votar, voten a consciencia. Una estratega moral, la Premio Nobel de la Paz. No viene a desmantelar partidos corruptos, ni siquiera a denunciarlos. Que sigan haciendo sus compras de votos, que sigan siendo corruptos, esto se corrige poco a poco con la consciencia de quienes reciben los regalos y con la educación de quienes se aprovechan de los cargos, enseña la mayor. Pero, lo que es peor, Menchú ha vendido su consciencia, la dignidad de los de abajo, por un trabajo con el INE, en el régimen mexicano, y tiene la desvergüenza de aconsejar al pueblo que no siga su ejemplo y no le ponga precio a la dignidad y a la vida. Sin integridad y haciendo gala de ello, encubriendo y mintiendo, Rigoberta Menchú trabaja para el INE y va para Guerrero, como va el Ejército, como va la corrupción, como van el despojo y la represión, como han ido la pobreza y el terror: Con todos ellas, convocó a la gente a que votara por sus verdugos.