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Ciudad reconstruida: María José Rodilla
L

a ciudad de México ha sido vista y descrita por innumerables cronistas. Fray Diego Durán relató en su Historia de las Indias en Nueva España i Islas de la Tierra Firme, cómo en su peregrinación para buscar el sitio donde fundar su ciudad, los mexicas llegaron a una fuente ...blanca toda, muy hermosa... Lo segundo que vieron, fueron que todos los sauces que aquella fuente alrededor tenía, eran blancos, sin tener una sola hoja verde: todas las cañas de aquel sitio eran blancas y todas las espadañas alrededor. Empezaron a salir del agua ranas todas blancas y pescado todo blanco, y entre ellos algunas culebras del agua, blancas y vistosas.

La de Durán es la historia de una fundación, una narración mítica.

Quizá uno de los primeros en describir la ciudad indígena en todo su esplendor, haya sido Cortés en sus Cartas de Relación, después de destruirla cuidadosamente y construir sobre sus cimientos lo que sería la ciudad española, por ello, después de consumada la conquista, recuerda lastimosamente: En la población donde los españoles poblamos, distinta de la de los naturales, porque nos parte un brazo de agua, aunque en todas las calles que por ella atraviesan hay puentes de madera, por donde se contrata de la una parte a la otra. Hay dos grandes mercados de los naturales de la tierra, el uno en la parte que ellos habitan y el otro entre los españoles; en estos hay todas las cosas de bastimentos que en la tierra se pueden hallar... y en esto no ha falta de lo que antes solía en el tiempo de su prosperidad. Verdad es que joyas de oro, ni plata, ni plumajes, ni cosa rica, no hay nada como solía.

Bernal Díaz del Castillo la describe también con nostalgia:

Y diré que en aquella sazón era un gran pueblo, y que estaba poblada la mitad de las casas en tierra y la otra mitad en el agua; ahora en esta sazón está todo seco, y siembran donde solía ser laguna, y está de otra manera mudado, que si no lo hubiera de antes visto, dijera que no era posible, que aquello que estaba lleno de agua esté ahora sembrado de maizales.

En Aquestas son de México las señas (La capital de la Nueva España según los cronistas, poetas y viajeros siglos XVI al XVIII), libro recientemente publicado por Vervuert y Bonilla editores, María José Rodilla pasa revista con minucia, rigor y amenidad a esos siglos coloniales en que la ciudad floreció sobre las ruinas de la antigua Tenochtitlán. Utiliza la figura del palimpsesto como una forma de visualizar la tarea emprendida por los conquistadores para rehacer la ciudad indígena y transformarla en española. De la Ciudad-Palimpsesto se pasa a la Ciudad de los Palacios, en sí misma también en forma de palimpsesto: sobre la ciudad indígena se fueron amontonando literalmente ciudades sobre ciudades, como era de costumbre entonces; por una doble razón, piensa María José: La primera está relacionada con la práctica de la guerra, consiste en destruir y transformar el sitio, darle un nuevo aspecto a imagen y semejanza de las ciudades de los conquistadores y, la segunda razón sería evangélica para ...la destrucción del mal, de los ídolos y templos cuajados de sangre reseca para encalar los muros y sobreponer la imágenes católicas.

Y de allí para el verdadero real: comienza el fasto, el despilfarro, los privilegios, las desigualdades, la separación de razas, la discriminación, el inicio de las castas, pero también la belleza. Los palacios, las universidades, las plazas, los templos, los jardines, los trajes, van apareciendo ante nuestros ojos tan maravillados como los de Cortés en el libro de Rodilla, los cronistas, los poetas y los viajeros comienzan a desfilar y a hacernos leer sus textos, compilados sabiamente aquí, también en forma de palimpsesto: Zorita, Las Casas, el conquistador anónimo, Torquemada, Motolinia, Durán, Balbuena, Cervantes de Salazar, Sor Juana, Siguënza, Ribera, Sandoval y Zapata, Antonio de Robles, Gage, Gemelli Careri, Vázquez de Espinosa, Viera, Guijo.

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