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Casi 10 mil devotos de Joaquín Sabina se embriagan con sus versos hechos canción

Se llena el Auditorio Nacional con 500 noches para una crisis

El cantautor se queja de que ya no puede ir a los bares y deambular por las madrugadas

Muestra sus garabatos: ojeras de desvelos que surcan el deseo y son medallas de guerra

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Joaquín Sabina en el escenario del Auditorio Nacional, ya no tan flaco, no tan quijotescoFoto Fernando Aceves
 
Periódico La Jornada
Domingo 3 de mayo de 2015, p. 8

Crisis… palabra sempiterna, realidad que se niega, contra la que se lucha, se sucumbe, se miente, se simula; hay quienes mueren por ese infierno; pocos salen y emergen renovados; se dieron otra oportunidad, tras parar y verse en el espejo, como lo hizo Joaquín Sabina, quien vive hoy inmerso en sus 500 noches para una crisis.

Tal es el título-concepto de la gira que realiza el cantante español, quien ofreció el primer concierto de ese tour en el Auditorio Nacional la noche del pasado viernes, ante casi 10 mil seguidores, algunos hasta el punto del fanatismo, la mayoría conquistados por letras con vena poética inspirada en muchas noches y mañanas ambiguas, de pisar las calles cuando la mayoría duerme. Esto a pesar de que él diga, con modestia, que sólo escribe versos y no poesía. A cierto público no se le puede engañar con falsa poesía.

Aun a los más exigentes les gusta por lo menos una composición de este autor que hoy se la pasa quejándose de que no lo dejan, como a un adolescente descarriado, ir a los bares, a deambular y encontrarse con los tránsfugas que como él a determinadas horas invitan o comparten una copa.

Entre cada canción se justifica y queja de que ha tenido que cambiar de ciertos gustos, de evitar algunas sustancias. Esto no gustó a muchos de los asistentes al Auditorio Nacional, quienes le chiflaron. ¿Cómo que muy redimido?

Apareció en el escenario ya no tan flaco, no tan quijotesco. No puede ya competir en complexión con Fito Páez.

La guitarra suelta acordes de Ahora que, tema con el que Sabina ha dicho marca un alto, un margen entre el pasado y el presente. ¡Viva México, cabrones!, grita para lograr empatía. Sigue con 19 días y 500 noches, título del disco emblemático editado hace 15 años, que parafraseado da nombre a la actual gira y al doble cedé más devedé grabado en vivo en Argentina. Entre whiskies, durante una reunión en su casa, Pancho Varona puso el disco quinceañero. Joaquín aclaró que en su morada no se ponen sus discos, sino tan sólo buena música. Entre sorbo y sorbo se fue escuchando el disco y en un momento le pareció que no sólo es bueno, sino muy bueno, “entre el Sargent peppers de The Beatles y la Novena de Beethoven”; es decir, lo que la razón niega, lo obnubilado lo afirma.

El público corea cuando Sabina lo pide y el juego es un rebote. ¿Les parece muy bonito venir y decirme cornudo?

Barbi Superstar, que hace volar a miles de mujeres y les provoca los deseos de ser una más que nace rara.

¡Buenas noches, México, más lindo y querido que nunca!

Habla del ictus, del accidente cerebral que lo ha alejado de los bares. En tanto, se compró unos lápices y dibujó lo que define como garabatos. Son ideas fijas que ha acumulado, que lo persiguen en la sobriedad: mujeres voluptuosas, labios rojo carmín, ojos grandes, con ojeras de desvelos que surcan el deseo y son medallas de guerra. Los dibujos se proyectan en las pantallas.

Canta 40 y 10, número que actualiza con 66. Donde habita el olvido es más que autobiográfica. Anuncia un estreno que ha deseado cantar desde hace 40 años: una versión de un tema de Bob Dylan: Ese no soy soy (It ain ‘t me, babe). Peces de ciudad, la canción que Ismael Serrano interpreta a  los universitarios. El mejor Sabina regala una serie que arroba, embelesa. El público se sumerge en su asiento y se hunde en frases antitéticas, oximorones, lo pensado y deseado, sintetizado por el músico. Fueron minutos de hipnosis colectiva.

Mara, la belleza que canta y acompaña en la gira a Sabina y su banda, exuda sensualidad y agita respiraciones ajenas. Y canta de maravilla.

La noche se alarga con Cerrado por derribo. Mara le dice al oído: “Te quiero más que a mis ojos…” Y sin embargo, una rola-emoción compartida. Por el boulevar de los sueños rotos, su homenaje a Chavela Vargas. En la pantalla central se proyecta una fotografía de Joaquín con Chavela. Otras voces, otros ámbitos, diría Truman Capote. Te amo, Joaquín, se lee en otra imagen que le envió Chavela. Princesa, un clásico, de lo mejor del rock del español. Contigo, el topus uranus del amor. Pastillas para no dormir y un final que une  almas con La canción de los buenos borrachos.