Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 12 de abril de 2015 Num: 1049

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Mempo, el resistente
Paula Mónaco Felipe entrevista
con Mempo Giardinelli

Patrick Modiano y el
encanto de la melancolía

Marco Antonio Campos

En espera de las luces
Víctor Vásquez Quintas

Ética y Política: crónica
de una tensa convivencia

Xabier F. Coronado

Luna Negra al son del
son en el sur de Veracruz

Alessandra Galimberti

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Ricardo Guzmán Wolffer
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Lo conocido revisitado

Mariana Domínguez Batis


Textos dispares. Ensayos sobre arte mexicano del siglo XX,
Teresa del Conde,
Siglo XXI Editores,
México, 2014.

El arte es una droga que genera adicción.
Marcel Duchamp

La doble faceta de historiadora y periodista cultural de Teresa del Conde queda muy bien plasmada en su último volumen publicado, que aparece como un nuevo mapa sobre el arte mexicano en el siglo XX, a partir de los ojos de una crítica de arte casi coetánea de la mayor parte de los protagonistas, lo que constituye una gema para estudiosos especializados y para el público en general.

Textos dispares es una recopilación de los ensayos publicados en las últimas tres décadas por la también colaboradora de La Jornada. Los veintiún textos que la conforman –originalmente escritos en distintos contextos: para mesas redondas, coloquios, exposiciones o conmemoraciones–, reposados ya con el paso del tiempo, fueron ahora revisados y actualizados para urdir un solo ejemplar de tintes académicos pero, sobre todo, de difusión.

En el libro, el lector encontrará temas sobre los que ya se han escrito ríos de tinta, pero abordados desde otros ángulos. Sin miedo a ser repetitiva, la historiadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam elige a personajes tan explorados como Diego Rivera, Frida Kahlo, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, José Luis Cuevas o Francisco Toledo, entre otros, y aporta enfoques distintos con un tenor analítico, porque simplemente “saber más cosas no equivale a conocer mejor”, en sus propias palabras.

El rigor se exhibe como requisito esencial en cada ensayo, donde Del Conde se cuida de no emitir juicios propios y flotantes; no aventura ni dice algo sin un sustento teórico bien fundamentado. Por el contrario, la autora se ancla en herramientas científico-sociales, como el análisis mitológico, técnico, contextual, comparativo y, en especial, histórico, para arrojar luz sobre un período en el que se gestó y consolidó el arte mexicano del siglo pasado.

Es así como en uno de sus escritos, por ejemplo, ensaya un parangón entre el Renacimiento italiano y lo que fue denominado por varios el Renacimiento mexicano en el siglo XX. Este último, corporeizado en el muralismo de la triada fundacional ya por todos conocida, en la que han abrevado las nuevas generaciones: Rivera, Siqueiros y Orozco.

La investigadora conduce al lector por un recorrido a través de la Escuela Mexicana de Pintura de los muralistas, los disidentes, la etapa de la ruptura, hasta llegar a los años ochenta del siglo pasado. Lo hace a través de ensayos no concluyentes, que aportan un panorama general de tendencias y artistas, y significan un detonante para la curiosidad, a la par de una puerta abierta a las futuras generaciones, con la que podrán explorar, a placer, enfoques y aproximaciones atípicas sobre el tema.


Modernidad y diferencia en américa latina

Orlando Lima Rocha


América Latina. ¿Una modernidad diferente?,
Gustavo Ortiz,
EDUCC,
Argentina, 2015.

El problema de las formas en las que, durante la llamada “modernidad”, ésta fue conquistando y colonizando territorios hasta inventarse una América ceñida por esa occidentalización que conllevó un proceso de modernización singular, es lo que el filósofo argentino Gustavo Ortiz, recientemente fallecido (2014) presenta en su obra América Latina. ¿Una modernidad diferente? Editada recientemente por la Universidad Católica de Córdoba (Argentina), el libro compendia agudas reflexiones elaboradas entre 2003 y 2011, tanto publicadas como inéditas. Desentrañar sus problemáticas formas de producción de modos de ser culturales desde un ámbito filosófico y científico social latinoamericanista es uno de los objetivos principales de la citada obra.

La obra del filósofo argentino nos conmina y propone problematizar tal noción de “modernidad”, vista desde la óptica del pensador alemán Max Weber. Siguiendo a Ortiz, el sociólogo europeo signó a la modernidad occidental con una racionalidad técnica que enfatizara “aquel tipo de saber que nos dice cómo producir algo” pero, no obstante, nos indica el pensador latinoamericanista, también advierte en sus textos que “la modernidad capitalista no es necesaria ni universal”. Cuestión que pone el pie de inicio en el hilo conductor de América Latina. ¿Una modernidad diferente?

En tal sentido, Ortiz plantea dos ejes de reflexión y discusión desde el pensamiento filosófico y sociológico: uno, donde examina la racionalidad moderna a partir de problemáticas como la secularización, la religión y los valores; el segundo, donde examina las formas de gestación de tal modernidad en los linderos de nuestra América en distintos momentos de su historia, desde finales del siglo XV hasta la actualidad, así como en distintas problemáticas y temáticas, tales como la identidad, la historia de las ideas, la ciudadanía, los intelectuales y científicos y el pensamiento nuestroamericano.

Especial mención merecen las filosofías de la liberación (de las cuales el mismo Ortiz formó parte en los primeros años de gestación), el marxismo y las teologías de la liberación, pues ellas denotan la intencionalidad política con la que el autor produjo este y otros escritos: el de la transformación de nuestra América.

En suma, tenemos en América Latina. ¿Una modernidad diferente?, una obra de imprescindible valor político y práctico que permite problematizar el quehacer intelectual propio para repensar y (auto)criticar las formas historiográficas, históricas, teóricas y políticas en que se han debatido las distintas formas del pensamiento de nuestra América. Gustavo Ortiz nos deja sin duda un legado inalienable y fecundante, que marca un camino fundamental para el filosofar latinoamericanista.


Política exterior latinoamericana: Cuba y México

Héctor Lerín Rueda


Revolución cubana: política exterior hacia América Latina y el Caribe,
Ricardo Guadarrama,
CIALC-UNAM,
México, 2013.

Independientemente de las perspectivas ideológicas de los gobernantes en turno, un país hace política exterior para tener o aumentar su influencia y autonomía, para sumar amigos a sus proyectos internos e internacionales y para contrarrestar presentes o potenciales peligros a su soberanía. Desde esta perspectiva, pude comprobar personalmente que en el año 2003, la política exterior cubana tenía un músculo superior al de México, por lo menos en el Caribe. Como han pasado algunos años de eso, ya no me asiste la obligación de discreción para decir cómo nuestro esfuerzo de entonces para que un candidato mexicano a la dirección de la importante Organización Panamericana de la Salud, fuera derrotado en toda la línea, porque La Habana se propuso no sólo no apoyarlo, sino recurrir a sus amigos latinoamericanos para que esto fuera así. ¿Porqué Cuba jugó tan fuerte contra nuestra candidatura? Muy sencillo: un año antes el arrogante pero torpe canciller Jorge Castañeda indujo al locuaz Vicente Fox a insultar al presidente Fidel Castro pidiéndole que se retirara de una reunión en Monterrey para que no se encontrara con el genocida de Panamá e Irak, George Bush.

Genuflexiones aparte de los altos funcionarios mexicanos ante Washington, me quedó claro un año después que Cuba había conseguido los suficientes apoyos latinoamericanos para derrotar la mencionada candidatura mexicana de una cancillería mal jefaturada por el aventurero Castañeda. Pero el asunto que quiero plantear no es condenar a La Habana por su actuación más o menos entendible en este asunto, sino observar cómo su política exterior ha venido cosechando cada vez más el apoyo latinoamericano, lo que quizás no puede decirse de México. Este apoyo se ilustra más si observamos las condenas unánimes contra sus bloqueadores estadunidenses, tanto que éstos han reconocido el rotundo fracaso de su política y, por el contrario, el mundo reconoce sin regateos el éxito diplomático de la Revolución cubana.

A lo que quiero llegar es a considerar que las partes más importantes de este recorrido diplomático, en general exitoso, están reflejadas ahora en este libro de Ricardo Guadarrama, del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM, quien sostiene que hacen falta más estudios sobre la política exterior cubana contemporánea hacia sus hermanos latinoamericanos. Si esto es así, entonces hay que decir al hombre modesto que es el investigador Domínguez, que su libro es una contribución muy importante en esta línea sobre la que él llama la atención.

Ahora habrá que preguntar: ¿por qué a los mexicanos nos habría de interesar la política exterior de Cuba hacia nuestra región? Respondo con una hipótesis que en el trabajo de Ricardo ya se refleja: Cuba es con creces la nación latinoamericana con la cual hemos tenido más afinidades, más cercanías, más hermandades y más proyectos históricos comunes relacionados con la independencia, la soberanía, la justicia e, incluso, la revolución. Y conste que dije afinidades nacionales, no gubernamentales ni de relacionamiento diplomático, ya que Cuba llegó tarde a su primera independencia nacional y, por ello, a las relaciones diplomáticas con México.

Así que no me propongo historiar este proceso porque Ricardo lo hace muy bien en este y otros trabajos, aunque eso sí, sólo menciono la preocupación mexicana por la independencia de Cuba desde principios del siglo XIX y nuestra alerta porque desde la isla aún no liberada, España mantenía en peligro nuestra independencia, que también Estados Unidos puso en peligro desde la misma con su asalto imperialista de 1898 contra Cuba y Puerto Rico.

¿Y qué decir de las estancias en México de los próceres Céspedes y Martí para recabar apoyo para la primera independencia cubana? ¿Y las posteriores muestras de solidaridad cubana hacia nuestra Revolución? ¿Y luego la afinidad política que los mexicanos tuvieron hacia la gesta heroica de 1959 encabezada por Fidel y el Che, cuyos puntos culminantes fueron tanto el apoyo para la salida del heroico Granma desde Veracruz, como la valentía diplomática de mantener sus relaciones con la isla en momentos aciagos para la misma?

Desde luego, mención especial merece la actuación del honorabilísimo embajador cubano Márquez Sterling, quien durante la felonía del golpe de Estado contra Madero hace cien años, no se prestó a los planes del enloquecido y vulgar embajador estadunidense, Lane Wilson, quien conspiró contra nuestro país y fue central propiciador de los brutales hechos de sangre de la decena trágica y los que luego le siguieron, lección que hoy los diplomáticos estadunidenses en México siguen sin aprender.

El músculo diplomático de La Habana se ha venido fortaleciendo en un proceso quizás contradictorio pero a la vez sólido y sistemático, porque ha tenido claros sus principios y sus objetivos, llegando a resultados bastante exitosos, considerando el duro escenario internacional; también son un ejemplo de aplicación de una política exterior congruente que merece no sólo estudiarse como lo hace Domínguez, sino considerarse por su sistematicidad y éxito, bien que ha debido levantarse de la lona que significó partir de cero cuando la mayoría de los gobiernos latinoamericanos –que no los pueblos– le cerraron las puertas por instrucciones de Washington en la oea. Y no se diga a escala internacional, donde ha sido objeto de bloqueo político y económico y de una verdadera persecución en organismos internacionales a los que debía tener acceso, cerrados por la mano de Washington que nunca le perdonó el mal ejemplo que significaba que en América Latina un país siguiera una vía independiente, soberana, cuestionadora del sistema de dominación imperante y ejemplo de que era y es posible luchar contra la misma y salir adelante, así fuera con altos costos (véase Venezuela).

Hay que reconocer también en este trabajo de Ricardo Domínguez la luz que arroja sobre la habilidad cubana para solidarizarse con las causas populares latinoamericanas y mundiales (léase África y Asia), y remontar el cinturón de hierro que a veces significan las limitadas relaciones diplomáticas interestatales que acercan sólo a los gobiernos, pero no a los pueblos. Las propias teorías de las relaciones internacionales fueron concebidas así por los centros de poder y para servir a los mismos; por eso Ricardo reclama aquí con razón teorías internacionales para los países que luchan por el desarrollo y la soberanía, y Cuba es un ejemplo de cómo con la diplomacia que Ricardo llama ”paralela”, fue posible ese acercamiento cubano con las aspiraciones más populares de América Latina, lo cual le permitió, con el tiempo, conservar y obtener los mejores créditos diplomáticos; y ni se diga en América Latina, su campo natural por excelencia desde los tiempos de José Martí y antes inclusive.

Esta es una enseñanza de política internacional que no debemos olvidar en México, ahora que estamos tan alejados de América Latina tanto por un Tratado de Libre Comercio que ha significado ruina, pobreza y emigración para la mayoría de los mexicanos, como por una Alianza para la Seguridad y la “Prosperidad” de América del Norte, versión azteca y postmoderna de la Enmienda Platt, con la que Washington se arrogó el derecho “legal” de intervenir y someter a Cuba a principios del siglo xx.

Si alguien cree que exagero con México, agrego también que la llamada “Alianza del Pacífico” es una extensión de la abortada alca, impuesta por Washington para aislar a México y a otros países de su región y para debilitar la verdadera integración latinoamericana. La última prueba la tuvimos con la ausencia de Peña Nieto, en enero de este año, en la tercera reunión de la Comunidad de Países de América Latina y el Caribe celebrada en Costa Rica. En cambio, el presidente cubano fue el centro de atención, felicitaciones y apoyo por parte de todos los países latinoamericanos en San José: son odiosas las comparaciones, pero el músculo diplomático cubano sigue viéndose fuerte y ese recorrido es precisamente el que el doctor Domínguez Guadarrama se encarga de analizar minuciosa y exitosamente en su libro.

La calidad analítica del texto, su profundidad y erudición, es un punto de arranque y de inflexión para entender también la nueva realidad internacional que significan las relaciones de Cuba con Estados Unidos, y que este último no debería esperar que le sirva para que La Habana decline sus banderas, pues si Cuba sostuvo fielmente su política exterior de solidaridad en condiciones de debilidad, mejor lo hará ahora que cuenta con el total apoyo de la comunidad latinoamericana y el interés de académicos como Ricardo Guadarrama.



Poesía y prosa de hoy en sus mejores obras,
Luis Miguel Aguilar, Marco Antonio Campos, Ana Clavel, Héctor de Mauleón, Luis García Montero, Héctor Manjarrez, Sergio Mondragón, Juan Villoro,
ISSSTE,
México, 2014.

De cuando en cuando aparecen ediciones como ésta, acerca de las cuales cuesta decidir qué debe hacerse, o en qué orden: ponderar o deplorar. En cuanto a lo primero siempre será bueno, aunque rabie Borges, que otro libro sea publicado y la obra del o los autores difundida. Para lo segundo, véase al editor, un pauperizado instituto de seguridad social para trabajadores del Estado al que le faltan hasta vendas y gasas, pero publica libros y promete colecciones –se trata del número 1 de la “Biblioteca ISSSTE”–; en todo caso, es un no-editor metido a “la difusión de la cultura”, vaya uno a saber si por genuinas razones de interés intelectual o nomás para justificar un presupuesto. El remate, desde luego, es el título del libro: “en sus mejores obras” es, para decirlo con suavidad, altamente cuestionable, y a buen seguro no piensan así ni siquiera los autores convocados sino, ella solita, la persona a la que se le ocurrió tamaño despropósito.