Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 5 de abril de 2015 Num: 1048

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Philippe Jaccottet:
la hora de un poeta

José María Espinasa

Transiciones: del
papel a la red

Juan Carlos Miranda

Knausgard: escribir
para matar al padre

Carlos Miguélez Monroy

Tortuga
Luis Girarte Martínez

La espiral oceánica
Norma Ávila Jiménez

Arte para la gente
Blanca Villeda entrevista
con Elizabeth Catlett

La miseria de
Stephen King

Edgar Aguilar

Leer

Columnas:
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Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
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La Jornada Semanal

 

Orlando Ortiz

El miedo a las palabras

Hay ocasiones en las que se hace más evidente la sensibilidad y agudeza visual de André Breton, cuando aseveró que nuestro país era surrealista. Y eso que no le tocó vivir este arranque del siglo XXI. Creo que lo habría subrayado si, dejándose llevar por una inclinación masoquista, se enterara de cuanto ocurre por acá, viendo los noticiarios de los canales televisivos. Sintonizarnos en la frecuencia de tales comunicadores y escuchar el mensaje cotidiano del primer mandatario, tres o cuatro veces al día, nos lleva a respirar hondo para sacar el pecho y sentirnos orgullosos de todo lo que hemos logrado, estamos logrando y lograremos, porque no podríamos estar mejor, pues estamos mal pero podríamos estar peor. Y estamos en jauja si se nos ocurre compararnos con Haití o con algunos países africanos. De eso no cabe la menor duda.

El único problema existente es que junto a esa información se nos comunica y saltan imágenes en las que por aquí vemos enfrentamientos de delincuentes contra delincuentes, por allá, de delincuentes contra fuerzas federales, estatales o municipales, por acullá, secuestros y desapariciones, por masallá, jornaleros campesinos –viviendo en condiciones peores a la de los peones acasillados de la época porfiriana– reivindicando sus derechos laborales, más acullá, defraudados por delincuentes de cuello blanco y campesinos reclamando ayuda para poder seguir viviendo en y del campo, en fin. Hechos que un optimista y lambiscón aseguraría que son falsos, que la verdad es la que nos presenta el gobierno.


André Breton

todo está bien. Se han generado muchos empleos (pero no se dice cuántos mexicanos se han quedado sin empleo por recortes, quiebras –derechas o fraudulentas–, cierres de las fuentes de trabajo, etcétera, y se calcula que el año pasado la generación de empleos fue la más baja desde 2006). Se ha incorporado a la seguridad pública a chingo mil personas (pero en hospitales y sanatorios no hay capacidad para atenderlos, tampoco medicamentos adecuados ni suficientes, al grado de que según datos del inegi las familias mexicanas gastaron 403 mil millones de pesos en ese renglón), en pocas palabras, todo marcha muy bien, mejor de lo que podría esperarse, pero se calla que en varios estados del país a más del cincuenta por ciento de su población se le ubica en la pobreza... pero ¡oh maravilla!, ya se han instalado comedores comunitarios en algunas partes –que no siempre coinciden con las entidades más fregadas–, y se están dando o van a dar becas para capacitación a los jóvenes, lo cual significa similar estímulo a la empresa que los contratará, pues tendrá jóvenes trabajando en sus plantas, pero pagados por el gobierno, que en ocasiones previamente les regaló el terreno donde se instalaron y hasta los exentó del pago de impuestos (populus dixit).

El poder adquisitivo del salario ha estado cayendo desde hace varias décadas, pero no importa, hay comedores, grandes planes para los millones de dólares que van a llegar (aunque en 2014 la inversión extranjera directa haya caído 54 mil 129 millones de dólares), el mercado interno, como consecuencia de la insuficiencia salarial, está paralizado y... en fin, para qué seguirle, porque si nos metemos en los ámbitos de la inseguridad, la violencia, la falta de transparencia y la impunidad... sería el cuento de nunca acabar. Eso por no meterme en las cuestiones financieras que, según los analistas, están de la chingada y no se ve la punta. Lo bueno es que todo marcha bien, mejor de lo que habíamos pensado, y que un poquito y caemos de nuevo en aquella época en la que dejamos atrás la pobreza y nos preparamos para administrar la riqueza.

Llevado por el morbo, lo confieso, me ha dado en estos ideas la tentación de ver en el televisor programas de opinión, donde especialistas en temas de política, economía, finanzas, sociología, más economía y más política (nacional, internacional y onírica) se dan a la tarea de desmenuzar la situación de país, explicar a los legos lo que está pasando, cómo, por qué, dónde, cuándo, motivo (hasta parece investigación criminal) y hasta se muestran salvajemente desalmados y despiadados contra el pobre Estado mexicano.

Y a la pregunta de cuáles son sus pronósticos, se encogen de hombros o sonríen tímidos. En su caso, yo habría dicho que lo peor es que el Presidente no esté mintiendo, sino que de veras se crea el choro cotidiano. Entonces sí estaríamos fritos y con los estallidos sociales (palabras que no se atreven a pronunciar nuestros analistas) a la vuelta de la esquina.