Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 1 de marzo de 2015 Num: 1043

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

José Emilio Pacheco
hablaba del
Murciélago Velásquez

Leonel Alvarado

Cuando tenga 64 años
Leandro Arellano

El itinerario de
Hernán Cortés

Alessandra Galimberti

La investigación científica
en su laberinto

Manuel Martínez Morales

En torno al
libre albedrío

José Luis González

El mal de la modernidad
y la reinvención
de la política

Marcos Daniel Aguilar entrevista
con Ricardo Forster

Janne Teller, Pierre
Anthon y la nada

Yolanda Rinaldi

Un raro regalo
Kikí Dimoulá

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Miguel Ángel Quemain
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Maya Ramos, actualidad y arqueología
de nuestro teatro

El actor en el siglo XVIII, entre el Coliseo nuevo y el Teatro Principal (segunda edición corregida y aumentada, con prólogo de Tito Vasconcelos), La danza teatral en México durante el Virreinato (1521-1821), con prólogo de Alejandra Ferreiro Pérez, y Teatro musical y danza en el México de la Belle Époque (1867-1910), segunda edición, con prólogo de José Emilio Pacheco, títulos publicados casi simultáneamente con fecha de 2013 y que empezaron a circular el año pasado, muestran distintas capacidades del trabajo crítico, de interpretación histórica y de hallazgos y rescate documental de Maya Ramos Smith.

Cada tomo debe tener un espacio aparte porque ilumina distintos territorios de la vida teatral mexicana a la luz de formas particulares de indagación, todas vistas desde un horizonte contemporáneo donde el mestizaje, el mundo híbrido y complejo que nos ha llevado a una comprensión heterogénea de la escena, muestra las capacidades de una visión interdisciplinaria que se suma a la erudición y la sensibilidad de la investigadora.

El rigor de Maya Ramos Smith en la investigación documental es verdaderamente extraordinario, si pensamos en la larga data de sus investigaciones y la lenta incorporación de los documentos en un sistema de archivos eficaz en su dirección, su manejo del acervo y los recursos tecnológicos que faciliten la consulta. Hoy contamos con avances significativos, pero debe reconocerse que mucha de la documentación que ofrece y refiere Maya Ramos hubo que encontrarla debajo de las piedras, ignominiosas e indiferentes.

Hay que reconocer que la clase de editor que es Édgar Ceballos le permite valorar un material que difícilmente vería la publicación en una editorial colocada en el mercado y que, por el contrario, confía en el interés de los lectores. Por sus características académicas y por el rigor metodológico en el trabajo de Maya Ramos, es un trabajo que fácilmente (claro, después de una década de espera por lo menos) lo hubiera publicado cualquier universidad de primer nivel en México.

Sin embargo, hay que decir que a la decisión de Édgar Ceballos se aunó el apoyo del Estímulo a la Producción de Libros derivado del Artículo Transitorio Cuadragésimo Segundo del Presupuesto de Egresos de la Federación 2012 (por eso muchos libros que aparecieron en 2014 están fechados en 2013; sus editores no acabaron a tiempo y muchos de ellos ni siquiera cumplieron con el compromiso), que permite al Conaculta y al inba, cuyo sello aparece como coeditores, ser la vía para el ejercicio presupuestal que ha hecho posible una gran producción de novedades que aguardaban la justicia de la impresión y la distribución desde hacía mucho tiempo.

El actor en el siglo XVIII, entre el Coliseo nuevo y el Teatro Principal es un trabajo de gran factura en términos de la investigación, así como en el orden de sus hallazgos. El prólogo de Tito Vasconcelos orienta una de las posibles lecturas de este conjunto documental analizado, que retrata un siglo XVIII conmocionado por los aires de libertad que se intuyen en esa semilla que Vasconcelos descifra en el tono libertario, anticlerical y de abierto combate a la censura, la mojigatería y el control político.

Es un umbral lúcido y provocador el que propone Vasconcelos al revisar la imagen de un arzobispo (Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón) que bien podría ser uno de los representantes más oscuros del Bajío religioso (su desprecio por los indios y los pobres lo signó), región del país de donde proceden varios personajes que desde los años treinta y hasta el siglo XXI han tratado de gobernar al país (lo ha hecho de manera oblicua en muchos momentos: de Fox a Calderón padecimos la gazmoñería y la doble moral exacerbada y corrupta), y que en muchos aspectos continúan enarbolando banderas de censura y tratan de imponer en la vida cotidiana (desde el mundo laboral hasta la teletonización) un mundo de miedo, autocensura y culpa.

Que el prólogo haya sido escrito por un actor es una sugerencia que honra y aplaude a los histriones del pasado, y significa una toma de posición sobre el sentido cultural, ético, histórico y artístico de una profesión tan ingrata desde sus orígenes, que la televisión en el siglo XX y el cine estadunidense han prostituido de manera inimaginable.

El paisaje documental, de ilustraciones, el catálogo de obras, la bibliografía y el índice analítico de El actor en el siglo XVIII... son testimonio de una generosidad para los investigadores en ciernes y para quienes tímidamente se asoman a los archivos.