Sociedad y Justicia
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Prevención y atención de violencia, conferencia en la UNAM

Una política educativa de castigo no disminuye el acoso escolar: experto
 
Periódico La Jornada
Jueves 26 de febrero de 2015, p. 41

Aplicar una política de cero tolerancia contra el acoso escolar en las escuelas no disminuye el problema; por el contrario, tiene efectos negativos y afecta el aprendizaje de los menores, aseveró John Winslade, especialista en temas de violencia escolar de la Universidad Estatal de California, en San Bernardino.

Al presentar la conferencia Prevención y atención de violencia en las escuelas. El enfoque de justicia restaurativa, el investigador estadunidense enfatizó que una política escolar de castigo contra los agresores no es la solución contra el bullying.

Expulsar a un alumno sin cuestionar sus razones para lastimar a otro no tiene efectos secundarios positivos, pero sí afecta en el aprendizaje, además de que estas actitudes negativas terminan por reaparecer, planteó al participar en el seminario internacional La producción y reproducción de la violencia en las escuelas, organizado por la Escuela Nacional de Trabajo Social de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Este problema es ya grave en el país. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, México ocupa uno de los primeros lugares en su práctica, pues más de 18 millones 780 mil alumnos de primarias y secundarias tanto públicas como privadas padecen acoso.

Estadísticas del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia reportan que 40 por ciento de los estudiantes de sexto grado de primaria declaró haber sido víctima de robo; 25 por ciento ha sido insultado o amenazado; 16 por ciento, golpeado, y 44 por ciento enfrentó algún episodio de violencia de otro tipo. Además, 17 por ciento de los niños de seis años de edad afirma que en la escuela se les pega e insulta, dos de cada decena de alumnos entre 10 y 12 años señalan que en sus colegios sufren maltratos y humillación, y 11 por ciento de los estudiantes de primaria ha robado o amenazado a algún compañero; en secundaria ese porcentaje alcanza a poco más de 7 por ciento.

Winslade afirmó que al dar de baja de la escuela a un niño que es agresor, éste suele ser visto como un elemento nocivo por la sociedad, por lo que es rechazado y con ello se agrava el problema. Es mejor –propuso–abordar el daño de las relaciones. Buscar formas para hacer sentir bien a la víctima y no sólo castigar al responsable para satisfacer a las autoridades.

Planteó que para lograr escuelas sanas es preciso poner en marcha actividades que eviten los castigos y tratar a los alumnos con respeto. Ninguno es un monstruo, las personas son quienes etiquetan a los individuos.

Una manera de combatir este problema –dijo– es invitar al ofensor a ponerse en lugar del agredido y lograr que ambos conversen. Además, padres y profesores deben contrarrestar la situación, incrementar el intercambio de opiniones y escuchar al provocador.

Otra más es alentar a los menores que fungen como espectadores (y regularmente se quedan callados) a decir la verdad y denunciar los hechos, pues con frecuencia los niños apoyan situaciones negativas y encubren por miedo. En estos casos, lo recomendable es reunir a quienes no participaron y explicarles que nadie será castigado.

Otra opción es que dentro de los centros escolares se propicie la conformación de un equipo antibulliying oculto en el grupo para que, al darse una agresión pueda actuar y apoyar a la víctima, lo cual se puede premiar con algún estímulo.

También propuso preguntar al agresor qué quiere en el futuro y que se le expliquen los efectos de la violencia. Siempre eligen el camino pacífico, concluyó.