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Tenor nacido en Puebla que debutó en La flauta mágica el 24 de enero, en Salzburgo

De las bellas artes surgen grandes culturas y naciones: Rodrigo Trosino

Reside en Venecia; en Europa podemos vivir la lírica, pero te tienes que defender con calidad

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Cuando un niño conoce la belleza desea un entorno más bello a su alrededor, apuntó el tenor. En la imagen, en una interpretación de Tony Candolino en Masterclass
 
Periódico La Jornada
Domingo 8 de febrero de 2015, p. 3

La ópera, y en general las bellas artes, tienen que ser el pivote para crear una nueva generación de público y artistas en México, señala el tenor mexico-italiano Rodrigo Trosino, nacido en Puebla en 1982, quien actualmente realiza conciertos en Europa.

Su papel más reciente es el de Tamino, en La flauta mágica, de Wolfgang Amadeus Mozart, con el que debutó el pasado 24 de enero y continuará hasta diciembre próximo, y el papel de Lord Arturo Buclaw en Lucia de Lammermoor, en el Oper im Berg Festival, de Salzburgo.

“Vengo de una familia muy sencilla, no relacionada con el medio del arte, pero desde muy pequeño supe que quería ser cantante de ópera, desde que vi a Plácido Domingo con un Cri-Crí sobre el hombro”, dice en entrevista vía telefónica mientras viaja en la carretera que lo lleva a Venecia, donde reside.

Me ha tocado picar piedra y sudar sangre, pero ya comienzan a verse los frutos de esos años de estudio, como actor y como cantante de ópera. Pero antes de eso, estudió ingeniería química y fue alternando con su pasión por la música con algunos de los principales maestros. La actuación le dio tablas para presentarse en los escenarios y comenzar su trayectoria dentro del mundo de la ópera.

Siempre me veía como cantante de ópera; mis maestros siempre me han apoyado, no me han cobrado, y me han hecho saber que estaba en el camino correcto.

Arduo camino de búsqueda

Hizo audiciones para Philadelphia International Opera Theater, compañía con la que realizó presentaciones en Estados Unidos e Italia, adonde se trasladó en 2009 para continuar sus estudios con apoyo de patrocinadores y de una beca proporcionada por una empresa mexicana privada que le permitió estudiar con la maestra Alessandra Althoff Pugliese en Venecia, y tomar un curso de especialización en la Universidad Mozarteum de Salzburgo. En 2010 debutó en el Barbero de Sevilla como el conde Almavifa, en la Traviata con el personaje de Alfredo y en Rigoletto como Duca. Además de estos papeles, ha obtenido premios o ha quedado en los primeros lugares de algunos certámenes.

Los cantantes de ópera mexicanos nos defendemos bastante bien. Tenemos este gran don de la chispa, la alegría mexicana que todo mundo aprecia, no por nada nos tienen tanto cariño. Hicimos una fama que nos ganamos por esa felicidad que impartimos, por eso tenemos mucha química con los italianos, porque también son muy festivos. Cuando llegas a ciudades frías de temperamento menos festivo, como Alemania o Austria, nos aprecian mucho, porque es gente que no ve todos los días una sonrisa, y si en tus presentaciones metes calidad e interpretación entonces llama mucho la atención. Cuando saben que vienes de México ya sabes que te pondrán atención en una audición.

En Europa “podemos vivir la la lírica, pero te tienes que defender con calidad. Aquí no hay absolutamente ninguna cosa de relaciones, existe poco, pero a la mera hora todo se ve en el escenario. Pudiste haber estudiado en Harvard, pero aquí te dicen: ‘cante, señor’, y es lo único que tienes para defenderte y mostrar tu calidad; ahí está este mexicanito defendiéndose”.

El año pasado realizó un concierto en Puebla, pero sigue estudiando y trabajando en Europa, porque quienes queremos desarrollar las bellas artes tenemos que ir al lugar correcto. Una manera de agradecimiento a la tierra donde nacimos es llevar una semilla de esa belleza que podemos hacer crecer en los lugares adecuados. No es que huyamos, no es que seamos exiliados, es simplemente que fuimos al lugar adecuado. Si quisiéramos ser mariachis, estaríamos en Garibaldi, pero como nos gusta la ópera estamos en Europa.

Devolver la cosecha

Después hay que regresar esa semilla al país de origen y sembrarla sobre todo en los niños y jóvenes. “La ópera es arte y el reto es inculcarla a todos los niños, a los jóvenes, y no solamente la ópera, sino todas las bellas artes. Inculcarlas en los niños de México para crear una nueva generación de público y artistas. No sólo depende de las escuelas, también depende de los papás, de la familia.

La gente con la semilla de las bellas artes crea grandes naciones, grandes culturas que trascienden. Eso es el reto para el país y no sólo para los próximos 20 años, sino para los siguientes 60 o 100. Tiene que haber un pivote para crear una nueva generación y ese pivote son las bellas artes. Cuando un niño conoce la belleza desea un nuevo entorno más bello a su alrededor.

Son muchos los problemas que pueden solucionarse si se logra que los niños participen y se acerquen a las artes, subraya el tenor.