jornada
letraese

Número 223
Jueves 5 de Febrero del 2015



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate



Director fundado

Pintando la raya
Discriminación a personas tatuadas



La tinta en la piel es interpretada socialmente como rebeldía, suciedad, maldad o estigma. A pesar de ser un arte muy antiguo y que se ha practicado en diferentes civilizaciones, la discriminación hacia las personas que lo eligen dificulta su incursión en la vida laboral o estudiantil. La ignorancia es la fuente del rechazo, dicen los tatuados, quienes enfrentan todos los días el juicio sobre su apariencia "anorma

Rocío Sánchez

La escena se repite una y ora vez. Cuando Roberto Castillo va a alguna tienda departamental, algún elemento de vigilancia lo sigue. Los tatuajes en su brazo derecho, el cabello largo y las expansiones de los lóbulos de sus orejas lo vuelven sospechoso. “Pero yo no me siento mal, me siento seguro”, dice y ríe, con la liviandad con la que ha aprendido a sobrellevar el prejuicio que recae sobre él desde que se hizo su primer tatuaje visible.

De alguna manera intuía la discriminación que le traería adornarse la piel. Por eso, la primera vez que se rayó fue a los 21 años, “ya grande”, en la cadera, donde permanecería oculto. Pero el gusto creció y hoy su más reciente tatuaje la porta en el cuello, lugar demasiado visible, que genera suspicacia incluso entre los propios tatuados.

“Un amigo me preguntó: ‘¿estás seguro de lo que te vas a hacer? Porque la gente ya no te va a ver igual’. O sea, un tatuaje que tienes en el brazo, uno que se te asoma por ahí, no es lo mismo que uno que ya tienes visible; la gente ya te ve de distinta manera”, comenta el joven de 24 años, y afirma que la madurez de cada persona determinará si cede ante esos prejuicios y se siente menos o porta sus tatuajes como un adorno más.

Los guardianes del orden también vigilan el cuerpo
Roberto está acostumbrado a la discriminación. La primera que vivió, dice, fue por ser moreno. La segunda, cuando empezó a hacerse tatuajes, la tercera cuando se hizo expansiones en las orejas y la cuarta cuando dejó el cabello de su coronilla largo y rapó el resto. Toda la exclusión hacia él se ha basado en un mismo principio: la apariencia.

En el cuadro, el género también juega su papel: “para los policías, siempre que te ven un tatuaje, como hombre, eres sospechoso de algo”. Lo ha experimentado en el estado de México, donde radica, hasta el extremo de ser subido a una patrulla y golpeado, considerado “sospechoso” simplemente por su aspecto.

No suena muy diferente de los incidentes que vivía Tony Chacal en los nacientes años noventa. El fundador del Museo Mexicano del Tatuaje era constantemente detenido, golpeado y extorsionado al portar su material para tatuar. Cabe recordar que no fue sino hasta 1994 cuando se realizó la primera Expo Tatuajes en el país, la cual ni siquiera contó con un recinto apropiado; se hizo en una casa y reunió a unos cuantos tatuadores y otros más aficionados a este arte.

Si bien los cuerpos de seguridad, como el ejército mexicano o la Policía Federal establecen entre sus requisitos para ingresar el no tener tatuajes, Roberto sabe que algunos elementos se tatúan una vez que están dentro. “Y lo más curioso es esto: si el policía tiene tatuajes, ¿por qué sigue discriminando al que tiene tatuajes?”, se pregunta.

Libertad corporal
El de Andie Aristi ha sido un camino diferente, aunque no necesariamente fácil. En su cuerpo “chiquito”, como ella lo describe, resaltan numerosas perforaciones, modificaciones y tatuajes que no siempre son bien recibidos. Vivió en Veracruz hasta entrada su adolescencia, donde ya teñía su cabello de colores y comenzaba con los primeros piercings. No enfrentaba la discriminación propiamente, pero sí algunos comentarios sobre su “locura” al practicarse esos procedimientos.

Reconoce que en los lugares con más turismo internacional, el prejuicio es menor. En sitios como Playa del Carmen, las personas tatuadas no causan tanto impacto porque todo el tiempo llega gente con esa característica.En cambio, recuerda entre risas cuando visitó Pachuca junto a unos amigos, músicos de una banda de rock. Todos vestidos de negro, se toparon con alguien que, al ver al grupo, concluyó que pertenecían a “una secta”.

En el Distrito Federal, la sorpresa y el rechazo son menores en comparación con otros estados, excepto en ciertos ámbitos, como al momento de hacer trámites oficiales. Por ejemplo, para obtener el pasaporte, el personal encargado de tomar las fotografías dentro de la Delegación de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) exige a las personas con perforaciones en la cara u orejas, que se quiten las piezas de joyería. Esto a pesar de que en los requisitos que deben cubrir las fotos no se dice nada al respecto. Paradójicamente, según el sitio web de la SRE, las fotografías “deben reflejar fielmente la apariencia del solicitante del pasaporte”.

Para Andie Sweethell –su nombre de batalla como tatuadora–, “es una falta de respeto que te hagan quitarte tus modificaciones para esos trámites”. El día en que su novio fue a solicitar su licencia de manejo le pidieron que se quitara todos los aretes de la cara. Él dijo que no se podía quitar todos (algunos necesitan instrumentos especiales o que los quite un experto), por lo que al momento de tomarle la foto, le pidieron que volteara un poco la cara, que también tiene tatuada. “Se me hace incorrecto, es una falta de respeto hacia ti, hacia tu persona y hacia lo que llevas puesto”, afirma Andie, quien defiende al tatuaje como parte de la libertad corporal individual.

Durante un recorrido por el Museo Mexicano del Tatuaje, Andie explica que aunque se ha relacionado a esta práctica con la delincuencia, lo cierto es que inició desde hace muchos siglos y en diversas culturas, e incluso existen registros de que en la Nueva España los que se tatuaban eran los nobles, con el fin de identificarse como pertenecientes a cierto rango social.

Con rayas o sin ellas, la discriminación es ilegal
Para Jacqueline L’Hoist, presidenta del Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación en la Ciudad de México (Copred), la discriminación motivada por tatuajes y otras modificaciones corporales se resume en un concepto: la apariencia. “Realmente de lo que estamos hablando es de una discriminación por apariencia porque hemos construido una serie de prejuicios y de estereotipos sociales en donde las personas tenemos que tener cierta apariencia”, explica en entrevista.

Ella misma está tatuada y afirma que ésto no ha sido un obstáculo para trabajar en la administracion pública de la ciudad, por ejemplo. “Me han discriminado por otras cosas, pero por mis tatuajes, nunca”.

Según la funcionaria, este tipo de discriminación está mucho más vinculado a la situación económica, a la condición social y al color de piel de la persona. “Es decir, a nadie se le ocurriría discriminar a un futbolista famoso tatuado o a un jugador de fútbol americano tatuado, porque están insertados en un contexto de popularidad, de situación económica, etcétera”.

En todo caso, en el Distrito Federal, la discriminación por esta causa está prohibida. El artículo 5º de la Ley para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México establece que “queda prohibida cualquier forma de discriminación (...) por tener tatuajes o perforaciones corporales”.

Actualmente existe una propuesta de reforma al artículo 206 del Código Penal para el Distrito Federal, impulsada por el diputado priísta Fernando Mercado Guaida, para agregar el concepto de “modificaciones corporales” a las causales del delito de discriminación. Sin embargo, L’Hoist considera innecesario enlistar todas y cada una de las causas que pueden generar discriminación, porque en ese caso “nunca vamos a acabar”. Su propuesta es replantear completamente el artículo 206 para que se refiera directamente al artículo 5º de la Ley contra la discriminación en el D.F., donde ya se detallan todas esas causales.

Algunas empresas o instituciones educativas consideran que tienen el derecho de establecer los requisitos y reglamentos que consideren convenientes para su funcionamiento, lo cual incluye no aceptar personas tatuadas o modificadas. Cuestionada al respecto, L’Hoist explica que está muy claro: “La respuesta es no, no lo puedes hacer porque ningún reglamento puede estar por encima de la ley”. Es decir, ningún reglamento puede contener disposiciones que violenten el acceso a algún derecho, sea el derecho al trabajo, a la educación o a la salud.

El único caso realmente sonado en el Distrito Federal respecto a la discriminación por tatuajes ha sido el del parque de diversiones Six Flags, cuyo reglamento establecía que no podían ingresar personas con tatuajes que contuvieran imágenes o frases “ofensivas”. El escándalo no se generó porque alguna persona haya sido discriminada en particular, sino por el hecho de que el reglamento de esta cadena internacional estipulara tales limitaciones.

En aquel momento, el Copred actuó y tuvo tal éxito que logró que la corporación eliminara esta disposición de su reglamento, el cual tenía vigencia en todos los países donde Six Flags está presente. Entre las lecciones aprendidas de este caso, Jacqueline L’Hoist destaca que aunque es muy difícil llegar a corporativos como este, la conducta discriminatoria sí se puede modificar.

Para ello, y para aprovechar herramientas como las que ofrece el Copred, es necesario que la gente dé seguimiento a los procesos abiertos en dicho organismo, es decir, que ratifique sus quejas. “Por ejemplo, el año pasado recibimos siete quejas sobre este tema y el problema fue que los peticionarios no se presentaron a ratificar”. La funcionaria asegura que a través de redes sociales el número de quejas supera a ese por mucho, pero las personas no inician una queja formal.

La gente le teme a lo que no conoce
Andie, Roberto y Jacqueline no sólo coinciden en usar su piel como lienzo, también están seguros de que la información adecuada es lo único que puede combatir la discriminación hacia personas como ellos.

La necesidad al respecto es palpable. Al menos así lo ha descubierto Roberto, quien mientras estudiaba la carrera de comunicación emprendió la campaña “Mi capacidad no es tatuada, es demostrada” como un proyecto escolar. El Internet es el espacio para difundir fotografías donde gente de todo tipo aparece, primero, vestida con su ropa de trabajo, y después mostrando sus tatuajes. Actualmente, su página de Facebook tiene 84 mil “me gusta”. La campaña también está en Instagram, Twitter y tiene un canal de YouTube donde próximamente se subirán nuevos videoblogs.

Por su parte, Andie Sweethell está segura de que las personas que rechazan el tatuaje, lo hacen principalmente por ignorancia. Piensan que quien se tatúa está loco, es un delincuente o es un rebelde. “No a toda la gente le va a gustar, pero es nuestra responsabilidad al estar en este mundo del tatuaje el compartir la información que nosotros tenemos y la demás gente no”.

Andie confía en que se puede cambiar la perspectiva sobre tatuadores y tatuados. “Con los proyectos que tenemos queremos que esto se vea como una profesión y no como gente que nada más echa desmadre”. Uno de esos proyectos es el estudio Rosa Mexicano, que abrirá sus puertas a mediados de febrero y donde trabajarán sólo mujeres tatuadoras, que a la par de su trabajo brindarán información sobre infecciones de transmisión sexual, cáncer de mama y otros temas de salud.

El Copred, por su parte, se ha involucrado con el tema desde hace varios años. Ha realizado diversos foros y hace un par de años lanzó una iniciativa por Facebook para que las personas servidoras públicas tatuadas subieran una foto de sus tatuajes. “Nos llegaron unas 200 o 250 fotografías; algunos sí se animaban a decirnos en qué dependencia trabajaban y otros no”.

En este sentido, el prejuicio se combate con visibilidad, y para los involucrados puede ser un prejuicio que va de salida. Cada vez hay más gente tatuada, y esa gente se va a convertir en padre, en madre, en empleador, por lo que la esperanza radica en que para ese momento esté más sensibilizada ante este fenómeno, que lo que sucede hoy en día.




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