Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 1 de febrero de 2015 Num: 1039

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Volcanes grises en el
Museo León Trotsky

Verónica Volkow

Una semblanza
de Silvio Zavala

Enrique Florescano

El brindis del proemio
Orlando Ortiz

Los últimos surrealistas
Lauri García Dueñas entrevista con Ludwing Zeller y Susana Wald

Juan Goytisolo
a la intemperie

Adolfo Castañón

Juan Goytisolo:
literatura nómada
a contracorriente

Xabier F. Coronado

El eterno retorno
del sol

Norma Ávila Jiménez

Un cuaderno de 1944
Takis Sinópoulos

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 


Foto: Carlos Román/ noticiasnet.mx

El poeta Ludwig Zeller (Chile, 1927) y la artista plástica Susana Wald (Hungría, 1937) nos recibieron en la escultura más grande que Wald ha construido hasta ahora: su casa en el municipio de San Andrés Huayapam, a unos doce kilómetros del Zócalo de Oaxaca. Este es un fragmento de la extensa conversación que nos otorgaron; una entrevista con unos de los últimos surrealistas vivos de Latinoamérica.

entrevista con
Ludwing Zeller y Susana Wald

Lauri García Dueñas

–¿Cómo ha sido esta parte de su vida y de su creación? ¿Ahora qué están haciendo, en qué andan?

Ludwig: Uno siempre anda un poco a escondidas en algunas cosas, pero la verdad es que estoy haciendo una serie de poemas de distintas etapas que me ha tocado vivir, para recopilarlos finalmente en un tomo y que puedan ofrecerse como una visión de esas cosas que a uno le han tocado.

Susana: Yo ando trabajando en un mural que son unos quince paneles y que van a quedar algo parecidos a esto (señala su patio), ésos que están allá afuera.

Ludwig: Es de ese tamaño (señala el mural).

Susana: En Talca hubo un terremoto espantoso de 8.5 grados hace unos tres años; entonces, están haciendo un nuevo edificio para los asuntos de gobierno de la región y en la entrada hay un muro donde va a estar este mural y el tema es el primer grupo surrealista (chileno) que se llamó Mandrágora. El mural se llama Amanecer de Mandrágora.

–Cuéntanos de ellos.

Susana: Nosotros somos el segundo grupo surrealista, digamos, los sobrevivientes. Somos de los últimos que quedamos vivos de los que conocieron a miembros de La Mandrágora.

Ludwig: La Mandrágora es una generación anterior a la nuestra, pero guardo muy buena amistad con ellos, los principales eran Enrique Gómez, Braulio Arenas, Teófilo Cid. Hay personas que realmente han explorado una parte de la mente que es muy importante y uno tiene entusiasmo por ellos.

–Ustedes han hecho exploraciones de esas partes de la mente, ¿cómo tratan de comunicar cada uno ese trabajo?

Ludwig: Mira, uno se enfrenta a un aspecto, poético por ejemplo, y, desde luego, uno tiene una serie de patterns interiores, pero los confronta una cosa, una imagen que se da ¿no? Y el tiempo gestiona todas las cosas y se dan, florecen.

–¿Y tú, Susana, cómo describirías esa parte, la exploración de esa veta?

Susana: Dejar funcionar la parte de uno que no es consciente y que no juzga nada. Y en general es lo único que tienes que aprender, el resto va solito [...] también en la escritura: si tú tienes una frase con qué comenzar algo, en general, te dejas llevar por esa frase, no importa qué idiotez sea, algo va a salir. Hay cosas que son de gran interés porque vienen del inconsciente y luego eso se pule. Hay un aspecto que es automático u onírico, pero hay que trabajarlo.

–En el caso de los collages de Ludwig, ¿de qué manera se entreteje y se da la comunión entre el texto y el collage?

Ludwig: Para mí es una cosa muy natural porque la imagen verbal siempre tiene un carácter un poco distinto y, en cambio, la imagen visual [tiene] todas las libertades del collage. En el collage, yo me tomo todas esas libertades, no importa que sobre una piedra haya una cabeza grande de un hombre, eso me da una posibilidad de libertad.


Ludwig Zeller, Alas contra el viento, 2008

Susana: Yo encuentro que los collages de Ludwig son más que nada poesía visual porque él no trabaja con un afán de plástica, en mi opinión, e influye mucho en sus collages el azar: un papel que se pegó porque hubo una fricción eléctrica y quedó ahí, o cosas por el estilo.

Ludwig: Durante muchos años he hecho esto: la técnica. Estuve muchos años encargado de artes visuales en el Ministerio de Educación en Chile, me ha sido muy especial adoptar esta forma de collage porque me ha dado una libertad y una posibilidad de hacer una cosa distinta.

–Alguien me contó que te decomisaban las tijeritas en las bibliotecas cuando entrabas a ellas, ¿es verdad?

Ludwig: A mí me ha tocado trabajar en el Ministerio de Educación en Chile, imagínate, así que era muy difícil, cómo te dijera, saber que eso se puede dar, pero que no lo ejerciera uno. Pero he tenido también la libertad de hacerlo, he tenido una biblioteca grande en la cual podía recortar cosas porque, bueno, es la libertad de cada cual.

Susana: Bueno, Ludwig ya lo hacía antes de conocerme, pero durante cincuenta años hemos estado buscando juntos libros apropiados para que él los use en collages, libros del siglo xix, sobre todo, los cuales son cada vez más caros porque treinta años atrás era más barato el mismo libro, van escaseando, ese material es un fondo enorme. Ludwig los recorta y se deshace de la parte del libro que no tiene interés y aún así [los restos de los libros] llenan espacios enormes.

–¿También utiliza recortes de libros y revistas más actuales?

Ludwig: Claro. Esto que ves es una pequeña cosa. He hecho varios centenares de collages. Naturalmente, se exploran cosas distintas.

–¿Cómo se conocieron? ¿Hace cuánto?

Susana: Yo estudiaba fisiología del cerebro en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile [...] La idea de Antropología Médica es que todos los alumnos tenían que pasar por ahí y aprender que cuando estaban viendo un hígado, no era un hígado sino un paciente, que venía quizás con el hígado un poco descompuesto, pero no sólo considerar el enfoque médico sino como ser humano, se trataba de hacer énfasis en la cultura general para los alumnos, esa era la tarea de un grupo de gente y Ludwig se especializa en la parte de poesía o de prosa literaria.

El 10 de mayo de 1963 se había anunciado la exposición de grabado de Nemesio Antúnez y era un día muy frío, allá las temporadas están a la inversa que aquí. Y era un día lluvioso y fue poquitísima gente, no sé ahora, pero en ese entonces llovía y los chilenos desaparecían, no llevaban nunca una protección porque llueve muy poco, ya llovía muy poco, me imagino que ahora llueve menos.

Yo fui del laboratorio a la exposición y no había mucha gente, había una persona ahí que tenía tiempo para platicar conmigo y ahí empezó una charla, yo estaba trabajando en fisiología y me dijo: “¿Pero qué diploma tiene usted?”, yo digo: “Bueno, diploma, diploma, tengo uno en cerámica.”

Me mira de alto a bajo con mi bata blanca y me dice: “¡Y qué hace usted aquí!”, entonces digo: “Decidí dedicarme a esta parte científica en vez de la parte de plástica que hacía antes.” Entonces él empieza a insistir en que quiere ver mi taller, y yo dije: “Déjeme sacar las telarañas, qué tal el próximo miércoles.”

Hay un detalle curioso, Ludwig me dijo: “Y cómo se llama usted”, aquí decía “S. Wald” [señala el lugar donde estuvo el identificador de su bata] y yo le digo: “Susana”, y él queda revuelto, yo no entendía nada de nada…

Ludwig: Había tenido un sueño yo…

Susana: Y cuando trataba de analizar el sueño con una analista, no le encontraban ni pies ni cabeza y quedó archivado y era un sueño que había tenido él tres meses antes. Él se acordaba de eso y yo no tenía ni idea ¿no es cierto? Llegó la hora de almorzar y fuimos a la cafetería de la facultad y, mientras ahí charlábamos y comíamos, como la cosa más natural del mundo él saca del bolsillo una tijerita y unos papelitos de aluminio, ¿no es cierto? y empezamos a hacer caligramas, él me muestra cómo maneja la tijerita…

Ludwig: Cómo se hacen estas cosas…


Ludwig Zeller, De cuerpo entero

Susana: La tijera la abres y la cierras y mueves el papel, ese era un principio importante y él va e introduce una cosita y lo pone en la mesa y me pasa la tijera y otro pedazo de material. Y yo también voy armando la cosita y abro después mi cosita, siempre doblada, abro mi cosita y quedamos ambos atónitos de ver que tenemos el mismo pattern interior. Ambos sabíamos que eso se da muy poco. Cada persona humana tiene un cierto pattern.

En cincuenta años, hemos encontrado una sola persona más que tuviera el mismo tipo de pattern que nosotros dos, tampoco puedes distinguir los recortes de ella de los recortes nuestros.

Eso fue muy especial, quedamos muy conmovidos y, bueno, nos gustamos desde un principio y nos volvimos a encontrar en la escuela casi a diario y luego en otras partes. Ahora no sé qué pensaba Ludwig en ese momento, nunca le he preguntado.

Ludwig: Encontrar a una persona que uno ha soñado, con un nombre, de alguna manera, lo mueve interiormente, y ha sido muy especial, han pasado ahora casi cincuenta años.

Susana: Más de cincuenta... En el sueño, él veía danzar a una mujer frente a un muro, esa es la imagen que yo recuerdo de su sueño, no recuerdo las otras características, un muro de piedra como los que se hacen al norte de Chile, donde él nació. En el sueño, él sabe que el nombre de esa persona es Susana y cuando despierta y tratan de analizarlo con Lola Hoffman (Helena, con “H”, Hoffman, la llamábamos Lola de cariño) no cuadra con lo de Susana en lo bíblico. Ludwig no conocía a ninguna Susana y no tenía ni pies ni cabeza haber soñado ese nombre, hasta que el 10 de mayo se resolvió el dilema, ¿no?

–Los dos son artistas ¿cómo se dan sus espacios de trabajo? ¿Tienen un horario especial donde los dos trabajan simultáneamente en sus propias cosas o es indistinto?

Ludwig: Aquí en casa tenemos una solución que está dada interiormente; por ejemplo, si Susana quiere pintar una cosa, se le ocurre una idea y es necesario que sea en el día con alguna luz, yo a la vez aprovecho el tiempo en explorar la cosa poética, ver una serie de cosas, en esto no nos perturbamos el uno con el otro.

Susana: En esta casa, que ya es lo último que nos ha resultado como conclusión de nuestro trabajo y de nuestra vida, hay cuatro talleres, dos para él y dos para mí, porque las actividades son muy diversas, porque él tiene una parte donde lee su poesía y otra parte donde hace collage, aunque también escribe ahí. Yo soy más metódica, tengo separado el taller de pintura del taller de gráfica en cómputo, pero esto es como una conquista de la vejez, porque cuando teníamos niños pequeños debíamos esperar a que durmieran para tener un tiempo para trabajar en lo nuestro, casi siempre compartíamos un taller. Esta casa la construí yo, de lo cual estoy orgullosa, es la escultura más grande que he hecho hasta ahora.

–¿Cómo enfrentan ustedes este momento en que la gente joven quiere saber sobre lo que ustedes han hecho, sobre lo que han descubierto?

Susana: Lo que yo puedo decirte es que era muy escasa la gente de nuestra propia generación con quien nos pudimos entender, porque éramos incómodos siempre, a veces al punto de que algunos de ellos no podían tolerarnos, y bueno, con justa razón, cada quien tiene derecho a mantener sus pensamientos.

Se dio, en tiempos no tan recientes, que empezamos a tener relación con gente mucho más joven que nosotros. Esos muchos más jóvenes que nosotros ahora tienen cincuenta o sesenta, pero llegan también otras generaciones; en mi caso, el contacto con los jóvenes siempre me ha mantenido joven.

Nosotros en Chile hicimos La Casa de la Luna. En Canadá, que es un país muy vasto, nos sucedió que alguien nos encontró viviendo en otra provincia y nos contactó, simplemente para invitarnos a su casa, un almuerzo, presentarnos a la mujer, los niños, y decirnos que para él fue un cambio de vida La Casa de la Luna. Hace no tanto tiempo, alguien escribió desde Australia que La Casa de la Luna fue algo que le cambió la vida.

–Ludwig, usted ha repetido un par de veces en la entrevista la palabra libertad, ¿cómo la entiende ahora, justamente frente a las nuevas generaciones, frente a lo que pasa, y su vocación de su escritura?

Ludwig: Las posibilidades creativas las veía hace cincuenta años y las sigo viendo ahora y las comparto con la gente que se acerca a mí, en una absoluta libertad.

Susana: Ludwig pretende que los jóvenes se liberen de las limitaciones que tienen. Les da ejercicios cuando hace talleres literarios, los talleres literarios de él son muy especiales, les da tareas que son liberadoras del pensamiento.