Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 25 de enero de 2015 Num: 1038

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Ayotzinapa
y el drogadicto
que vende armas

Víctor Manuel Mendiola

Cinco vistas
del Monte Fuji

Alberto Blanco

Décimas
Ricardo Yáñez

Emmanuel Carballo
y la autobiografía

Vilma Fuentes

Albert Camus,
el exilio en casa

Juan Manuel Roca

La tercera independencia
de América Latina

Gustavo Ogarrio

Tomás Montero Torres:
el presente es
pasado aún

Sergio Gómez Montero

Leer

Columnas:
Galería
Ricardo Guzmán Wolffer
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 

Ricardo Guzmán Wolffer

Jardiel Poncela, el eficaz

La extensa obra de Enrique Jardiel Poncela (Madrid 1901-1952) es más conocida como dramaturgo (más de 40 obras de teatro), decenas de novelas cortas, guiones de cine y muchos etcéteras. A pesar de una obra tan amplia, en su narrativa logró mantener el estilo que lo caracterizó: un humor cercano al de Groucho Marx, pero claramente castellano, que por momentos era producto de la  asociación libre fonética, y que también requería un amplio bagaje cultural del lector para serle accesible. Probablemente la novela que logra una mejor muestra de ello es Amor se escribe sin hache (1928), cuya calidad la hace vigente y disfrutable casi un siglo después.

Como puede suponerse por el título, la novela buscaba divertirse a costa de los lugares comunes de las novelas “de amor”, pero termina siendo un ataque contra la literatura sosa relacionada a esos amores absurdos por irreales y a esas novelas eróticas de inicios de siglo XX, que hoy en día apenas serían leídas en internet. Los personajes son arquetipos caricaturizados: la mujer fatal tiene esposos por los motivos más absurdos y luego, cuando se queda con uno, se dedica a tener amantes. Uno de estos intenta quedarse con ella “en propiedad”, no sólo en “posesión”, ante la mirada escéptica del marido de ella, quien está seguro del deseo transitorio de su mujer: está tan acostumbrado a saber de los amoríos de ella, que ha impreso cartas haciéndose sabedor de la aventura extramarital y otorgando su consentimiento. Al formulario sólo hay que ponerle fecha y el nombre del nuevo amante. Además, como ella es multimillonaria, no tiene problemas monetarios y lo mismo da viajar a un continente que a otro, pero cuando el amante logra captar su atención, pueden encamarse semanas enteras.

Con este esquema sencillo pero llevado a extremos delirantes, Poncela muestra su poderío en el dominio de la técnica humorística, en el uso de: 1. interpelar al lector, mediante cuestionamientos directos o con pies de páginas o notas donde hace comentarios dirigidos y eficaces; 2. deformar la realidad. El mundo de Poncela se mueve entre el delirio y la fantasía. A los seguidores de los inmortales Gilbert y Sullivan, escritor y músico de operetas cómicas inglesas del siglo XIX, les sonará conocido: a Gilbert se le conocía como el rey del mundo al revés (“Topsy-turvydom”) porque en sus creaciones lo malo es bueno y al revés, las virtudes se critican y los vicios se alaban, etc. Con Poncela sucede lo mismo; 3. recargar cada situación, llevarla a lo extremo con elementos que tal vez por separado funcionarían como descriptivos, pero que juntos sólo pueden llevar al humor: la mujer fatal se arregla y al mismo tiempo tiene manicura, pedicuro, masajista, peluquero, depilador y le pintan los ojos: la hipérbole como conducto al desatino y lo humorístico; 4. presentar lo inverosímil, ya Bergson hablaba de este mecanismo de la risa, y Jardiel lo logra con una naturalidad producto del oficio de escritor más que constante: el amante es abandonado en una isla desierta y decide irse a Barcelona nadando junto con unos actores que así van desde Lima, con quienes comparte obras de teatro, por ejemplo; 5. la ridiculización de personas, hechos (mientras el personaje está noqueado, todos los asistentes del club disfrutan escuchando la explicación médica de los exactos mecanismos corporales involucrados en el golpe a la mandíbula), temas y hasta de sí mismo: al final de la novela, el autor se inventa opiniones de autores ilustres: Valle Inclán dice: “no sé qué autor es ése, ni qué título es ése, ni qué libro es ése”; Gregorio Marañón dice: “prometo leer ese libro en cuanto tenga tiempo”; Sánchez Guerra dice:  “No creo en el talento de esos jóvenes que se ríen de todo. En nuestro tiempo los jóvenes éramos más serios y como no existían los cabarets, jamás se nos ocurrió ir a ninguno de ellos.” También se burla del lector: “Particularmente la literatura humorística, además de servirme para una porción de cosas que no hace falta denunciar, me sirve para medir la inteligencia de las personas de un golpe y sin equivocarme en un solo caso.” Al tratarse de una novela “de amor”, se muestra la conocida guerra de los sexos, con las conclusiones propias del autor: “El hombre es el ser más ingenuo de la Creación y donde la mujer pone cálculo, él no pone más que simpleza”. Cuando van a un bar de mala muerte en París, se hace el valiente para salvar el pellejo y somete absurdamente a todos los malandrines.

Jardiel Poncela logra en esta novela un clásico de la literatura sin adjetivos.