Siete poemas indígenas
de norteamérica

Aproximaciones de José Emilio Pacheco


Curberto Mocusari, danzante de pascola, territorio mayo-yoreme, Sonora. Foto: Jerónimo Palomares

La primera colección de las cosmopolitas traducciones poéticas de José Emilio Pacheco (JEP), publicada bajo el deliberado título Aproximaciones (Ediciones Penélope, México, 1984, compilación de Miguel Ángel Flores), cerraba con catorce poemas indígenas de Norteamérica y la siguiente nota: “No bastó derrotarlos, despojarlos, exterminarlos. También los convirtieron en espectáculo para nuestra diversión (ver el poema ‘Western’ de Azevedo Oliveira, en la misma compilación). Masas pintarrajeadas, ululantes, diezmables. Masas, no seres humanos. Moscas, hormigas. Un día, el asombro y el remordimiento de saber que no sólo eran como nosotros: éramos nosotros, de extremo a extremo del continente. Por ser distintos los llamaron bárbaros y salvajes. Ni bárbaros ni salvajes. Aun aquellos que no edificaron Palenque ni Macchu Picchu ni unas artes plásticas comparables a la escultura azteca, hicieron una poesía como la europea y la oriental. John Bierhorst reunió en In the Trail of the Wind: American Indian Poems and Ritual Orations, 1971, textos traducidos de cuarenta lenguas. Quise terminar estas aproximaciones que abrió Omar Khayyam con unos cuántos poemas aborígenes de Estados Unidos y Canadá, a manera de nuevo y humilde homenaje a los indios americanos”.

Sumándose a sus deseos de hace 30 años, de aquella catorcena del poeta mexicano (1939-2014), Ojarasca presenta siete, homenaje a su vez, y también humilde, a JEP, amigo y maestro.

PLEGARIA DE LOS INDIOS CUERVO

Padre Sol, te saludo. Recibe el manto de entraña de bisonte que acabo de tejerte.
Dame una buena manera de vivir. Haz que mi pueblo y yo alcancemos ilesos el año próximo. Haz aumentar el número de mis hijos. Haz que cuando mis hijos vayan a la guerra vuelvan con caballos capturados al enemigo. Haz que cuando mi hijo vaya a la guerra regrese con la cara pintada de negro como señal de su victoria.

Cuando yo salga de cacería, haz que el viento golpee mi rostro para que el bisonte no sienta mi olor y avance hacia mí.

Haz que el próximo verano crezca la hierba y abunden las cerezas.

Haz que pueda ver la hierba nueva y los árboles en todo su follaje.

Haz que vea llegar la primavera. Haz que mi pueblo y yo vivamos para verla.

 FÓRMULA MÁGICA DE LOS NAVAJOS PARA PACIFICAR A UN ENEMIGO

Unta tus pies de polen
Unta tus manos de polen
Unta tu cabeza de polen
Ahora tus pies son polen
Tus manos son polen
Tu cuerpo es polen
Tu voz es polen
Es hermoso el sendero
Quédate quieto

CANCIÓN DE AMOR DE LOS KWAKIUTI

    Si como,
como el dolor de tu amor, amada.
Si duermo,
sueño el dolor de tu amor, amada.
Si yazgo,
yazgo en el dolor de tu amor, amada.
Dondequiera que voy
piso el dolor de tu amor, amada.

PROFECÍA (IROQUESES)

Hace muchos inviernos nuestros sabios ancestros predijeron:
el monstruo de ojos blancos llegará del oriente. Al avanzar consumirá la tierra.
Este monstruo es la raza blanca. La profecía está a punto de cumplirse.

EN LA  GRAN NOCHE (PÁPAGOS)

En la gran noche se extraviará mi corazón.
Cascabelean las tinieblas.
Hacia mí avanzan las resonantes tinieblas.
En la gran noche se extraviará mi corazón.
En la gran noche.
En las cascabeleantes tinieblas.

CANCIÓN DE LA DANZA DE LOS ESPECTROS (CHEYENNES)

Cuando vuela hacia abajo he visto al cuervo.
He visto al cuervo que desciende a la tierra.
El cuervo renueva nuestra vida.
El cuervo tiene piedad de los cheyennes.

CONJURO DE LOS IROQUESES CONTRA EL SER SIN ROSTRO

Nuestros abuelos, muertos hace mucho tiempo, dueños legítimos de nuestra
confianza, jamás vieron su rostro.
El rostro de quien nos injuria todos los días, todas las noches.
El rostro del ser de las tinieblas que yace en los lugares donde es noche cerrada.
El ser que gira en torno a nuestras cabezas y nos amenaza
con su arma oculta, con su hacha en alto.
El ser que murmura su objetivo de talador: “Destruiré la Obra, acabaré con la Alianza
de los Iroqueses”.
Nuestros abuelos decretaron llamarlo el Gran Destructor, el Ser sin rostro, el Ser
Maléfico en Sí Mismo: la Muerte