jornada
letraese

Número 222
Jueves 8 de Enero del 2015


Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate


VIH, ejercicio
y dieta:la terapia complementaria

 

Carlos Bonfil

El pasado mes de diciembre, el semanario estadounidense The New Yorker publicó un extenso artículo con un título sugerente, ¿Puede curarse el sida? Los investigadores en camino de burlar a un asesino. Su autor, Jerome Groopman, detalla ahí las estrategias terapéuticas que fundamentan un optimismo moderado, aunque alerta sobre algunos comportamientos poco comprendidos del virus. Una estrategia sería añadir a los antirretrovirales unas hasta hoy muy eficaces sustancias nuevas capaces de sacudir los reservorios donde se esconden las partículas virales, y una vez identificadas atacarlas con un procedimiento denominado Shock and kill (impactar y matar). Dicho procedimiento podría funcionar, pero sólo al cabo de veinte años. Por esa razón, es conveniente y razonable no apostar todo a soluciones terapéuticas aún en estado de experimentación y conocer mejor el comportamiento del virus, reforzar el sistema inmunológico y añadir a los tratamientos actuales una suerte de terapia complementaria basada en una buena alimentación y una práctica regular del ejercicio.

Entender al virus
Steven Deeks, especialista en inflamaciones y activación crónica inmunológica de la Universidad de San Francisco, explica algunos aspectos del comportamiento del virus. Los antirretrovirales bloquean con eficacia la réplica del virus en el sistema inmunológico, pero no garantizan que muchos pacientes se recuperen por completo. Se consigue prevenir eficazmente la evolución hacia el sida, pero al persistir la acción del virus el sistema inmunológico mantiene una continua respuesta de baja intensidad que provoca una inflamación crónica que puede dañar los tejidos. A menudo persisten algunos efectos secundarios provocados por las primeras terapias (anemia, disfunciones nerviosas, lipodistrofia), y suelen presentarse niveles elevados de colesterol y triglicéridos capaces de ocasionar daños cardiovasculares debido a la inflamación de las arterias, y también padecimientos óseos y renales. En suma, una condición que el especialista Deeks califica como un Síndrome de Enfermedad Inflamatoria Adquirida.

Este tipo de inflamación crónica afecta a varios órganos vitales y disminuye considerablemente la calidad de vida provocando depósitos de grasa, bloqueo arterial, deficiente irrigación sanguínea a los huesos, dolor al caminar, invalidez progresiva o amenaza de colapso cardiovascular. Está presente de modo activo o latente en las personas que viven con VIH, incluso en aquellas con cargas virales indetectables, y en individuos de edad avanzada. Uno de los pacientes entrevistados confiesa al respecto: “No me preocupa tanto el virus en sí, sino el estado de mis órganos internos y la perspectiva de una vejez prematura”. Es preciso comprender que el bloqueo de la réplica viral por medio de antirretrovirales tiene un alto grado de eficacia, pero en algunos aspectos sigue siendo una solución insuficiente. El VIH es un padecimiento crónico de carácter inflamatorio, lo cual obliga al paciente a extremar los cuidados complementarios que ayudan a reducir los niveles de colesterol y triglicéridos en la sangre, a prevenir las alteraciones indeseadas en los niveles de la glucosa, y a mantener a raya padecimientos como la diabetes y la hipertensión arterial en un desarreglo funcional conocido como síndrome metabólico.

 

La terapia doméstica
Los pacientes bajo tratamiento contra el VIH están sometidos a un control regular de su carga viral (que conviene mantener indetectable) y su conteo de células CD4 no debe descender a una cantidad inferior a los 200 y sí mantenerse, de manera óptima, por encima de los 500. A ese control se añaden exámenes complementarios (química sanguínea, perfil hepático y de lípidos, análisis de orina, densitometrías óseas) para detectar cualquier irregularidad susceptible de complicar el estado general de salud del paciente. Una recomendación importante es el seguimiento de los regímenes alimenticios de la persona con VIH por parte de un servicio de nutriología, el cual habrá de indicar, en cada caso, la dieta ideal para prevenir posibles complicaciones.

Al hablar de dietas relacionadas con el control óptimo del VIH conviene descartar el enfoque tradicional de dietas de tiempos determinados y tendientes a bajar o subir de peso, aun cuando el efecto de las mismas pueda ser un ajuste adecuado del índice de masa corporal. Se trata de seleccionar los alimentos según un criterio científico para mantener el cuerpo saludable. Además de controlar un proceso inflamatorio, la dieta deberá aportar cantidades idóneas de fibras, minerales y vitaminas. Entre los principios básicos figuran los siguientes:

Hacer comidas frecuentes y ligeras para mantener en un rango saludable los niveles de azúcar en la sangre, pues las comidas abundantes suelen llenar el torrente sanguíneo de cantidades excesivas de glucosa. Se debe reducir al mínimo las harinas refinadas y los azúcares, prefiriendo alimentos con un bajo índice glucémico (los frijoles y el camote son ejemplos de un buen tipo de carbohidratos). Este tipo de dieta es importante para prevenir o controlar padecimientos como la diabetes y la hipertensión, y contrarrestar algunos efectos secundarios de los antirretrovirales. Se debe también reducir al mínimo el consumo de grasas saturadas y preferir productos como el aceite de oliva y pescados ricos en omega 3 (salmón y sardinas). Los nutriólogos aconsejan el consumo de verduras (pepinos, coles, espárragos, calabazas, brócolis, rábanos y espinacas), y granos y alimentos ricos en magnesio (almendras, castañas, nueces, aguacates).

Conviene asimismo disminuir el consumo del alcohol y en especial de la cerveza, por su tendencia a elevar considerablemente el nivel de triglicéridos. El acompañamiento ideal de esta dieta básica es la práctica regular de ejercicio (aeróbico, en todo momento, con caminatas diarias de 30 minutos; y también de resistencia, con levantamiento no excesivo de pesas, para mantener una buena masa muscular). Los ejercicios de resistencia y el consumo de alimentos ricos en calcio (o la ingesta diaria de una cápsula de calcio y vitamina D) previenen la evolución hacia la osteoporosis, un riesgo latente en las personas con VIH. Esta sencilla terapia complementaria refuerza la eficacia de los antirretrovirales y, por consiguiente, la calidad de vida de los pacientes bajo tratamiento.


S U B I R