Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 28 de diciembre de 2014 Num: 1034

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Dos poemas inéditos
Nuno Júdice

La traducción poética
y Nuno Júdice

Blanca Luz Pulido

Una forma de atención
António Carlos Cortez

Nuno Júdice: un siglo
de poesía portuguesa

Luis María Marina

Notas sobre la poesía
de Nuno Júdice

Jenaro Talens

Ser la noche y el día
Luis García Montero

Leer

Columnas:
Galería
Ricardo Bada
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
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Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
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Jorge Moch
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Enredos de las redes: por qué tuitear (III Y ÚLTIMA)

Internet se ha convertido en otra cosa muy diferente de aquella red interuniversitaria y casi clandestina, desarrollada con fondos del gobierno estadunidense y las fuerzas armadas (el Pentágono estuvo involucrado en el fondeo financiero del proyecto y sus correspondientes experimentos) en 1969. Hoy es, quizá para disgusto de muchos de esos gobiernos que vieron en el desarrollo de redes de comunicación inmediata luego perfeccionadas con tecnología satelital un precursor de dominación militar, un invaluable instrumento de vastas mayorías; un artefacto social alternativo a los canales informativos tradicionalmente sujetos al escrutinio, el condicionamiento o la franca coerción del Estado, como son la televisión y la radio y también, desgraciadamente, buena parte de la prensa escrita. México es un ejemplo infamante de todo ello. Aunque tampoco hay que pecar de ingenuo: algunos seguimos desconfiando de la espumante explosión de la industria de la computación, la telefonía móvil y los dispositivos siempre novedosos de comunicación que bien podrían ser también el anzuelo con el que el Estado puede espiar a sus anchas a los ciudadanos. Como sea, las tecnologías de la información se esparcieron rápidamente, comunicando a la gente de maneras hasta hace algunos años imposibles de predecir.

Las redes permiten que nos comuniquemos, y también que hagamos proclamas públicas. No importa si nos gusta o no lo que muchos digamos; podemos insultar o denunciar abusos, podemos hacer que las noticias corran como pólvora, aunque contradigan precisamente las versiones oficiales que quizá en ese mismo momento se emiten en la televisión. Las redes sociales son el vehículo ideal hasta ahora para esa rebelión informativa y colectiva. Lo que antes era un dispositivo elitista –y que por desgracia sigue siendo acceso de minorías– conforma de todos modos un vasto sector de la sociedad mexicana (o española, o marroquí, o japonesa o de donde sea que un régimen dictatorial no haya logrado bloquear el empleo popular de las redes) que es en la realidad cotidiana lo más parecido a una verdadera democracia con un sano matiz anárquico: todos podemos participar.

Hay que usar las redes. Cada vez más gente que antes confesaba repeluzno a la tecnología, hace uso de dispositivos como tablets o teléfonos inteligentes además –o aun sin hacerlo– de acceder a redes por medio de computadoras. Las redes sociales más populares, Facebook, Twitter, o las móviles, como Whatsapp o Instagram, están ya en manos lo mismo de niños que de adultos jóvenes o, qué maravilla, de ancianos. Cada día es más común ver a una abuela con su tablet o su teléfono inteligente. Es así como podemos enterarnos del estado del clima o avisar de un embotellamiento por un accidente.

Pero también es así, “posteando” y compartiendo fotos y videos en Facebook o tuiteando como se han construido movimientos populares de resistencia y rebelión pacífica que no se habían visto antes. Allí la primavera árabe. Allí el movimiento #YoSoy132 o las subsecuentes multitudinarias expresiones de repudio al gobierno en México. Es tuiteando como pudimos conocer la verdad de las casas obtenidas con manejos opacos y cuestionables, muy posiblemente emparentados con la corrupción más añeja y rampante del sistema político mexicano, por funcionarios como Luis Videgaray o el mismo Enrique Peña vía su mujer, Angélica Rivera, por parte de un empresario metido hasta el colodrillo en licitaciones turbias y adjudicaciones de contratos millonarios. Es tuiteando como podemos avisar de un abuso policíaco, de una incursión paramilitar, de una balacera, de cualquiera de las muchas, odiosas expresiones de la crueldad, la corrupción, la actuación criminal en que tanto se confunden en México delincuentes y oficiales de las fuerzas del orden, incluidos el Ejército o la Armada.

Es tuiteando y participando activamente como nos convocamos mutuamente a marchas y actos de protesta. Es así como nos reconocemos ciudadanos con derechos y con la obligación moral de sacar a este país del hoyo de corrupción y podredumbre donde lo han puesto ésos que dicen y dijeron gobernar. Ésos que gracias a las redes ahora se ven expuestos en su riqueza ilícita de camionetas blindadas y guaruras de torvo mirar. Ésos que viajan con nuestro dinero y que con el erario robado fundan empresas y negocios a todo tren. Ésos que engolan la voz con discursos que pretenden lavar su propia mierda. Ésos que llenan buche enunciando paz, libertad y justicia.

Ésos que nos quieren callar.