Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 28 de diciembre de 2014 Num: 1034

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Dos poemas inéditos
Nuno Júdice

La traducción poética
y Nuno Júdice

Blanca Luz Pulido

Una forma de atención
António Carlos Cortez

Nuno Júdice: un siglo
de poesía portuguesa

Luis María Marina

Notas sobre la poesía
de Nuno Júdice

Jenaro Talens

Ser la noche y el día
Luis García Montero

Leer

Columnas:
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Artes Visuales
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La Jornada Semanal

 


Foto: poemsfromtheportuguese.org

Jenaro Talens

En el poema que cierra uno de sus libros más recientes, Guia de conceitos básicos (2010), Nuno Júdice escribía Use o poema para elaborar uma estratégia/ de sobrevivéncia no mapa da sua vida. Recorra/ aos dispositivos de imagem, sabendo que/ ela lhe dará um acesso rápido aos recursos/ da sua alma (“Use el poema para elaborar una estrategia/ de supervivencia en el mapa de su vida. Recurra/ a los dispositivos de imagen, sabiendo que/ ésta le permitirá un acceso rápido a los recursos/ de su alma.” Pocas veces se ha expresado con mayor concisión y contundencia una poética que hace de la reflexión continua sobre el oficio de escribir un medio para que vida y literatura dialoguen entre sí, huyendo de los dos extremos que, a la manera del péndulo, han caracterizado a las dos corrientes dominantes de la poesía contemporánea del último medio siglo: la expresión directa y sin supuestas mediaciones retóricas de las vivencias de quien escribe (lo que se denomina, a falta de un término mejor, poesía realista) y la dedicación más o menos brillante a un discurso autorreferencial y, a menudo, bastante hermético (que la crítica define, con manifiesta e inconsistente ambigüedad, metapoesía). Porque, en efecto, la originalidad de la obra del excelente poeta que ha sido Júdice desde sus inicios, radica en haber sabido asumir en toda ocasión que no hay poema que se sostenga sin experiencia vital (y social) subyacente, pero que dicha experiencia no puede convertirse en poema si no es el resultado de un cuidadoso y concienzudo trabajo retórico sobre la materialidad que le da cuerpo y le permite existir en calidad de experiencia verbalizable y compartible: el lenguaje. Así es como su poesía nunca cae en la banalidad de exponer un intimismo cotidiano que a nadie concierne, salvo a la persona cívica cuyo nombre toma prestado para convertirlo en firma de autor, ni tampoco se pierde en el juego formalista del consumado fabbro que, pese a todo, demuestra ser.

Conocí a Nuno hace casi un cuarto de siglo, en uno de aquellos encuentros maravillosos, multilingües y multiculturales, que organizaban, entre otros, Emmanuel Hocquard, Rémy Hourcade y el malogrado Claude Esteban, en la parisina Abeyy de Royaumont y, desde el primer momento, me sorprendió encontrarme con alguien a quien se podía aplicar el juicio que Octavio Paz ofreció de su admirado William Carlos Williams: una persona afable, tímida y sencilla, indiferente por completo al ruido mediático y social que suele rodear la figura del artista, pero completamente poseído por su vocación de poeta, alguien que, como pedía Hölderlin, habitaba en la poesía. Veinticinco años y otros tantos libros después, sigo pensando lo mismo, con la diferencia de haber visto cómo crecía y se consolidaba un mundo tan personal e intransferible que no resulta exagerado afirmar que hoy por hoy se ha convertido en uno de los mejores poetas europeos del presente.

La poesía de Nuno Júdice, enormemente compleja en cuanto a problemáticas abordadas y de una gran variedad temática (desde la filosofía, la historia, la literatura o la pintura a la memoria de una infancia vivida en el mundo rural del sur de Portugal o la relación amorosa), sabe siempre, sin embargo, corporeizarse acudiendo al tono y a la musicalidad del discurso hablado. La inteligente utilización del encabalgamiento, haciendo que el ritmo versal se adecue al ritmo de la frase y no al revés, logra que el fluir de su dicción rehúya la grandilocuencia, haciendo al mismo tiempo que, como chispazos de luminosidad entre metáforas en apariencia tradicionales, sobresalga la sorpresa de descubrir lo maravilloso que a menudo se esconde tras la costra de lo cotidiano. Consigue, para decirlo brevemente, hacer visible lo invisible, sin alzar el tono ni recurrir a fórmulas grandilocuentes ni a malabarismos verbales. Actúa con las palabras como lo hace el ebanista al trabajar la madera o el campesino al labrar la tierra, con el orgullo que da el ser dueño de un oficio y hacer las cosas bien, sin caer en la tentación de pretenciosidad autosuficiente que a menudo acecha al artista.

En sus primeros tiempos, la contextualización política era siempre evidente, incluso en los textos más aparentemente centrados en la memoria amorosa de la adolescencia. Piénsese, por ejemplo, en uno de sus más conocidos poemas, “A idade cruele”, donde puede leerse lo que sigue: “onde nos podíamos sentar sem que ninguém nos visse,/ falando das coisas mais secretas desse tempo: política,/ revolução, literatura. Mas não era disso que falávamos,/ mas de um assunto muito mais proibido do que esses: o/ amor, que por então nos obrigava a desvios por lugares/ onde ninguém nos visse, e percebesse que a revolução não/ estava nos encontros conspirativos, à luz de polícias e/ informadores, mas no fundo sórdido daqueles cafés que/ ninguém frequentava”, (“donde podíamos sentarnos sin que nadie nos viese,/ hablando de las cosas más secretas de ese tiempo: política,/ revolución, literatura. Pero no hablábamos de eso/ sino de un tema mucho más prohibido: el/ amor, que por aquel entonces nos obligaba a tomar desvíos por lugares/ donde nadie nos viese, y percibiese que la revolución no/ estaba en nuestros encuentros conspirativos, a la luz de policías e/ informadores, sino en el fondo sórdido de aquellos cafés que/ nadie frecuentaba”. Incluso en aquellos poemas de temática amorosa queda clara la fuerza subversiva de lo que quizá fuese más pertinente denominar como deseo. No un refugio donde descansar, sino una descarga de energía para seguir hacia adelante. Por eso, su escritura no potencia nunca la idea romántica del reposo del guerrero, sino la del amor como espacio alternativo desde donde transgredir y subvertir un mundo regido por otras leyes (que es lo contrario de la alternativa que aparece como tema en la llamada “poesía confesional”). Tampoco se recrea en una mirada solipsista que busca una pureza inexistente. Ambos movimientos subyacen, en negativo, como una forma de involución. Por eso, su propuesta retórica es, también y coherentemente, una propuesta política de organizar nuestra relación con el mundo. Lo político nunca desaparece con el pretexto de “lo” estético, así, en abstracto, como si en este último territorio no se tratase, también, de hacer funcionar y circular una forma de conocimiento y, por eso mismo, de acción. Debido a ello, en su Guia de conceitos básicos podría concluir sus consejos al escritor en ciernes al que parece dirigirse: Verifique/ então se todas as opções estão disponíveis: e/ descubra a data e a hora em que o sonho/ se converte em realidade,/ para que poema/ e vida coincidam. (“Verifique/ entonces si todas las opciones están disponibles: y/ descubra la fecha y hora en que el sueño/ se hace realidad,/ para que poema/ y vida coincidan.”)