Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 28 de diciembre de 2014 Num: 1034

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Dos poemas inéditos
Nuno Júdice

La traducción poética
y Nuno Júdice

Blanca Luz Pulido

Una forma de atención
António Carlos Cortez

Nuno Júdice: un siglo
de poesía portuguesa

Luis María Marina

Notas sobre la poesía
de Nuno Júdice

Jenaro Talens

Ser la noche y el día
Luis García Montero

Leer

Columnas:
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Ricardo Bada
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Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
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La Jornada Semanal

 

Ana García Bergua

De máscaras y desapariciones

Época de máscaras. Época de policías disfrazados de anarquistas, anarquistas disfrazados de manifestantes pacíficos, narcos disfrazados de políticos y políticos disfrazados de clase media, narcos disfrazados de militares o federales, militares disfrazados de políticos, ladrones disfrazados de servidores públicos, provocadores disfrazados de universitarios, fósiles disfrazados de jóvenes rebeldes, víctimas a las que se disfraza de sicarios. Y nuestra primera dama es una actriz. Y nadie sabe exactamente quién es quién, todo se confunde debajo de los pasamontañas, las camisetas y los paliacates amarrados al rostro, los trajes impecables que simulan respetabilidad, los uniformes cuyos portadores creen que les confieren permiso para abusar, los maquillajes que disfrazan lágrimas o carcajadas, las palabras que ocultan mensajes para quién sabe quién. Época de máscaras y víctimas de rostros desollados. El que tiene un rostro debe esconderlo, nadie de los que actúan quiere dar la cara y todo el mundo tiene cola que le pisen o debilidades con que lo amenacen. Y en épocas así el mensaje es: no eres nadie, no importa quién eres. Te desaparecemos y ni siquiera naciste. O: te llevamos a una cárcel de alta seguridad y te disfrazamos de delincuente terrorista. No importa quién eres en realidad en esta representación.

Época de torturadores escondidos y cadáveres que aparecen por todas partes y no dejan de brotar desde las fosas para susto de los que quisieran borrarlos, olvidarlos, quemarlos y requemarlos, superar el incidente, dejarlo atrás y seguir arriba y adelante con las reformas, las carreteras y las representaciones. Época en que lo más evidente es este afán por esconder, por esconderse de una sociedad cada vez más harta de tanta simulación, de tanto teatrito, de tanto negocio solapado que al final nos ha llevado a la tragedia de las miles de muertes y miles de desapariciones.  Época en la que una sociedad parece despertar del sueño de las máscaras y está verdaderamente, ahora sí, hasta la madre, como dijo Javier Sicilia cuando asesinaron a su hijo. Época en la que los asesinatos se disfrazan de “ejecuciones” para que parezcan una acción militar y vagamente justificada. Época en la que todos quisiéramos aparecer en las calles, por fin, hacerlas nuestras, a ver si así nos vemos. Época en la que se toman rehenes y se exhiben como policías o como políticos o como infiltrados y también eso da miedo, el permiso para amarrar, el permiso para linchar. Época de límites borrosos y borrados. Época en la que la prohibición de las drogas esconde el negocio de las drogas. Época de guerra que lleva ya muchos años. Época de guerra que no se verá en el Distrito Federal, pero sí en Tamaulipas, Michoacán, Veracruz, Guerrero, Coahuila, Nuevo León. Época en la que un joven irrumpe en la premiación de los Nobel con una bandera mexicana para decirle al mundo véannos por favor, no nos dejen desaparecer de sus primeras planas, de sus primeras preocupaciones. Época en la que la televisión aparece y desaparece lo que le conviene, y es también una gran máscara que colgamos de la pared de la sala, como quien cuelga de adorno las máscaras de Guerrero (¡de Guerrero!) o del África, para sentirnos acompañados o dulcemente adormecidos o aterrorizados. Época en que la máscara de Anonymous desenmascara a los políticos o marcha en las marchas sin que tampoco sepamos siempre quién está debajo de la máscara de Anonymous. Época en la que todos ponemos nuestra mejor cara en las redes sociales, un poco como una máscara también. Época en la que uno no se acuerda de poner el árbol de Navidad porque todavía no sabemos qué está naciendo ahora, exactamente. Época en la que hemos leído que el año pasado nadie se hubiera podido imaginar lo que ocurrió este año que se va. Época en la que uno se pregunta, con preocupación, qué ocurrirá el año que viene. Época en la que los enmascarados creen, como los niños escondidos detrás de un árbol delgadísimo, que nadie los ve, que nadie se da cuenta. Época también, de reunión y cohesión frente a tantas máscaras, lo cual es esperanzador.

Hoy es Día de los Inocentes y pensaba quizá hacer un chistorete como se suele hacer en los periódicos, pero así como están las cosas, me pareció de muy mal gusto. Pido disculpas por tanta seriedad. Sólo deseo que el año que viene las cosas cambien para bien en nuestro país, que se acaben las máscaras y las desapariciones. A ver cómo.