Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 21 de diciembre de 2014 Num: 1033

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Ciencia bajo el puente
Manuel Martínez Morales

La Babel de las siglas
Vilma Fuentes

Felipe la boa
Guillermo Samperio

De nuevo Operación Masacre
Luis Guillermo Ibarra

Artículo 84
Javier Bustillos Zamorano

México hoy:
necropolítica e identidad

Ricardo Guzmán Wolffer

En el taller
de Cuauhnáhuac

Ricardo Venegas entrevista con Hernán Lara Zavala

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Guillermo Samperio

Una boa se escapó por la mañana del serpentario del arquitecto Quiroga Mancillas al norponiente de Ciudad de México, informó AFP. Se supone que Quiroga es adicto a este reptil y otros semejantes; el nombre o apodo del animal es Felipe, pues Quiroga suele bautizar a sus animales con nombres humanos, debido a que es proveniente de una población cercana a la selva chiapaneca donde se adoptan estas bestias, según explicó su delictuoso propietario. Dijo que la serpiente no es peligrosa, pero recomendó a los ciudadanos del DF que no se acercaran al animal, pues podría atemorizarlos, además de que tiene un poco más de una semana sin alimentarse; entonces, realiza movimientos extraños como retorcerse y abrir la boca de forma desmesurada, en general desatando su instinto de defensa o conservación.

Eso sí, explicó Quiroga Mancillas, es posible que Felipe devore ratas gordas o perros de mediana estatura en general callejeros, pero el arquitecto está en plena disposición de reponer a las familias dañadas por aquellos canes o gatos que, en un error o confusión de la boa, llegue a devorar.

Felipe logró su escapatoria levantando una parte de la puerta de la jaula del serpentario, cuyo cuidador, de nombre Lucero Acosta, ya preso en el Reclusorio Norte, no la dejó cerrada de manera hermética. Los expertos Medina y Fernás comentaron que la boa es de la familia de las pitónidas reticuladas que llegan a medir de 2 a 10.32 metros, no contienen veneno y su técnica de atrapar a sus víctimas es por constricción, enrollándose en ellas hasta asfixiarlas, procediendo después a devorarlas. Eligen a sus presas dependiendo del tamaño de la Pythoninae y de sus necesidades alimentarias; pero afirmaron que, en el caso de Felipe, “había escasas posibilidades” de que atacara a alguien, además de que no era seguro que consiguiera sobrevivir por sí sola durante mucho tiempo, amén de los casos mencionados.

Sobre el asunto de que si era posible que la boa constriñera a bebés y/o niños pequeños, aventuraron a responder que en el caso de bebés lo veían complicado debido a que la responsabilidad paterno/materna, en general, es acuciosa respecto de los rorros; en cuanto a los niños más grandes, alrededor de seis años, en la actualidad tienden a permanecer en sus casas enajenados en torno a sus aparatos electrónicos y atendidos por gente de la casa o la servidumbre. No dudamos –añadieron–, en un extremo de hambre, que pudiera atacar a un adolescente, incluso a algún adulto, pues tenemos entendido que la extensión de Felipe es de 8.47 metros.

Sería una desgracia, apuntaron, que Felipe se introdujera en una casa de cuna, pero éstas, por lo general, se encuentran bien vigiladas y, por decirlo así, es en suma difícil que una boa o una pitón puedan girar picaportes, a menos de que alguna enfermera, por equivocación, dejara entreabierta una puerta. Sin embargo, finalizaron, esta descendiente de la antigua Macrostomata es apenas un peligro menor ante el rapto de menores con fines ilegales en usos internos del país y exportación de niños al extranjero; la cifra promedio de ambas prácticas asciende a 30 mil por año. Esta industria criminal va desde dar a los menores en adopciones ilegales hasta la prostitución, uso pornográfico y tráfico de órganos. No descartamos a las bestias humanas que degluten niños muy pequeños en la clandestinidad, como podría ser el caso de Felipe. No se olvide, agregaron, que nuestros descendientes indígenas llegaban a degustar carne humana, en especial la de los enemigos derrotados, y que los  cruzados europeos, entre ellos los de la Iberia, hacían lo mismo cuando caía un fuerte morisco.

En este contexto, nosotros –dijeron Medina y Fernás– pensamos que el escape de Felipe es un caso de relativa importancia. En el extremo de que llegara a devorar a un par de niños, en todo caso es responsabilidad del arquitecto Quiroga Mancillas, ya que éste sabía muy bien que estaba infringiendo la ley y que tales ofidios y otros animales que mantiene en cautiverio deberían encontrase, obviamente, en zoológicos. Esperamos que las autoridades procedan como es debido.

La última información que se tiene es que el arquitecto Quiroga Mancillas ha desaparecido de su residencia; sus familiares comentaron no saber el paradero del adicto ofídico. Hay dos tesis al respecto: que se fue al extranjero con otro nombre o protegido por alguna autoridad influyente, o que fue devorado dentro de su enorme serpentario al pretender alimentar a sus animales.