jornada


letraese

Número 221
Jueves 4 de Diciembre
de 2014



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate




Guadaupe Caro Cocotle*

En defensa de la trenza

En el periodo comprendido entre el 4 de julio y el 8 de agosto de 1924, El Universal Gráfico dio seguimiento a una serie de hechos cuya protagonista era un tipo peculiar de mujer que en
principio fue definida a partir de su apariencia física; sobre todo de su peculiar corte de cabello. Según lo que documentaba el periódico, a la mujer que decidía adoptar el nuevo estilo de cabellera conocido como "a la romántica" se le denominaba "pelona".

La identidad de la pelona cobró notoriedad con una declaración de la Iglesia católica italiana sobre la aplicación de algunas medidas normativas en su contra, principalmente la de prohibir su entrada a los templos. Después se suscitaron algunos hechos violentos en la ciudad de México durante julio y agosto de ese año, en concreto, una agresión en contra de las estudiantes pelonas de la Escuela de Medicina.

No sólo cuestión de moda
Aunque hay discrepancias para determinar el lugar o país donde apareció por primera vez esta nueva mujer moderna (se habla de Estados Unidos y de Francia), lo cierto es que tal representación cultural llegó a México en los años veinte proveniente del extranjero.

Constantemente se utilizó este argumento en el discurso de género relacionado con dicha identidad femenina. El discurso de género que operó en contra de las pelonas y que diseminó El Universal Gráfico se sustentó en una cuestión estética con tintes raciales y culturales, en un discurso científico con una base moral, y en el argumento de la masculinización de la mujer mexicana.

Primero se consideró que el nuevo estilo de cabello era una moda extranjera tipificada principalmente como estadunidense, de ahí que el término "flapper" que se utilizaba para designar a las mujeres modernas estadunidenses que llevaban el pelo corto se usara como
sinónimo de pelona. Ahora bien, se decía que por ser una moda extranjera no se adaptaba
bien a las mujeres mexicanas; un argumento al respecto se basó en la estética racial: el pelo
corto le quedaba bien a las estadunidenses y a las francesas pero no a las mexicanas, que tenían facciones indígenas; en otras palabras, resultaba una moda ridícula para las mexicanas.
Por ejemplo, en una carta enviada al periódico, un lector opina: "Es ridícula esta moda en las mujeres, porque el cabello corto no a todas las agracia, antes bien, a muchas las desfigura".

El adoptar una moda extranjera implicaba una negación de lo nacional, de lo mexicano. Esto adquiere sentido si se considera que en ese momento la política del Estado mexicano exaltaba
el hecho de que la cultura mexicana fuera mestiza y arraigada en lo indígena. El culto a lo mestizo fue toral para el nacionalismo en México durante las décadas de 1920 y 1930 y además lo utilizó el movimiento eugenésico. El término "eugenesia" fue introducido en 1883 por Francis Galton; etimológicamente deriva del griego eu (bien o buen) y del sufijo genes (nacimiento). Históricamente el término se ha vinculado a los movimientos sociales y políticos que surgieron
durante la primera mitad del siglo XX y cuyo principal objetivo era mejorar las cualidades genéticas humanas. Desde la perspectiva política y social, la eugenesia posee un carácter normativo vinculado a principios científicos, de ahí que algunos elementos sociales que se
consideran sean la raza y la clase; en otras palabras, los movimientos eugenésicos tienden a considerar que la raza, la clase y la sexualidad son determinantes en la definición del ser humano.

En cuanto a las representaciones culturales nacionalistas de lo mestizo y de lo femenino, la imagen de la mujer indígena cobró fuerza simbólica, tanto así que su estilo de peinado –las trenzas o el cabello trenzado– se convirtió en un símbolo inequívoco del mestizaje racial. En consecuencia, las trenzas constituyeron un símbolo de la mujer mexicana, así que en el debate público sobre el cabello también aparecieron sus defensores, como la agrupación Pro-Trenza, formada por estudiantes varones cuya misión era atacar físicamente a las pelonas, como una acción en defensa de lo que debía ser una mujer mexicana.

Cabello, moralidad y masculinidad
Otro argumento en contra de las pelonas tuvo tintes de moralidad: se consideraba que la nueva moda capilar era característica de las actrices de cine y de las tiples del teatro de tandas, esto es, de mujeres a las que no se les conocían hijos ni esposos, que vivían de su propia fama, que generalmente aparecían semidesnudas o en ropas y poses indecentes, y cuyo trabajo era complacer a un público determinado que, se suponía, era masculino. Por lo tanto, la que adoptara tal moda se equipararía con una de estas mujeres del espectáculo.

Cuando a la mayoría de estas mujeres las entrevistaban los periódicos y revistas, se presentaban con cierto glamour, eran solteras, no tenían hijos y vivían en la opulencia. Por ejemplo, al ser entrevistada sobre su estilo de cabello, Amparito Maza, considerada la "segunda
tiple de México", respondió: "Es que mis cinco novios y mis numerosos admiradores insistieron afirmando que me veo más bonita […] había que darles gusto, para no quedarse sin ellos". Por otro lado, existía el peligro latente de que tal moda fuese adoptada no sólo por las mujeres
sin hijos o solteras, sino también por las madres de familia, con lo cual se ponía en riesgo la calidad moral de éstas. Tal hecho representaba un claro atentado en contra de las políticas eugenésicas del Estado, según las cuales la mujer mexicana debía llenar ciertos requisitos fisiológicos y sociales que exigían las funciones reproductivas, para las que era indispensable una buena conducta en términos de moralidad.

El otro argumento fue el de la masculinización de las mujeres. Cortarse el cabello implicaba también adoptar una moda en que se diluía lo aceptado como fisonomía femenina, pues las formas del cuerpo quedaban ocultas por los vestidos sueltos, y además algunos aditamentos considerados propios del a vestimenta masculina, como el sombrero y el bastón, eran adoptados por la moda femenina. En este sentido, la moda, como vía de representación
simbólica de lo femenino en términos de sexualidad, presentaba a una mujer cuya apariencia ponía en jaque su heterosexualidad y su potencial maternidad. De igual manera, la masculinización implicaba la apropiación de ciertos espacios públicos antes privativos de los hombres; por ejemplo, para adquirir el nuevo estilo de cabello, las mujeres acudían a las barberías y peluquerías, espacios de socialización primordialmente masculina.

El argumento de la masculinización asimismo se relacionó con ciertas pautas de conducta que antes no se observaban: no era cosa simple que una mujer manejara un automóvil, ya que éste era un medio para moverse con libertad; hasta ese momento el manejar era cosa de hombres. El automóvil también se convierte en un elemento de distinción, dado que las pelonas de la esfera dominante tenían más posibilidades económicas para comprarlo. El asumir que el cabello corto era un símbolo de la masculinización de las mujeres mexicanas tuvo que ver con el fenómeno del consumo masivo de ciertos artículos. Cortarse el cabello significaba estar a la moda, entrar al mundo moderno y, por ende, situarse en una nueva realidad social.

Así, el consumo permitió a estas pelonas hacer del conocimiento público cierto poder adquisitivo. Y aunque este poder servía para distinguir a las pelonas de la esfera dominante de las de los estratos sociales inferiores, lo cierto es que en conjunto se les catalogaba como tales a partir de su apariencia. Lo interesante del argumento de la masculinización sigue dos vías: por un lado, el que una mujer se presentara con una apariencia masculina no significaba que tuviese el miso poder de los hombres, sino que desafiaba tal poder; por esto, la pelona era una
mera imitación de un hombre, una burla, pero, por otro lado, en esto radicaba parte de su propio poder como mujer moderna; es decir, por medio de la moda se era partícipe del mundo moderno al expresar un nuevo concepto de lo femenino.


*Fragmento editado del ensayo "De pelonas y fifís. Nuevas identidades de género en el México moderno de los años veinte", publicado en el libro La memoria y el deseo. Estudios gay y queer en México (PUEG/UNAM, 2014).

 


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