Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 30 de noviembre de 2014 Num: 1030

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Verano e invierno
en Balkonia

Ricardo Bada

Patrick Modiano:
esas pequeñas cosas

Jorge Gudiño

Edmundo Valadés
y la minificción

Queta Navagómez

Seis minificciones
Edmundo Valadés

Halldór Laxness, un
Premio Nobel islandés

Ángela Romero-Ástvaldsson

Gente independiente
(fragmento de novela)

Halldór Laxness

Clamor por
Camille Claudel

Esther Andradi

Leer

Columnas:
Galería
Honorio Robledo
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 

Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

Tiempo y música de Jeanne Hersh

Allí estábamos, como tantas otras veces, pensando en el altísimo precio de algunos libros provenientes de España. Haciendo tiempo en lo que comenzaba la marcha por los desaparecidos de Ayotzinapa (seguimos a la espera de justicia), buscábamos algo interesante y portátil que nos permitiera leer en la calle. La librería mostraba su mesa de novedades y, en ella, algunos ejemplares de la editorial Pre-Textos y Acantilado, dos de las más interesantes y más caras que llegan a México. Allí estaban tomos pequeños bellamente diseñados cuyo precio superaba los seiscientos, setecientos pesos… Demasiado. Sin embargo, casi abandonando nuestro objetivo, algo llamó la atención: Tiempo y música, de Jeanne Hersch, con un prólogo a manera de “saludo” escrito por Czeslaw Milosz.

Publicado –precisamente– por Acantilado en 2013, su brevedad lo hacía asequible (menos de trescientos pesos). Lo compramos. Llegados a la cafetería que nos serviría de isla (temporal y espacial), comenzamos a fascinarnos, primero, con el soberbio texto de Milosz en donde enaltece las cualidades filosóficas de Hersh, de quien dice: “El valor de ciertas orientaciones filosóficas se verifica en el hecho de que éstas nos ayudan a vivir y trabajar.” Sin hacer una apología del pragmatismo, insiste luego en algo hermoso: “El movimiento hacia adelante es indispensable para mantener nuestro equilibrio, pero para que este movimiento no sea ilusorio debemos confirmarlo con nuestro trabajo.” Fue imposible evitar la comparación con la marcha a la que nos integraríamos. Sí, está bien solidarizarse y andar juntos, pero luego hay que trabajar por un cambio tangible.

Compilado de ensayos y conferencias producidas por Hersh en los años ochenta, Tiempo y música obsequia ideas poderosas en torno al enigma del arte alado: “Si la música trasciende verdaderamente el tiempo –dice– esto significa que nos permite alcanzar, de una forma sumamente misteriosa e intangible, algo que los hombres siempre han soñado y que les es totalmente negado, a saber: lo que sería a la vez, en un mismo acto, la capacidad de desear y la de vivir la plenitud.” He allí una prueba de los seis ensayos luminosos que ofrece este delgado ejemplar: “Música y tiempo vivido”,  “La contradicción en la música”,  “Para Bernard Ducret”, “¿La música trasciende el tiempo?”,  “Entre lo efímero y lo permanente” e  “Historia entre tiempo y trascendencia.”

Por supuesto, la filósofa va mucho más allá cuando compara el tiempo de un concierto musical con el tiempo de la ciencia o tiempo de la naturaleza; con ese correr causal y permanente de un antes y un después que no permiten la existencia del presente, justo allí donde el hombre “práctico” ejerce su albedrío. “Estoy en el concierto –explica. Escucho. Aparte de escuchar, no hago otra cosa. He renunciado a la capacidad humana de decisión y de acción. No toco en la orquesta. ¿Soy ‘pasiva’ por ello? En absoluto. Soy receptiva y siento esta receptividad como una actividad más intensa que muchas acciones o muchos esfuerzos. Se diría que, a través de la música, el tiempo mismo desplegara en mí una suerte de vida propia.”

Pensando en los distintos niveles o capas en que se desarrolla la vida humana, Hersh propone la comparación con una orquesta: “Las distintas sonoridades, a menudo inesperadas y contrastantes, surgidas de instrumentos diversos, hacen vivir, por medio de la música, la pluralidad de los niveles discontinuos a partir de los cuales el ser se revela al hombre.” O sea que en Tiempo y música enfrentamos perspectivas variopintas del binomio hombre/tiempo, tomando a la música como vehículo principal. Otra joya diáfana la integra el tándem música/libertad. Dicho con elegancia y sencillez, Hersh señala que con la música el hombre abre la puerta a la libertad, esa grieta que rompe la continuidad aplastante del reloj. Claro, ello nos hizo pensar en mucha poesía dedicada al instante, como la de Octavio Paz.

Nacida en Ginebra en 1910, Jeanne Hersh murió en 2000 a la edad de ochenta y nueve años. Estudió bajo la tutela del existencialista Karl Jaspers. A finales de los sesenta dirigió la división de filosofía de la Unesco. Eso dice la segunda de forros de este número 271 de Acantilado, un verdadero caramelo mental por el que vale la pena un gasto. ¿No se decide? Quédese con estas palabras de Milosz: “Jeanne Hersh se instala en lo provisional, porque la imposibilidad de alcanzar lo definitivo conforma nuestra miseria y nuestra grandeza. Ella dice sí a la vida en esta tierra.” Déjese tocar por su vibrante y sonorosa inteligencia, lectora, lector. Mientras… Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos. [Contemos hasta 43.]